MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

«¿Cuántos panes tienen?» Mt 15,34.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15,29-37

En aquel tiempo, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí. Acudió a él mucha gente llevando consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los pusieron a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y a los ciegos recobrar la vista, y daban gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar de este despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces». Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastas llenas.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Miremos a Jesús, cómo se compadece de la multitud que le sigue sin acordarse del sustento necesario. Y cómo realiza el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, que es símbolo de la Eucaristía, como lo ha entendido toda la tradición de la Iglesia. En la Santa Misa hemos de integrarnos, con todo lo que somos y tenemos, en las necesidades de nuestros hermanos. Hemos de ayudarlos. La ofrenda de nuestras acciones, de nuestros sufrimientos, de nuestras alegrías, de nuestro trabajo, durante la celebración eucarística vienen a ser parte integrante del sacrificio, unidos nosotros a Cristo, teniendo sus mismos sentimientos. Hemos de participar en la Santa Misa con mente y corazón, con plena disponibilidad, para identificar siempre nuestra voluntad con la voluntad de Dios» (Manuel Garrido Bonaño).

El pasaje de evangélico de hoy se denomina “Jesús sana y alimenta a mucha gente” y está compuesto por dos segmentos: el primero, que comprende los versículos del 29 al 31, presenta un resumen de la actividad sanadora de Jesús: a Él lo siguen multitudes, hombres y mujeres necesitados de sanación corporal y espiritual; en suma, personas necesitadas de liberación. La gente se admira y da gloria a Dios por las sanaciones que observa y recibe. El segundo segmento, ubicado entre los versículos 32 al 37, que se encuentra también en Marcos 8,1-10, presenta un diálogo entre Jesús y sus discípulos sobre las necesidades de alimentación de las personas que lo siguen y la compasión que Él siente por ellas. Este diálogo deriva en el milagro de la multiplicación de los panes que se realiza en favor de los paganos y ocurre en el monte.

En este prodigio, todos fueron llamados a participar del banquete mesiánico que se simboliza en la abundancia del pan ofrecido y repartido por Jesús a través de sus discípulos, que representan a la Iglesia universal. Jesús se compadece de toda la gente necesitada del alimento espiritual y corporal.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«Dios colma el espíritu y las manos de los hombres a fin de que los tengan abiertos para distribuirlos a su vez. Por eso el evangelio señala “Tomo los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y se los iba distribuyendo a los discípulos, y estos a la gente”. La posición de la Iglesia, que recibe de lo alto y transmite hacia abajo, está expresada con claridad. De ahí que cada hombre, sobre todo cada ministro de Dios deba estar unido, por arriba, a Dios con la oración y con la meditación, y abierto, por abajo, a la muchedumbre con el amor y con la comprensión. Si la misión y el espíritu se funden en unidad, se cumple la voluntad de Cristo» (Richard Gutzwiller).

Nuestro Señor Jesucristo nos invita a sentarnos a la mesa con Él, a compartir con todos nuestros hermanos. «¿Cuántos panes tienen?», también nos pregunta el Señor a nosotros. Él no excluye a nadie, desea que compartamos lo que tenemos y también lo que somos para construir una tierra nueva.

Así como mucha gente llevaba ante los pies de Jesús a muchas personas necesitadas de salud espiritual y corporal, así también nosotros debemos llevar hacia Jesús a nuestros hermanos que están alejados de los preceptos cristianos. Lo podemos hacer a través de la oración, o también, mediante una invitación expresa para que nuestros hermanos acudan a las comunidades orantes y se acerquen al Rey de reyes.

Todos los creyentes deben enseñar a quienes no tienen fe y a los enfermos a postrarse ante Nuestro Señor Jesucristo para recuperar la salud del cuerpo y del alma. La fe y el compartir, motivados por la compasión de Nuestro Señor Jesucristo, son el fundamento para la generación del milagro.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Tenemos compasión por los problemas que aquejan a las personas más necesitadas? ¿Nos compadecemos por el futuro de la humanidad sino cambiamos nuestros hábitos de consumo? ¿A qué nos sentimos llamados en este Adviento? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser más solidarios de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor y Dios nuestro, prepara nuestros corazones con tu poder divino, para que cuando llegue Cristo, tu Hijo, nos encuentre dignos del banquete de la vida eterna y merezcamos recibir de su mano el alimento celestial.

Padre eterno, Padre lleno de amor, te pedimos por las comunidades cristianas para que, llenas de asombro y alegría, reciban el pan de la salvación y lo distribuyan a toda la humanidad que tiene hambre y sed de Nuestro Señor Jesucristo. Padre eterno, por tu inmenso amor, dígnate dar y conservar los frutos de la tierra para que a nadie le falte el pan de cada día.

Amado Jesús, te alabamos y te bendecimos, y te damos gracias por tanta bondad y misericordia, por todas las obras que has hecho en nuestras vidas, enséñanos a compartir con nuestros hermanos más necesitados los bienes espirituales y materiales que has puesto en nosotros. Bendito seas por siempre amado Señor.

Amado Jesús, ten piedad de los difuntos y ábreles las puertas de tu mansión eterna.

María, Madre Santísima, Madre del Adviento, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Carlos de Foucauld:

«En la Santa Comunión, Dios nos habita físicamente. Como lo hicieron María, José, Magdalena, tocamos con nuestros labios el cuerpo de Nuestro Señor… La Eucaristía no es solamente el “beso” de Jesús, la consumación de nuestro “matrimonio” con él. La Eucaristía nos hace sagrarios vivos, portadores de Dios. Jesús está en la mesa de nuestros altares “todos los días hasta la consumación de los siglos” como un “Dios con nosotros” que se ofrece en todo momento en todos los lugares de la Tierra. Él se hace pan eucarístico para nuestra mirada, nuestra adoración y nuestro amor. Su permanente presencia ilumina con dulzura la noche de nuestra vida… Dios con nosotros. Dios en nosotros. Eso es la Eucaristía. Dios que se da en todo momento para que lo amemos, lo adoremos, lo abracemos y lo poseamos. ¡A él sea la gloria, la alabanza y el honor por los siglos de los siglos!».

Hermanos: hagamos el compromiso de participar en la Sagrada Eucaristía y alimentarnos del Pan de los ángeles; así mismo, invocando la fuerza del Espíritu Santo, acerquemos a Nuestro Señor Jesucristo a los hermanos que se encuentran distanciados.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.