JUEVES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«La Sabiduría es radiante e inmarcesible, se deja ver fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan» Sb 6,12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,47-54

En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de ustedes, que edifican sepulcros a los profetas, a quienes sus antepasados mataron! Así se hacen testigos y cómplices de lo que hicieron sus antepasados; porque ellos los mataron y ustedes les edifican sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán”; así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, se lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley que se han quedado con la llave del saber; no han entrado ustedes y a los que intentaban entrar les impidieron!». Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo con muchas preguntas capciosas, para sorprenderlo con sus propias palabras.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Como una oveja que se lleva al matadero, él conduce a las ovejas de Israel a buenos pastizales. Como una oveja que no abre la boca, siendo él la Palabra anunciada por la voz de aquel que llama en el desierto. Fue herido y llagado y cura toda enfermedad y toda debilidad. Fue levantado en el madero, clavado en la cruz, él, que restauró nuestra dignidad en el árbol de la vida… Muere, pero da vida destruyendo la muerte. Fue sepultado, pero resucitó y, subiendo a los cielos, libra a las almas del infierno» (San Gregorio Nacianceno).

Con el pasaje evangélico de hoy culmina el texto que hemos meditado desde el martes, denominado “Reprensión o invectiva contra fariseos y doctores de la Ley”, ubicado en Lc 11,37-54. Hoy meditaremos los versículos del 47 al 54 en los que Jesús continúa expresando sus “ayes” por los fariseos y doctores de la Ley debido a su disposición a honrar a los profetas muertos, construyéndoles sepulcros a quienes fueron asesinados por sus antepasados. De esta manera, los fariseos y doctores de la Ley, imitando a sus antepasados, comenzaban a construir el sepulcro de Jesús. Aun así, Jesús ofrece una oportunidad de arrepentimiento, porque predicó el perdón y el amor, aun cuando lo iban a matar.

Adicionalmente, Jesús señala que la llave de la sabiduría es interpretar la Ley a través de sus enseñanzas, algo que se rehusaban a hacer los maestros de la Ley. De esta manera, se iba agudizando el conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época.

Jesús enseña también que es imposible separar el amor a Dios y el amor al prójimo; por ello, el discípulo que da testimonio de estos amores vive amando con la belleza de la transparencia y la alegría de ser discípulo. El amor proclama la gloria de Dios y da contenido a nuestros pensamientos, acciones y gestos. Jesús le otorga el primado al mandamiento del amor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«La Sabiduría va buscando a los que son dignos de ella, se les muestra benévola por los caminos y sale al encuentro de todos sus pensamientos… Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, filántropo, libre, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo controla y penetra en todos los espíritus» (Sb 6,16;7,22-23).

Nuestro Señor Jesucristo es la llave de la sabiduría con la que se abren todos los secretos de nuestros corazones; Él es la llave que no debemos perder nunca, Él es la fuente de agua viva, y nos invita a cumplir sus enseñanzas por amor a Él, a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo, y al prójimo, siendo misericordiosos, especialmente, con los hermanos que tienen mayores necesidades materiales y espirituales.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Cómo actuamos frente a las personas que piensan diferente de nosotros? ¿Utilizamos nuestros talentos para ayudar a aquellos hermanos más necesitados? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que lo más importante en el seguimiento a Dios, es el amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Espíritu Santo, nuestro corazón está dispuesto a seguir a Nuestro Señor Jesucristo, concédenos los dones para vivir como cristianos de palabra y de obra.

Amado Jesús, haz que aquellos a quienes elegiste ministros de tu Evangelio sean siempre fieles y celosos dispensadores de los misterios del reino.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, haz parte de tu felicidad a todos los difuntos, al lado de María nuestra madre y con todos los santos. Te suplicamos también que los agonizantes puedan contemplar tu salvación.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía del papa Francisco:

«“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3,16). Este Hijo único “se entregó a sí mismo”, no porque haya prevalecido la voluntad de sus enemigos, sino “porque él mismo quiso” (Is 53,10-11). “Amó a los suyos, y los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). El extremo es la muerte aceptada por los que ama; este es el fin de toda perfección, el fin del amor perfecto, porque “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Este amor de Cristo ha sido, en su muerte, más poderoso que el odio de sus enemigos; el odio tan sólo pudo hacer lo que el amor le permitió. Judas, o los enemigos de Cristo, lo entregaron a la muerte por un malvado odio. El Padre entregó a su Hijo, el Hijo se entregó a sí mismo por amor (Rm 8,32; Gal 2,20). Sin embargo, el amor no es el culpable de la traición; es inocente incluso cuando Cristo muere por amor. Porque tan sólo el amor puede hacer impunemente lo que le parece bien. Tan sólo el amor puede constreñir a Dios y, por decirlo de alguna manera, mandarle. Es el amor lo que le ha hecho descender del cielo y ponerlo en la cruz, es el amor el que ha hecho derramar la sangre de Cristo por la remisión de los pecados en un acto tan inocente como saludable. Nuestra acción de gracias por la salvación del mundo se debe, pues, al amor. Y es él mismo el que nos impele, por una lógica que constriñe, a amar a Cristo tanto como se le ha podido odiar».

Hermanos, oremos: Amado Jesús, confiados en tu amor y misericordia, deseamos asumir el compromiso de practicar tus enseñanzas a través de obras de misericordia. Así mismo, queremos pedir tu Santo Espíritu para incrementar nuestra tolerancia y comprensión en el trato con todas las personas; que prefiramos siempre practicar tu amor por encima de las cosas exteriores.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.