LUNES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA

«En verdad les digo, esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Lc, 21,3-4.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el ánfora de las ofrendas; vio también a una viuda pobre que echaba dos moneditas, y dijo: «En verdad les digo, esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Oh, Virgen, Madre de Dios, Inmaculada María, nos ofrecemos y consagramos a ti, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que esta Medalla sea para cada uno de nosotros, prenda del amor que nos tienes, y nos recuerde nuestros deberes para contigo. Que siempre que la llevemos nos bendiga tu amorosa protección, y nos conserve en la gracia de tu Hijo. Oh, Virgen poderosa, consérvanos siempre a tu lado en todos los instantes de nuestra vida. Concede a estos hijos, la gracia de una buena muerte, para que en unión contigo podamos gozar para siempre de la eterna felicidad. Amén».

Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa. El 27 de noviembre de 1830, Nuestra Santísima Madre se apareció a Santa Catalina Labouré: la Virgen estaba vestida de blanco, junto a ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Santísima Madre abrió sus manos y de sus dedos salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra.

Entonces, alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y una voz dijo a Catalina: «Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven sentirán la protección de la Virgen», y apareció una M; sobre la M, una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María, que es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.

El texto de hoy, denominado “La ofrenda u óbolo de la viuda”, también se encuentra en Marcos 12,41-44. En aquel tiempo, las ánforas del templo recibían mucho dinero para el sustento del clero y conservación del templo, así como para ayudar también a los pobres. La práctica de la limosna era muy importante para los judíos.

El pasaje evangélico presenta el contraste de las ofrendas que echaban los ricos y lo que echó la viuda que puso dos monedas, lo único que tenía para vivir. En el evangelio de San Marcos se señala que las monedas eran de muy poco valor.

En este episodio, Jesús, al llamar la atención de los discípulos hacia el gesto de la viuda, les enseña a los discípulos y a nosotros dónde se manifiesta la voluntad de Dios: en los pobres y en el compartir. Además, Jesús ilustra un aspecto fundamental en la vida del cristiano: la calidad de las ofrendas. Ya no es lo valioso, lo ostentoso, lo aparentemente grande ni lo poderoso, la medida para juzgar las acciones del cristiano, sino el amor, el desprendimiento, la generosidad y, sobre todo, la fe y la convicción de que entregándolo todo por el reino. Es decir, con una vida solidaria, fraterna, e igualitaria, seremos considerados Hijos de Dios y, además, nadie quedará desposeído ni desprotegido.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Toda limosna y ofrenda es una forma de reconocer que todos los bienes y dones que administramos pertenecen a Dios; que no nos pertenecen. Sin embargo, el mundo promueve la acumulación de riquezas; por ello, observamos las grandes brechas sociales y económicas que existen en la humanidad. Por un lado, hay personas que despilfarran el dinero en la adquisición de bienes innecesarios y, por otro lado, una importante proporción de la población mundial no puede satisfacer las necesidades mínimas de alimentación, salud y educación.

En el texto de hoy, la viuda pobre cambia el concepto de limosna por el de desprendimiento, la solidaridad y la entrega total: lo entrega todo, lo arriesga todo. En cambio, los ricos del texto no arriesgaron nada en favor del hermano ni en la entrega a Dios.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Cómo es nuestra limosna? ¿Qué arriesgamos en favor de nuestros hermanos y en nuestra entrega a Dios? ¿Administramos nuestros dones y bienes de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué hacemos frente a la dura realidad que vive una importante proporción de la población, que no satisface sus necesidades mínimas de alimentación, salud y educación? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden participar en la construcción de una sociedad más solidaria y fraterna, siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, te pedimos aumentes nuestra fe en ti, para emplear los bienes y dones que nos has encargado en favor de la extensión de tu reino, siendo desprendidos, solidarios y fraternos con nuestros hermanos más necesitados.

Espíritu Santo, inspira en la humanidad un amor más profundo por todos nuestros semejantes, para que los gobernantes de todos los países tengan siempre la opción preferencial por los más necesitados.

Amado Jesús, ten piedad de los difuntos y ábreles la puerta de la mansión eterna.

María Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre la Virgen María, detengámonos en su confianza, disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad y repitamos en nuestro corazón:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava, pues mira, desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho cosas grandes por mí. Él es santo y su misericordia llega a sus fieles, generación tras generación, su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Amén».

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Teodoro de Mopsestia:

«Es significativo el episodio de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo “todo lo que tenía para vivir”. Sus insignificantes monedas se convierten en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee, sino lo que es: toda su persona.

Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días que preceden inmediatamente a la pasión y muerte de Jesús, el cual, como señala San Pablo, “se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza”; se entregó él mismo por nosotros. Siguiendo sus enseñanzas, podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándolo, estaremos dispuestos a dar no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos nosotros mismos.

¿Acaso no se resume todo el evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica de la limosna se convierte en un medio para profundizar en nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira distintos modos de dar, según las posibilidades y las condiciones de cada uno».

Hermanos: que la celebración de Nuestra Santísima Madre, en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa, nos llene de alegría y aliente a seguir en el camino para llegar al cielo. Por ello, acudamos a la misericordia divina, asistamos a la Santa Eucaristía y a la Adoración del Santísimo Sacramento, pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Oremos: Amado Señor, nos comprometemos a cumplir tus enseñanzas siendo solidarios y promoviendo la fraternidad, asumiendo riesgos en la entrega total a ti y en la ayuda a nuestros hermanos más necesitados.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.