DOMINGO DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO B

«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo». Mc 1,7-8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,1-8

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino Señor, allanen sus senderos”». Apareció Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de conversión el perdón de los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«En Jesús se lleva a cabo el gran encuentro entre las expectativas y el Esperado, en el que las esperanzas del hombre ya no se pueden ver decepcionadas, porque el Esperado es el “más fuerte”. Jesús será el que “bautizará con el Espíritu Santo”: él será, en la primitiva comunidad, el que da el Espíritu Santo y dará comienzo a la nueva comunidad de los redimidos comunicando un corazón nuevo. De hecho, la conversión a la que invitaba el bautismo de Juan orientaba al hombre viejo hacia el nuevo, el Mesías. La conversión predicada por Jesús se basa en la novedad absoluta del corazón, recreado por el mismo Dios: el Espíritu Santo. Jesús es el cumplimiento, Jesús es la fuerza de Dios, Jesús es la novedad absoluta de la historia» (Enrico Masseroni).

Hoy, en el segundo domingo de Adviento meditamos la profecía que anuncia la primera venida de Nuestro Señor Jesucristo. El texto se sitúa al comienzo del evangelio de Marcos en el que narra cómo empezó el anuncio de la Buena Nueva. Nuestro Señor Jesucristo es el enviado de Dios Padre para encauzar la historia de la humanidad hacia su salvación; es el Hijo de Dios vestido de nuestra condición humana.

El pasaje evangélico también presenta las credenciales divinas de Jesús con un doble testimonio del profeta del desierto, Juan Bautista. En el primero, a través de la bella metáfora de no ser digno de desatar sus sandalias, y en el segundo, mediante la diferencia de su bautismo con agua y el bautismo de Jesús que iba a ser enriquecido con el Espíritu Santo.

El texto nos invita a pensar en nuestro futuro y busca seducirnos para que abramos nuestro corazón a la Buena Nueva que solo encontraremos en Nuestro Señor Jesucristo, novedad absoluta del corazón. El Señor viene, preparemos el camino para su llegada.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«¡Preparad el camino al Señor! ¡Enderezad sus senderos! Que esto se realice en el sacramento de la reconciliación en la humilde y confiada confesión de Adviento, a fin de que ante el recuerdo de la primera venida de Cristo, que es Navidad, y a la vez en la perspectiva escatológica de su Adviento definitivo, el pecado quede eliminado y expiado, para que la Iglesia pueda proclamar a cada uno de vosotros que ha terminado la esclavitud, y que el Señor Dios viene con fuerza» (San Juan Pablo II).

Cuando una persona descubre en Nuestro Señor Jesucristo al Dios amigo, al defensor de los últimos, de los postergados, a la esperanza de los perdidos, al Señor de todos los pueblos, sabe que no encontrará una noticia mejor. Cuando una persona conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano, digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande. Esta Buena Nueva es Jesús mismo. Por eso, la invitación y orientación de Juan Bautista es válida para nuestros tiempos porque nos ayuda a mirar, a escuchar y a amar a Nuestro Señor Jesucristo en medio de nuestros desiertos.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Aceptamos la categórica invitación a vivir de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Realizamos exámenes de conciencia individuales y colectivos para reconocer nuestros errores y pecados? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo es la fuerza de Dios Padre, es el amor de los amores, es la bondad y misericordia infinita, es la novedad absoluta de la historia. Así mismo, que podamos identificar creativamente, a la luz del Espíritu Santo, las acciones concretas para ayudar a nuestros hermanos más necesitados a acercarse y conocer a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios Todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida.

Amado Jesús, gracias por el Espíritu Santo con el que hemos sido bautizados. Él riega nuestros desiertos con ríos de agua viva y nos impulsa a seguirte con una vida de servicio a los demás.

Amado Jesús, en este Adviento, concede tu Santo Espíritu a todas las comunidades cristianas para que tengan la fuerza testimonial de tus apóstoles y acerquen a la humanidad hacia ti, que eres la fuente infinita de la misericordia.

Amado Jesús, otorga a los difuntos la felicidad de formar parte del reino de los cielos, en compañía de Nuestra Santísima Madre y de todos los santos.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Taumaturgo:

«Jesús fue a Juan para que lo bautizara. Juan dijo: ¡Soy yo quien tengo que ser bautizado por ti! En tu presencia, Señor, no me puedo callar, porque “yo soy la voz, y la voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor. Soy yo el que necesita que tú me bautices ¿y tú vienes a mí?”

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios; eres el reflejo resplandeciente de la gloria del Padre, la expresión perfecta del Padre; eres la verdadera luz que ilumina el mundo; tú, que, aunque estabas en el mundo, viniste donde ya estabas; tú, que te hiciste carne, pero que habitas en nosotros y que te mostraste a tus siervos en condición de siervo; tú, que uniste la tierra y el cielo con tu santo nombre como puente; ¿Eres tú quien vienes a mí? ¿Tú, que eres tan poderoso en comparación a mi pobreza? El rey hacia el servidor, el Señor hacia el servidor.

Yo sé cuál es el abismo entre la tierra y el Creador, cuál es la diferencia entre el barro de la tierra y el que la ha modelado. Yo sé que tú eres el sol de justicia mayor que yo, que soy la lámpara de tu gracia. Y mientras estás cubierto por la nube de tu cuerpo puro, yo, sin embargo, reconozco mi condición de siervo, que proclama tu gloria. Yo no soy digno de desatar la correa de tus sandalias. Y ¿cómo me atrevo a tocar tu cabeza? ¿Cómo extenderé la mano sobre ti, que has extendido los cielos como una tienda de campaña y que has afianzado las aguas sobre la tierra? ¿Qué oración voy a hacer sobre ti, que acoges las oraciones de aquellos que te ignoran?».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de cambiar nuestra actitud depurando todo aquellos que impide la entrada de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas. Dejemos que la fuerza poderosa de su Palabra ingrese en nuestras mentes y corazones, y se haga realidad a través del servicio a los demás. Ayudemos también, creativamente, a que la caridad que exhibimos en diciembre por la Navidad se extienda durante todo el año.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.