SÁBADO XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS SANTOS PEDRO Y PABLO

«Entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?» Lc 18,7-8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18,1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso la siguiente parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: “Hazme justicia frente a mi enemigo”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, para que no venga continuamente a molestarme”». Y el Señor añadió: «Fíjense en lo que dice el juez injusto; entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?»

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La memoria de la dedicación de las basílicas de los Santos apóstoles Pedro y Pablo es una nueva ocasión, para reflexionar sobre la figura y la obra de los dos Príncipes de los apóstoles, y también sobre el culto excepcional que se les tributa a través de los siglos. Llegados al final de su vida, San Pedro y San Pablo fueron llevados por las circunstancias a hacer un pequeño balance de lo que el Señor había obrado por medio de ellos… Su cualidad de “salvados”, el ministerio entre el pueblo de Dios y, finalmente, el supremo testimonio con el derramamiento de su sangre, atrajeron a San Pedro y a San Pablo un culto del que son clara manifestación las basílicas cuya dedicación se festeja en este día» (Santoral).

Hoy meditamos la parábola del juez injusto y la viuda, considerada una “parábola de contraste” porque Dios es lo opuesto a la figura del juez del pasaje evangélico. En este texto, los temas fundamentales son la oración perseverante, la fe y la justicia como rostros de la misericordia y del amor de Dios. Jesús deja en claro que existe un vínculo entre la oración y la justicia.

Recordemos el inicio del relato de Lucas, cuando dice: «Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso la siguiente parábola». Pues bien, Jesús es un ejemplo de oración: a lo largo del evangelio de San Lucas, encontramos más de veinte momentos en los que Jesús ora.

En cuanto a la parábola, Jesús presenta dos personajes de la vida real: un juez inicuo y una viuda que lucha por sus derechos. La viuda representa a todas las personas que, viviendo en la pobreza, son golpeadas por la injusticia de una sociedad indolente, basada en el utilitarismo. La viuda alcanza justicia gracias a su insistencia y fe. El juez, preocupado por su prestigio, mostró misericordia, aunque no temía a Dios ni respetaba a los hombres.

Jesús transmite un mensaje de esperanza y confianza a los pobres y desamparados que son víctimas de la injusticia humana. Dios escucha sus plegarias; de esta manera y desde una perspectiva superior, Jesús quiere que todos comprendamos cuánto más podemos esperar de la misericordia y del amor de Dios.

Tengamos presente que para Jesús la oración estaba íntimamente unida a la acción. Por ello, su vida era una permanente oración. «No busco mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió» dice en Jn 5,19.30. A él se aplica lo que dice el Salmo: «¡No hago más que orar!» (Sal 109,4) porque la oración es la fe en ejercicio.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Bienaventurado el hombre que conoce su propia debilidad, porque este conocimiento es en él, el fundamento, la raíz y el principio de toda bondad» (Isaac el Sirio).

Nuestro Señor Jesucristo nos da ejemplos de su oración permanente a Dios Padre. Podemos citar algunos de los momentos de oración: cuando es bautizado por Juan Bautista; durante los cuarenta días en el desierto; cuando participaba los sábados de las celebraciones en las sinagogas; antes de elegir a sus apóstoles; en la transfiguración; cuando ora por Pedro; en la Cena Pascual; en el Huerto de los Olivos; cuando clama al cielo por quienes los crucifican; a la hora de su muerte, cuando dice a Dios Padre: «En tus manos encomiendo mi espíritu», entre otros pasajes.

Nuestro Señor Jesucristo demuestra, de esta manera, que la oración está íntimamente ligada a la vida misma, a las realidades humanas por las que transitamos, entre ellas, la justicia. Por ello, nos pide perseverancia en la oración. Así mismo, en un mundo en el que la justicia es lenta y aumenta el número de jueces que no temen a Dios, Nuestro Señor Jesucristo nos hace ver que la justicia es uno de los rostros de la misericordia y del amor de Dios. Lo cual implica, no solo practicar la justicia, sino también defender y alzar nuestra voz ante la injusticia de la que son objeto muchas personas, especialmente las más débiles y vulnerables.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Defiende a tu Iglesia, Señor, con la protección de los apóstoles Pedro y Pablo, pues ha recibido por ellos el primer anuncio del Evangelio, reciba también, por su intercesión, aumento de gracia hasta el fin de los tiempos.

Amado Jesús, enséñanos a orar, despierta en nosotros la constancia en la oración con fe y te suplicamos nos guíes, en especial, cuando atravesamos tribulaciones y riesgos, para que invoquemos siempre a Dios Padre con confianza filial.

Amado Jesús, te pedimos por todas las personas que claman justicia en el mundo, para que encuentren a quienes los defiendan y apoyen en sus dificultades.

Espíritu Santo, te pedimos que inspires a los padres y educadores para que imploren, día tras día, la sabiduría de Dios y así puedan orientar a los niños y adolescentes en el camino de la verdad, honestidad, justicia y hermandad.

Espíritu Santo, te pedimos inspires y fortalezcas a todos los consagrados, consagradas y fieles de la Iglesia, para que anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida eterna.

Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, en especial, a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, orante, con un sermón de San Agustín:

«¿Hay un medio más eficaz para animarnos a la oración que la parábola del juez injusto que nos ha contado el Señor? Evidentemente que el juez injusto no temía al Señor ni respetaba a los hombres. No experimentaba ninguna compasión por la viuda que recurrió a él y, sin embargo, vencido por el hastío, acabó escuchándola. Si él escuchó a esta mujer que le importunaba con sus ruegos, ¿cómo no vamos a ser escuchados nosotros por Aquel que nos invita a presentarle nuestras súplicas? Es por esto por lo que el Señor nos ha propuesto esta comparación sacada de dos contrarios para hacernos comprender que “es necesario orar sin desanimarse”. Después añade: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?”.

Si desaparece la fe, se extingue la oración. En efecto ¿quién podría orar para pedir lo que no cree? Mirad lo que dice el apóstol Pablo para exhortar a la oración: “Todos los que invocarán el nombre del Señor serán salvados”. Después para hacernos ver que la fe es la fuente de la oración y que el riachuelo no puede correr si la fuente está seca, añade: “¿Cómo van a invocar al Señor si no creen en él?” (Rm 10,13-14). Creamos, pues, para poder orar y oremos para que la fe, que es el principio de la oración, no nos falte. La fe difunde la oración, y la oración, al difundirse obtiene, a su vez, la firmeza de la fe».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de orar con fe y perseverancia en todo momento, pidiendo siempre que el Espíritu Santo nos otorgue sus dones para actuar con justicia en nuestros quehaceres cotidianos, y para alinear nuestros pensamientos de justicia con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.