DOMINGO XXXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido» Mt 23,11-12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos hacen fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos ni siquiera a moverlos con un dedo. Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Les gusta llevar en la frente y en los brazos citas de las Escrituras y ponerse ropa con grandes borlas; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Ustedes, en cambio, no se dejen llamar “maestro”, porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos. Y en la tierra a nadie llamen “padre”, porque uno solo es el Padre de ustedes, el del cielo. No se dejen llamar “consejeros”, porque uno solo es su consejero, Cristo. El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¿Dónde habitas, alma humilde? … El cielo y la tierra te aman. Te aman los santos apóstoles, los profetas, los santos, los bienaventurados. Te aman los ángeles, los serafines y los querubines. Te ama, por tu humildad, la purísima Madre del Señor. El Señor te ama y en ti se regocija» (San Silvano del Monte Athos).

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, ubicado en Mateo 23,1-36. Hoy meditaremos los versículos del 1 al 12. Las expresiones de Jesús sirven de advertencia para los discípulos de todos los tiempos, ya que existe la tentación de caer o recaer en los pecados que aquí condena más severamente: la vanidad, el orgullo, la ambición, los deseos de estar por encima de los demás y, fundamentalmente, la falta de coherencia entre la doctrina y la vida.

Hay que reconocer que el amor nace en la humildad del corazón, tanto en su dimensión vertical, en la relación con Dios, como en la dimensión horizontal, en relación con el prójimo. Cuando esto no sucede, los preceptos cristianos agobian, asfixian y esclavizan.

Jesús respetó la Ley. Más aún, vino a darle cumplimiento, un sentido profundo y plenitud. Por eso ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. Su crítica la dirigió contra aquellos que, amparándose en ella, burlaban sus exigencias. En este sentido, el texto ilumina y ayuda a purificar el corazón con la Palabra de Dios desde la fe o desde la obediencia de la fe. Recordemos a Jesús en Mc 10,44: «El que quiera ser el primero, que sea el último».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Hay personas que tratan continuamente de agradar a los demás buscando el reconocimiento humano, preocupados por el qué dirán, sobre todo en una sociedad que le da mucha importancia a la imagen. En este tema, como en todo, el Evangelio es inmensamente liberador. El juicio humano, cualquiera que sea, es vano, no está basado en la verdad ya que la salvación de cada uno de nosotros dependerá única y exclusivamente del juicio de Dios.

El evangelio nos interpela e invita a identificar nuestras indiferencias e inacciones y, muchas veces, la pasividad para defender los valores cristianos y las instituciones esenciales, como son la familia, la vida humana desde su concepción hasta la muerte, la dignidad de las personas, entre otras.

Por ello, tratemos de responder lo siguiente: ¿Somos proclives a priorizar las apariencias antes que el cumplimiento de los mandamientos del amor? ¿Buscamos los halagos humanos o las recompensas de Dios Padre, que ve en lo escondido? ¿Nos reconocemos pecadores? ¿Nos esforzamos y pedimos al cielo el fortalecimiento de la humildad de nuestros corazones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestros corazones para ser verdaderos apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.

Como manifiesta San Agustín: «Aceptemos en este mundo el mandamiento de la humildad para que merezcamos conseguir en el otro, la exaltación que nos prometió El que por nosotros se hizo humilde aquí en la tierra».

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios de poder y misericordia, de quien procede el que tus fieles te sirvan digna y meritoriamente, concédenos avanzar sin obstáculos hacia los bienes que nos prometes.

Amado Jesús: límpianos, purifícanos, perdónanos, sánanos con tu amor compasivo y misericordioso. Y sana también las heridas que hemos causado con comportamientos equivocados en el corazón y la vida de las personas que Tú mismo, en tu infinita bondad, pusiste a nuestro lado. Que nuestras obras siempre estén inspiradas en tu amor humilde y misericordioso, para que nunca busquemos los halagos humanos y, más bien, siempre busquemos la rectitud del corazón.

Padre eterno, sánanos de toda soberbia y vanagloria, y vístenos de la humildad que nos permita ser discípulos de Nuestro Señor Jesucristo

Espíritu Santo, padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos a Dios con un texto de Tomás de Kempis:

«Si sabes callar y mantener la paciencia, sin duda alguna recibirás la ayuda del Señor. Él conoce el momento y la manera de liberarte. Por esto te conviene abandonarte a él. De Dios viene el auxilio, la liberación de toda humillación.

En muchas ocasiones es una ventaja para nuestra humildad que los demás conozcan y critiquen nuestras faltas. Cuando una persona se humilla a causa de sus propias faltas, le resulta fácil apaciguar a los que están irritados contra él.

Dios defiende y libera al que se humilla, lo consuela y lo acaricia. Dios se inclina hacia el humilde, le concede una gracia abundante y, después de su humillación, lo levanta a la gloria. Al humilde, Dios le revela sus misterios, lo atrae hacia sí y lo invita suavemente a ir hacia él».

Hermanos, digamos juntos: Redentor nuestro, admirados y animados por tus enseñanzas, deseamos renovar el propósito de seguirte, defendiendo la vida humana, desde la concepción hasta la muerte, la familia, la justicia y la dignidad de las personas más vulnerables e indefensas. Tengamos la osadía, hoy, de realizar obras de misericordia con humildad, solo para la mayor gloria de Dios. No dejemos nunca de invocar a Nuestra Santísima Madre, Reina de todo lo creado.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.