MARTES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, OBISPO Y MÁRTIR

«Den, más bien, como limosna lo que tienen dentro y todo será puro» Lc 11,41.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Den, más bien, como limosna lo que tienen dentro y todo será puro».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«De nada me servirían los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia» (San Ignacio de Antioquía).

Hoy celebramos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Llamado también Teóforo, que significa manifestación de Dios; nació en Siria alrededor del año 50. Fue discípulo de San Pablo y San Juan. Escribió siete epístolas: cinco dirigidas a las comunidades orientales y las otras dos a Policarpo, obispo de Esmirna, y a la comunidad cristiana de Roma. Murió en el año 107, destrozado por los leones en un anfiteatro.

San Ignacio de Antioquía expresó su gran deseo de unirse con Jesús; suplicó a los cristianos de Roma que no impidan su martirio porque estaba impaciente por unirse a Nuestro Señor Jesucristo. A San Ignacio se le considera el doctor de la unidad, ya que proclamaba la unidad de todo cristiano con la Santísima Trinidad, así como la unidad de la naturaleza humana y divina de Jesús.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Aunque fuéramos muy pobres, podemos siempre realizar un acto de caridad. Aunque nuestras ocupaciones fueran muy grandes, podemos rezar al Buen Dios sin perjuicio para nuestra labor, y rezar noche y día, mismo toda la jornada… Es una forma de caridad que todo el mundo puede realizar. Vean bien que la caridad no consiste sólo en alimentar a los que tienen hambre o dar vestimenta a los que no la poseen. Ella es cada servicio que rendimos al prójimo, sea para el cuerpo, sea para el alma, si lo hacemos con espíritu de caridad. Cuando tenemos poco, demos poco. Cuando no tenemos, prestemos si podemos. El que no puede dar lo necesario para los enfermos… puede visitarlos, decirles palabras de consuelo, rezar por ellos, con el fin que lleven bien su enfermedad. Sí, mis hermanos, todo es grande y precioso a los ojos del Buen Dios, si actuamos por un motivo de religión o caridad. Jesucristo nos ha dicho que “un vaso de agua fresca no quedará sin recompensa” (Mt 10,42). Vean, mis hermanos, aunque seamos muy pobres, siempre podemos realizar un acto de caridad» (San Juan María Vianney).

«Como buen maestro, Jesús os ha enseñado cómo limpiar las manchas de nuestro cuerpo, diciendo: “Más bien dad como limosna lo que tenéis y todo le demás será puro en vosotros” ¡Veis bien cuántos remedios hay! La misericordia nos purifica. La palabra de Dios también nos purifica, tal como está escrito: “Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he anunciado” (Jn 15,3)» (San Ambrosio).

Nuestro Señor Jesucristo se acerca a todos y nos enseña a través de sus acciones llenas de misericordia y amor. «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores», dice el Señor, en Lucas 5,32. Para seguirlo y serle fiel, no basta observar los mandamientos, que sería equivalente a fijarse solo en lo exterior; lo más importante está en la práctica del amor. Recordemos a San Pablo, en 1 Cor 13,13: «Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿En nuestra vida cotidiana, sólo cumplimos los mandamientos de Dios o somos fieles a los mandamientos por el Amor de Dios? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a comprender que lo más importante en el seguimiento a Dios, es el amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, concédenos que, así como el martirio fue para San Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante.

Amado Jesús, Salvador nuestro, envíanos tu Santo Espíritu y fortalece nuestras intenciones de mantener limpio nuestro corazón.

Padre eterno, con la intercesión de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, concede, por tu amor y misericordia, el perdón de las faltas de todos los difuntos, para que sean contados entre tus elegidos.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo repitiendo el himno al amor cristiano (1Cor 13,1-10.13):

«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.

Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca terminará…

Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Queridos hermanos, oremos: Señor, confiados en tu amor, misericordia y paciencia, deseamos asumir el compromiso de contrastar nuestras vidas con tus mandamientos de amor, para profundizar en nuestra espiritualidad y seguirte siempre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.