MIÉRCOLES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios» Lc 21,13-15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,12-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, entregándolos a las sinagogas y a las cárceles, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi Nombre. Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios. E incluso serán traicionados por sus padres, y parientes, y hermanos, y amigos. A algunos de ustedes los matarán, y todos los odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de su cabeza se perderá; gracias a su perseverancia, salvarán sus vidas».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«A lo largo de dos mil años, la Iglesia ha seguido teniendo esta misma experiencia: los cristianos han sido calumniados, odiados, perseguidos, llevados a la muerte. ¡Cuántos mártires, de todos los tiempos, también del nuestro, nos estimulan con su admirable ejemplo! Y no sólo mártires de sangre, sino también los mártires callados de la vida diaria, que están cumpliendo el evangelio de Jesús y viven según sus criterios con admirable energía y constancia. Jesús nos lo ha anunciado, en el momento en que él mismo estaba a punto de entregarse en la cruz, no para asustarnos, sino para darnos confianza, para animarnos a ser fuertes en la lucha de cada día: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

El amor, la amistad y la fortaleza -y nuestra fe- no se muestran tanto cuando todo va bien, sino cuando se ponen a prueba. Nos lo avisó: “si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15,20), pero también nos aseguró: “os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí; en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)» (José Aldazabal).

El pasaje evangélico de hoy se encuentra a continuación del texto que meditamos ayer, sobre “la destrucción del templo” o “primeras señales del fin de los tiempos”. Jesús presenta la persecución de sus discípulos como una gran señal precursora de la plena manifestación de Reino de Dios. La persecución no debe ser un estímulo para huir de la sociedad, sino el camino para llegar al cielo. Como señala San Pablo a Timoteo, todo aquel que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido; esto es porque seguir a Jesús es un proceder que desentona con los criterios y la lógica mundana.

Por eso Jesús hace un llamado a testimoniar su amor, y señala la forma cómo enfrentar las pruebas extremas de seguimiento a sus enseñanzas, ya que, en esos momentos, será el Espíritu Santo, el Paráclito, quien argumente a través de sus discípulos. De esta manera, empieza a ser efectiva la bienaventuranza de la persecución por causa de Nuestro Señor Jesucristo porque, ante cualquier adversidad, sabemos que la Santísima Trinidad está con nosotros: «Ni un cabello de su cabeza se perderá; gracias a su perseverancia, salvarán sus vidas». El Espíritu Santo nos dará un espíritu tenaz, innovador, transformador y fraterno.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos llama a vivir responsablemente; para ello, debemos invocar siempre al Espíritu Santo quien nos garantiza la capacidad de resistir las pruebas extremas, incluyendo la persecución. También nos llama a la perseverancia final acompañada de la vigilancia, de la oración y de las obras de misericordia, porque es inevitable el antagonismo ente la luz y las tinieblas, entre Nuestro Señor Jesucristo y el padre de la maldad, entre la verdad y la mentira, entre el amor y el egoísmo, entre la libertad y la esclavitud del pecado.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Invocamos al Espíritu Santo en nuestras actividades diarias y cuando atravesamos tribulaciones? ¿Testimoniamos con valentía a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a tener un optimismo infatigable, fortaleciendo nuestro espíritu con la gracia de Dios, especialmente en las tribulaciones, y animando siempre nuestra esperanza al practicar el bien a los demás.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, envíanos tu Santo Espíritu para alentar la fidelidad de las comunidades cristianas, haciendo vigorosa nuestra fe y dando testimonio valiente de tu amor.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una carta de San Cipriano:

«Os exhorto a que perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la gloria del cielo… continuad por vuestra fortaleza espiritual hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo Señor que dijo: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se preocupe ahora de la muerte sino de la inmortalidad, ni del sufrimiento temporal sino de la gloria eterna, ya que está escrito: “Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles” (Sal. 115,15 Vulgata) … Y también, cuando la sagrada Escritura habla de los tormentos que consagran a los mártires de Dios… afirma: “La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad… Gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente” (Sabiduría 3,4.8). Por tanto, si pensáis que habéis de juzgar y reinar con Cristo Jesús, necesariamente debéis de regocijaros y superar las pruebas de la hora presente en vista del gozo de los bienes futuros…

El mismo Señor ha sido en sí mismo el ejemplar para todos ellos, enseñando que ninguno puede llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna” (Jn 12,25) … También el apóstol Pablo nos dice que todos los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo: “Somos hijos de Dios —dice—y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados” (Rm 8,16s)».

Queridos hermanos: dirijámonos a la Santísima Trinidad con el siguiente propósito: realizar actos de humildad y mantenernos firmes y valientes en nuestro seguimiento a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.