MIÉRCOLES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN FRANCISCO DE ASÍS

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla» Mt 11,25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Paz y bien a todos.

«No hay canonización más oficial del espíritu de pobreza que la pronunciada por el propio Jesucristo. Lo que hace decir al gran obispo de Meaux: “Los pobres son los primogénitos de la Iglesia y sus verdaderos hijos, aquellos a quienes pertenecen de derecho las gracias del Nuevo Testamento y que son los intermediarios de dichas gracias cerca de los ricos”.

Para que tales verdades conquisten el derecho de ciudadanía entre los hombres, será preciso el soplo fulgurante de Pentecostés. Periódicamente la ley de la gravedad las arrojará a la sombra. Entonces surgirá un Santo con alma de profeta que reeditará la “Buena Nueva” en todo su frescor de idilio. Tal fue el destino del Seráfico Padre de los Menores. Exclama Bosuet: “Dichoso mil y mil veces el pobre Francisco, el más ardiente, el más transportado y, me atrevo a decirlo, el más desesperado amante de la pobreza que ha habido quizás en la Iglesia”. A esta virtud le presta un cuerpo y un alma, la personifica, la abraza, se une a ella; es su ideal, es la señora de sus pensamientos. Pone su honor en servirla con una fidelidad de caballero. Llevará más lejos que nadie la renunciación a toda posesión material, pero sobrepasará este concepto y llegará hasta la pobreza integral de espíritu» (Stephane Piat O.F.M.).

Hoy celebramos a San Francisco de Asís, el “Poverello” de Asís, el Hermano universal, testimonio de conversión y de amor a Dios, a todas las criaturas y a toda la creación. San Francisco de Asís vivió bajo el signo de la primera bienaventuranza que es una consigna de inagotable fecundidad, porque la gracia, la misericordia y el perdón están en las manos de sus destinatarios, los pobres.

Las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que escandalizaron y encantaron a los oyentes de las montañas galileas, fueron recogidas por Francisco, contempladas y vividas de nuevo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Francisco, cual lucero del alba en medio de la niebla matinal, irradiando claros fulgores con el brillo rutilante de su vida y doctrina, orientó hacia la luz a los que estaban sentados en tinieblas y en sombras de muerte; y como arco iris que reluce entre nubes de gloria, mostrando en sí la señal de la alianza del Señor, anunció a los hombres la buena noticia de la paz y de la salvación, siendo él mismo, ángel de verdadera paz, destinado por Dios -a imitación y semejanza del Precursor- a predicar la penitencia con el ejemplo y la palabra, preparando en el desierto el camino de la altísima pobreza» (San Buenaventura).

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes, con fe, logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo. La fe es el saber y la sabiduría de los “pequeños”, de los sencillos, que acceden por la fe a una sabiduría superior.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y a la misericordia de Dios.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes que sufren necesidades materiales y espirituales? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en la misión que cada uno de nosotros tiene inscrita en el corazón.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que concediste a San Francisco de Asís ser configurado a Cristo en la pobreza y la humildad, concédenos, caminando por sus sendas, poder seguir a tu Hijo y unirnos a ti con amor jubiloso.

Como San Francisco de Asís, cada uno de nosotros queremos pedirte con todo el corazón: «Te ruego, Señor mío Jesucristo, Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente la inagotable clemencia que has manifestado en la tierra, para que sea siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén».

Espíritu Santo: fortalece al papa Francisco, a los obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, para que, en unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, puedan convertir en acción la Palabra y afrontar con alegría las fatigas de su ministerio.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con el «Cántico de las criaturas» de Francisco de Asís:

«Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te corresponde y ningún hombre es digno de nombrarte. Loado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente por el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste preciosas y bellas. Loado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello, alegre y vigoroso y fuerte. Loado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal. Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de leer e interiorizar diariamente la Palabra de Dios y convertirla en acción evangelizadora a través de nuestra vida, en nuestra interacción con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, de estudios; en nuestras comunidades y por donde vayamos. Así mismo, dejemos que Nuestro Señor Jesucristo actúe en nuestras vidas a través de su Santo Espíritu.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.