LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser» Mt 22,37.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron un grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley». Él le dijo: «“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«En medio de la tupida selva de preceptos y prescripciones —a los legalismos de ayer y de hoy— Jesús abre una brecha que permite distinguir dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más, un solo rostro, el de Dios que se refleja en muchos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios. Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de Dios: ¿somos capaces de hacer esto? De este modo Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental sobre el cual edificar la propia vida. Pero Él, sobre todo, nos donó el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. Por intercesión de María, nuestra Madre, abrámonos para acoger este don del amor, para caminar siempre en esta ley de los dos rostros, que son un rostro solo: la ley del amor» (Papa Francisco).
Hoy meditamos sobre el precepto más importante o el gran mandamiento anunciado por Nuestro Señor Jesucristo ante la pregunta maliciosa de un fariseo. Jesús respondió citando al Deuteronomio 6,4-5, «Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas». Después Jesús añade, citando al Levítico 19,18: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Con su respuesta, Jesús sintetiza toda la Torá en lo que consideraba imprescindible: el amor a Dios y al prójimo. La integración de los dos amores es su enseñanza fundamental. Jesús señala que el amor es el principio unificador que elimina toda dispersión, es el eje de la Escritura.
El texto de hoy también se encuentra también en Lucas 10,25-28; y en Marcos 12,28-34.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5).
San Agustín de Hipona decía: «¿Qué es el amor? El amor es la virtud por la que amamos. ¿Qué amamos? Un bien inefable, un bien benéfico, un bien que crea todos los bienes. Que Dios sea tu delicia, puesto que de Él recibes todo lo que causa tu deleite».
Todos los seres humanos poseemos la facultad natural de amar que Dios nos ha otorgado. Y el despliegue maravilloso del amor de Dios nos conduce al agradecimiento y alabanza a Él, a postrarnos frente al Santísimo Sacramento, Bondad suprema, por nuestras vidas, nuestras familias, nuestro planeta, por todos los dones que recibimos de Él. A la vez, nos cuestiona sobre nuestra manera de amar a Dios y amar al prójimo a través de nuestras obras.
Tengamos en cuenta lo que nos dice San Bernardo de Claraval: «Alcanzar el cuarto grado del amor a Dios es volverse divino. Como una gota de agua vertida en el vino se pierde, y toma el color y el sabor del vino; o como una barra de hierro, al rojo vivo, se convierte en fuego mismo, olvidando su propia naturaleza; o como el aire, radiante de rayos del sol, parece no estar tan iluminado como para ser la luz misma. Entonces en los santos todos los afectos humanos se desvanecen por alguna transmutación indescriptible en la voluntad de Dios».
Haciendo silencio en nuestro corazón, respondamos: ¿Somos conscientes de que nuestra vida eterna depende de nuestro amor a Dios y al prójimo? Que las respuestas a esta pregunta permitan acercarnos al abrazo gratuito e incondicional que es el amor de Nuestro Señor Jesucristo a través del prójimo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios eterno y maravilloso, tú que nos amas a pesar de nuestras ofensas, concédenos la fuerza y los dones del Espíritu Santo para conocerte más, amarte más y servirte, amando al prójimo todos los días de nuestra vida.
Espíritu Santo derrama tu santa luz para que el mundo acoja las revelaciones de amor de Nuestro Señor Jesucristo con el convencimiento de que el amor de Dios todo lo puede.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos la gracia de reconocer en el prójimo más necesitado a Nuestro Señor Jesucristo y cumplir el mandamiento del amor con generosidad y misericordia.
Amado Jesús, gracias por recordarnos que tu amor es misericordioso, bondadoso y que consiste en atender al hermano necesitado, tal como tú lo hiciste durante tu vida y especialmente en la cruz.
Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean fieles a la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.
Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.
Madre Santísima, Reina universal, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos, con un gozo pleno por la sabiduría de Dios, contemplémoslo con un texto de San Basilio Magno:
«Hemos recibido el precepto de amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero Dios, ¿no nos ha dado también una disposición natural para cumplirlo? No hay nada más conforme a nuestra naturaleza que vivir unidos, buscarnos mutuamente y amar a nuestros semejantes. El Señor pide, pues, los frutos de la semilla que ya había puesto en nuestro interior, cuando dice: “Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a otros”.
Con el fin de animar a nuestro corazón a cumplir este precepto, no ha querido que se viera el distintivo de sus discípulos en prodigios u obras extraordinarias, aunque ellos recibieran el poder de realizarlos por el don del Espíritu Santo. Al contrario, dice: “Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos”. Une los dos mandamientos, de tal manera que considera que la buena obra que se hace al prójimo es como si se le hiciera a él: “Porque tuve hambre, y me disteis comer; tuve sed, y me disteis de beber… Os aseguro que cuando lo hicisteis, con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
La observancia del primer mandamiento encierra también la observancia del segundo, y por el segundo vuelve al primero. Aquel que ama a Dios amará, por consiguiente, a su prójimo: “El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi mandamiento es este: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. Os lo repito: quien ama a su prójimo cumple con su deber de amar a Dios, porque Dios considera este amor como referido a él».
Señor, confiados en tu paciencia y misericordia, deseamos asumir el compromiso de contrastar nuestras vidas con tus mandamientos de amor. Deseamos, Señor, alabarte toda nuestra existencia.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.