DOMINGO XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

«Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron» Mt 25,40.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha «Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me dieron hospedaje, estuve desnudo y ustedes me vistieron, enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y vinieron a verme».

Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?». Y el rey les dirá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron». Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apártense de mí, malditos, váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y ustedes no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron». Entonces estos también contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?». Y él entonces les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo». Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¡Oh!, ¡de cuánta potencia de amor tiene necesidad el hombre y el mundo de hoy! ¡De cuánta potencia del amor misericordioso! Para que ese reino, que ya está en el mundo, pueda reducir a la nada el reino del «principado, poder y fuerza», que inducen el corazón del hombre al pecado, y extienden sobre el mundo la horrible amenaza de la destrucción. ¡Oh!, ¡cuánta potencia del amor misericordioso se debe manifestar en la cruz y en la resurrección de Cristo! «Cristo tiene que reinar…»» (San Juan Pablo II).

En la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, meditamos la parábola “Juicio a las naciones” en la que Nuestro Señor Jesucristo insiste en la preparación que debemos tener para superar con éxito la prueba final.

Por ello, debemos advertir que el Rey universal está presente, de incógnito, en todos los pobres de la tierra, oculto en todos los rostros de los que sufren, pero esa presencia oculta se manifestará en el momento final. En tal sentido, el destino final de cada persona se decide en la actitud que tenga ante los necesitados de este tiempo, ya que Jesús será el testigo principal para evaluar la vida de cada uno.

Jesús muestra el momento culminante de nuestras vidas. El Rey de la gloria, rodeado de ángeles, se sienta en su trono y todas las naciones comparecen ante él.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El mensaje de hoy es claro y contundente: si dejamos de hacer el bien a nuestro prójimo, dejamos de hacer el bien a Jesús, fuente y origen de toda bondad. El criterio decisivo transita por un corazón compasivo y misericordioso porque los pobres son la esencia del Evangelio.

Jesús, como buen pastor, se preocupa por su rebaño, por la salvación de sus ovejas; por ello, se dirige también a todos los hermanos que han descuidado su compromiso cristiano con los más necesitados para que despierten de la indiferencia ante la presencia oculta del Rey de reyes en todos los rostros doloridos. Para Nuestro Señor Jesucristo las personas más importantes son los más débiles, con quienes se identifica plenamente. Así, reafirma el mandamiento del amor: amar al prójimo es amar a Dios mismo.

El ejercicio de la bondad en los más necesitados no solo tiene un componente material, sino también un componente espiritual. Por ello, debe surgir en nuestro corazón el siguiente cuestionamiento: ¿Realmente quiero imitar a Jesús? ¿Nos conmueve los sufrimientos de nuestros hermanos; qué hacemos ante esas situaciones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acoger plenamente la invitación del Señor a amarlo a través del prójimo, comprendiendo a cabalidad que Nuestro Señor Jesucristo está escondido en todo hermano necesitado.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que la creación entera, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.

Amado Jesús, Rey de la gloria, haz de nuestra existencia en la tierra una incansable peregrinación de caridad con nuestros hermanos más débiles, para que, llegados finalmente al umbral de tu Reino, podamos oír la invitación: Venid, benditos.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Crisóstomo:

«El paraíso, cerrado durante miles de años, “hoy” ha sido abierto por la cruz. Porque “hoy” Dios ha introducido en el paraíso al buen ladrón. Se realizan dos milagros: abre el paraíso para que entre un ladrón. Hoy, Dios nos ha devuelto a nuestra vieja patria, hoy nos ha reunido en la ciudad de nuestro origen, hoy ha abierto su casa a la humanidad entera.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¿Qué dices aquí, Señor? Estás crucificado, clavado, ¿y prometes el paraíso? Sí, para que aprendas cuál es mi poder en la cruz. Porque no fue resucitando a un muerto, dominando la tempestad del mar, echando demonios, sino crucificado, clavado, cubierto de salivazos e insultos, burlado y ultrajado como ha podido cambiar la situación espiritual del ladrón, para que veas los dos aspectos de su poder. Hizo estremecer a toda la creación, hendió las rocas y atrajo hacia sí al ladrón, más duro que una piedra.

Seguro que ningún rey permitiría nunca que un ladrón u otro malhechor se sentasen con él a la hora de la solemne entrada en una ciudad. Pero Cristo lo ha hecho: cuando entra en su santa morada lleva consigo al ladrón. Actuando así no menosprecia el paraíso, no lo deshonra por la presencia de un ladrón. Al contrario: honra el paraíso, porque es una gloria para el paraíso tener un amo que pueda convertir a un ladrón en un ser digno de gustar sus delicias.

Lo mismo cuando conduce al reino de los cielos a los publicanos y prostitutas: no es un desprecio sino un honor, ya que muestra que el amo del reino de los cielos es poderoso como para hacer dignos de tales dones y honores a los publicanos y prostitutas».

Hermanos, oremos: Señor, me comprometo a imitar tu compasión haciendo obras de misericordia en favor de las personas más necesitadas, dando mi tiempo para reconfortarlas, compartiendo mi pan con el hambriento, aplacando la sed del sediento, siendo hospitalario con quien lo necesite, vistiendo a quien le falte abrigo, y apoyando al enfermo y al encarcelado.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.