LUNES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial». Mt 18,10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Mateo 18,1-5.10

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad les digo que, si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como este en mi Nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia» (San Jerónimo).

Hoy, para toda la Iglesia, es un día de gran agradecimiento a Dios que, en su infinito amor, nos ha otorgado, a cada uno, un ángel que nos protege y nos conduce hacia la Santísima Trinidad.

En el antiguo testamento se observa cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel, en 1 Reyes 19,5.

En el nuevo testamento también se puede identificar textos en los que se aprecia la misión de los ángeles: el anuncio del ángel a María, el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto y otros más.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El ángel custodio que Dios nos ha otorgado es, ante todo, nuestro amigo; él nos protege y conoce nuestro secretos y pensamientos. Por ello, debemos saludarlo e invocarlo durante cada día.

Meditemos con San Alberto Magno: «“Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial”. Con estas palabras Cristo nos ha dicho más o menos lo siguiente: Estad atentos, cuidado con despreciar a los hombres sencillos, pobres y débiles. Yo los tengo en muy gran estima, hasta tal punto que, para guardarlos de todo mal, he puesto mis ángeles a su servicio. Y ¡qué ángeles! … Son igual a los oficiales de mi palacio, porque “contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial” …

Los ángeles contemplan el rostro de Dios por varias razones. La primera, porque ellos ofrecen y presentan a Dios las buenas obras de los hombres. De ellos tenemos un testimonio en las palabras que Rafael dirige a Tobías: “He presentado tu oración al Señor” (cf Tb 12,12). También leemos en el Apocalipsis: “Otro ángel vino y se colocó junto al altar con un incensario de oro. Le dieron gran cantidad de perfumes para que, junto con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro que está delante del trono” (Ap 8,3). Fijémonos que el altar es el corazón del hombre fiel a Dios. Delante de este altar están los ángeles. Su incensario representa los sentimientos de alegría con los que recogen los pensamientos, las oraciones, las palabras y las acciones de los hombres, para ofrecerlos, encendidos en el fuego de la caridad, sobre el altar de oro que se encuentra delante del trono de Dios. Y la ofrenda sube hasta el Hijo que está en el seno del Padre. Por consiguiente, sería bueno que tuviéramos siempre algún don para depositar en el incensario de los ángeles».

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que en tu providencia inefable te has dignado enviar a tus santos ángeles para nuestra custodia, concede, a los que te suplicamos, ser defendidos siempre por su protección y gozar eternamente de su compañía.

Amado Jesús: concédenos a través del Espíritu Santo los dones para que nuestra fe alcance la madurez y seamos como niños ante los ojos de Dios Padre.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a nuestro ángel custodio con un texto de San Juan María Vianey:

«Hermanos míos, nuestros ángeles custodios son nuestros más fieles amigos, porque están con nosotros día y noche, en todo tiempo y lugar; la fe nos enseña que los tenemos siempre a nuestro lado. Eso es lo que hizo decir a David: “No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos” (Sal 90,11). Y para que veamos cuán grandes son sus cuidados para con nosotros, el profeta dice que nos llevan en sus manos como una madre lleva a su hijo. ¡Ah! es que el Señor previó los peligros sin número a los que estaríamos expuestos en la tierra, en medio de tantos enemigos y que todos buscan nuestra perdición. Sí, son los ángeles buenos que nos consuelan en nuestras penas, que hacen nos demos cuenta cuando el demonio nos quiere tentar, que presentan a Dios nuestras oraciones y todas nuestras buenas acciones, que nos asisten en la hora de la muerte y presentan nuestras almas a su soberano juez…

Desde el comienzo del mundo, el trato de los ángeles con los hombres es tan frecuente que la Escritura santa los menciona a cada instante… Casi todos los patriarcas y profetas han sido instruidos por los ángeles acerca de la voluntad del Señor. Incluso a menudo vemos que el mismo Señor se ha hecho representar por ángeles. Pero me diréis, si los viéramos ¿no aumentaría nuestra confianza en ellos? Si esto hubiera sido necesario para la salvación de nuestra alma, el buen Dios los habría hecho visibles. Pero eso tiene muy poca importancia, porque en nuestra religión sólo conocemos por la fe, y esto para que todas nuestras acciones sean más meritorias…

Si deseáis saber el número de ángeles que existen, su función, os diré que son muy numerosos: unos han sido creados para honrar a Jesucristo en su vida escondida, dolorosa y gloriosa, o bien para ser los guardianes de los hombres sin dejar, por ello, de gozar de la presencia divina. Otros están ocupados en contemplar las perfecciones de Dios, o bien velan por que conservemos nuestra vida cristiana proveyéndonos de todos los medios necesarios para nuestra santificación. Si bien es verdad que el buen Dios se basta a sí mismo, no es menos verdad que para gobernar al mundo, se sirve del ministerio de sus ángeles.

Aunque el buen Dios se baste a sí mismo, sin embargo, emplea, para gobernar el mundo, el ministerio de sus ángeles… Si vemos a Dios cuidar con tanto esmero de nuestra vida, debemos concluir que nuestra alma es algo muy grande y precioso, para que emplee para su conservación y santificación todo lo que tiene de más grande en su tribunal. Nos dio a su Hijo para salvarnos; Este mismo Hijo… nos da a cada uno de nosotros, uno y hasta varios ángeles, que únicamente se ocupan de pedirle para nosotros las gracias y los socorros necesarios para nuestra salvación… ¡Oh!, ¡qué poco conoce el hombre lo que es, y el fin para el qué ha sido creado! Leemos en la Escritura que el Señor decía a su pueblo: “Voy a enviaros a mi ángel, con el fin de que os conduzca en todos vuestros pasos” (Ex 23,20) …

Debemos invocar a menudo a nuestros ángeles de la guarda, respetarlos y, sobre todo, tratar de imitarlos en todas nuestras acciones. La primera cosa que debemos imitar en ellos es el pensamiento de la presencia de Dios… En efecto, si estuviéramos bien penetrados de la presencia de Dios, ¿cómo podríamos hacer el mal? ¡Nuestras virtudes y todas nuestras buenas obras serían mucho más agradables a Dios!… Dios le dice a Abraham: “¿Quieres ser perfecto? Camina en mi presencia” (Gn 17,1).

¿Cómo puede ser que olvidemos tan fácilmente al buen Dios, si lo tenemos siempre delante de nosotros? ¿Por qué no tenemos respeto y reconocimiento hacia nuestros ángeles, que nos acompañan día y noche?… “Soy demasiado miserable, diréis, para merecer esto”. No sólo, hermanos míos, Dios no los pierde de vista un instante, sino que les da un ángel, que no deja de guiar vuestros pasos. ¡Oh, inmensa felicidad, tan poca conocida por los hombres!».

Queridos hermanos: adoptemos el hábito de rezarle a nuestro ángel custodio todos los días. Hagamos también el propósito de cultivar en nosotros el corazón, la inocencia, la sencillez y el agradecimiento de un niño.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.