JUEVES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN ANDRÉS, APÓSTOL

«Vengan y síganme, y los haré pescadores de hombres» Mt 4,19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4,18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llamaban Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Vengan y síganme, y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano para hacerle partícipe de su descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo. ¿Ves de qué manera manifiesta todo lo que había aprendido en tan breve espacio de tiempo? Pues, por una parte, manifiesta el poder del Maestro que les ha convencido de esto mismo y, por otra, el interés y la aplicación de los discípulos, quienes ya desde el principio se preocupaban de estas cosas. Son las palabras de un alma que desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia. Comunicarse mutuamente las cosas espirituales es señal de amor fraterno, de entrañable parentesco y de sincero afecto» (San Juan Crisóstomo).

Hoy, a pocos días del inicio del nuevo año litúrgico, celebramos la fiesta de San Andrés, el primer llamado por Jesús. Su nombre significa “valeroso”. Andrés predicó en Grecia, el mar Negro y el Cáucaso, llegando a ser obispo de Bizancio; por ello, se le considera el patriarca de la Iglesia ortodoxa griega. Dio ejemplo heroico de amor al signo de la cruz; murió martirizado durante el reinado de Nerón en el año 60. Cuenta la tradición que fue amarrado en una cruz en forma de X, desde la que predicó durante dos días; por eso es llamado el “apóstol de la cruz”.

De acuerdo con Juan 1,29-51, Andrés primero fue discípulo de Juan Bautista y decidió seguir a Jesús cuando Juan Bautista exclamó de Jesús: «Este es el cordero de Dios». Andrés le comunicó a Pedro, su hermano, que había descubierto al Mesías. Jesús los llamó a orillas del lago de Galilea para ser «pescadores de hombres».

El evangelista Juan señaló la hora del encuentro decisivo de Jesús con Andrés: «Eran las cuatro de la tarde», dice en el versículo 39. Andrés, al aceptar la invitación del Señor, accedió a la mayor gracia que puede recibir cualquier ser humano.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Hay llamadas de Nuestro Señor Jesucristo que son categóricas, como la de Andrés y Pedro; otras son silenciosas y con mucha dulzura; otras son fulminantes, como la de Pablo. Cuando el Maestro nos dice: «¡Sígueme!» y aceptamos el don inmerecido de este llamado y, con alegría vamos tras de Él, encontramos el verdadero sentido a nuestra vida y se ilumina nuestro presente y futuro. Si no, veamos a Andrés, que lleno de felicidad, de acuerdo con el evangelio de San Juan, fue presuroso y feliz a buscar a su hermano Pedro y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús.

Esta es nuestra tarea: llevar a los pies de Nuestro Señor Jesucristo a nuestros familiares, amigos y a cualquier persona, y debemos hacerlo con gozo, porque quien encuentra a Nuestro Señor Jesucristo lo encuentra para todos. Es una vocación irresistible, es el discipulado permanente, es para toda la vida.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Aceptamos el llamado de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Cuál es la intensidad de nuestra vocación de seguimiento a Nuestro Salvador? ¿Lo seguimos realmente? ¿Llevamos a otras personas hacia Nuestro Salvador? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a meditar la prontitud y radicalidad con la que los primeros discípulos siguieron a Jesús y nos impulsen a aceptar el llamado de Nuestro Señor Jesucristo y a llevar a Él a nuestro prójimo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, humildemente pedimos a tu majestad que, así como san Andrés, apóstol de tu Iglesia, brilló como predicador y pastor, sea también nuestro perpetuo intercesor delante de ti.

Amado Jesús, concédenos el mismo espíritu que acompañó a Andrés y a los primeros discípulos, para que dejando de lado lo que nos aparta de ti, seamos tus fieles seguidores.

San Andrés, intercede por nosotros para que, con mucho amor, sigamos tus enseñanzas con mansedumbre y humildad. Que aprendamos de ti a amar la cruz que llevamos para dar testimonio de Cristo.

Espíritu Santo, fortalece la perseverancia de las comunidades cristianas para anunciar el Reino de los cielos y seguir con la misión de acercar a la humanidad a Nuestro Señor Jesucristo. Santo Espíritu, inflama los corazones de todas las personas con el fuego de tu amor para que todos sintamos la vocación irresistible de seguir a Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Santa Madre de Dios, Reina de la paz, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de Basilio de Seleucia:

«Andrés fue el primero en reconocer al Señor como su Maestro…; dejó atrás las enseñanzas de Juan Bautista para entrar en el seguimiento de Cristo… A la luz de la lámpara (Jn 5,35), buscaba la verdadera luz; bajo su leve resplandor, se ocultaba el esplendor de Cristo… De maestro que era, Juan Bautista se convirtió en servidor y heraldo de Cristo presente ante él: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Este es el que salva de la muerte; éste es el que destruye el pecado. Yo soy el enviado, no el esposo, pero soy el que acompaña al esposo (Jn 3,29). Yo he venido como servidor, no como maestro.

Empujado por estas palabras, Andrés abandona su antiguo maestro y corre hacia aquel que éste anunciaba… su deseo se manifiesta en su diligencia… llevando consigo a Juan, el evangelista. Los dos abandonan la antorcha para seguir al sol… Andrés es la primera planta del jardín de los apóstoles, es él quien abre la puerta a la enseñanza de Cristo, él es el primero en recoger los frutos del campo cultivado por los profetas… Fue el primero en reconocer al profeta del cual Moisés había dicho: “El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis” (Dt 18,15) … Reconoció a aquel que anunciaron los profetas y condujo a su hermano Pedro hacia él. Le muestra a Pedro su tesoro: “Hemos encontrado al Mesías (Jn 1,14), a aquel que anhelábamos. Esperábamos su venida: ven ahora a gustar de su presencia” … Andrés conduce a su hermano a Cristo… Era su primer milagro».

Hermanos, dirijámonos a Nuestro Salvador y digámosle: Amado Señor Jesús, nos comprometemos a seguirte como discípulos tuyos en nuestras familias, vecindad, centros de estudio y de trabajo, comunidades y por donde vayamos; así mismo, queremos conducir hacia a ti a nuestros hermanos que se han distraído un poco y están alejados de ti.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.