MIÉRCOLES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN LUCAS EVANGELISTA

«La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño la mies para que mande obreros a su mies. ¡Pónganse en camino!» Lc 10,2-3.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-9

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño la mies para que mande obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los mando como cordero en medio de lobos. No lleven talega, ni alforja, ni sandalias, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren a una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el reino de Dios”».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Lucas nos ha dado a conocer muchos rasgos del Evangelio, y de los más importantes… Y también, nadie sabe si Dios lo ha hecho con el fin de que muchos rasgos del Evangelio hayan sido revelados sólo por Lucas, precisamente con el fin de que todos den su asentimiento a lo que él mismo da, seguidamente, en las actas y la doctrina de los apóstoles, y así, manteniendo inalterada la norma de la verdad, todos puedan ser salvados. De esta manera el testimonio de Lucas es verdad, la enseñanza de los apóstoles queda manifiesta, sólida, y no esconde nada… Estas son las voces de la Iglesia, de donde toda la Iglesia saca su origen» (San Ireneo de Lyon).

Hoy celebramos a San Lucas Evangelista, el “médico querido” de San Pablo. Nació en la ciudad de Antioquía, en Siria. Según la tradición antigua, Lucas habría sido martirizado a los 84 años en Acaya.

El Evangelio de San Lucas nos sitúa en la segunda generación cristiana; fue escrito alrededor de la década de los 80 y nos muestra a un Jesús misericordioso y cercano a los más necesitados; así mismo, presenta el mejor retrato de Nuestra Santísima Madre, la Virgen María.

El pasaje evangélico de hoy narra el segundo envío de Jesús, de setenta y dos misioneros, que representan al presbiteriado actual. El primer envío fue el de los doce apóstoles que representan al episcopado de la Iglesia naciente, tal como se aprecia en Lucas 9,1-6.

En este segundo envío, Jesús brinda los siguientes detalles de la misión: en primer lugar, les pide oración para que la misión sea fecunda. En segundo término, aludiendo a que estarán rodeados de lobos, Jesús les hace ver que serán perseguidos y correrán riesgos, pero él estará con ellos porque es su pastor. En tercer lugar, les indica que deben ir sin provisiones, ligeros de equipaje, evitar distracciones y confiar en la providencia divina. En cuarto lugar, deben llevar un saludo de paz a todos, anunciando la cercanía del reino de Dios, sin excepciones, además de curar a los enfermos, expulsar demonios; en suma, deben llevar la misericordia de Dios por donde vayan.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El llamado de Jesús a los misioneros y su envío tiene un carácter universal. Todos estamos llamados a la misión de llevar la Palabra de Dios y su amor a toda la humanidad, empezando por nuestras familias, centros de trabajos, estudios, comunidades, o por donde vayamos.

Un detalle importante es que la misión debe tener un carácter cercano con las personas a quienes llevamos la Buena Nueva. La clave está en identificar los detalles de nuestra vocación para la misión.

Conscientes de que las recomendaciones de Jesús son muy diferentes a los criterios del mundo, respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Tengo un corazón disponible para llevar la buena nueva por donde voy a través mis acciones y comportamiento? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser misioneros muy activos de Nuestro Señor Jesucristo. La misión no es fácil, pero, con la ayuda de Dios, no es imposible.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que elegiste a San Lucas para que nos revele con su predicación y sus escritos tu amor a los pobres, concede a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y con un mismo espíritu, y atraer a toda la humanidad a la salvación.

Amado Jesús: queremos seguirte, te rogamos nos concedas también los dones apostólicos y misionales para anunciar la alegría de la salvación que eres tú mismo, amado Señor.

Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, inspira y fortalece a la Iglesia en la misión de llevar el Evangelio y la misericordia a toda la humanidad. Te rogamos que envíes más obreros para la misión y que la novedad del Evangelio sea aceptada por toda la humanidad.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, haz parte de tu felicidad a todos los difuntos, al lado de María nuestra madre y con todos los santos. Te suplicamos también que los agonizantes puedan contemplar tu salvación.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos a Dios con una homilía de San Gregorio Magno, papa:

«Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto, son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.

El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.

Con razón se dice que los mandó por delante “a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él”. En efecto el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido, dice Isaías a los predicadores: “Preparadle un camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios”. Por esto, les dice también el salmista: “Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso”. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto, nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.

Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas…

Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: “Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio».

Queridos hermanos: como hijos de Dios Padre, asumamos el compromiso de identificar, con la gracia del Espíritu Santo, cuál es nuestra misión en nuestras vidas para llevarla a cabo, con fe, con un corazón dispuesto y con la mirada puesta en Nuestro Señor Jesucristo. Dejemos que el Espíritu Santo nos inspire a través de la Palabra; así mismo, alimentemos nuestro corazón con la Santa Eucaristía y no dejemos de adorar al Santísimo Sacramento, ni de rezar el Santo Rosario.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.