SÁBADO DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN

«Lo que han recibido gratis, denlo gratis» Mt 10,8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,35-10,1.6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y pueblos enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver Jesús a la multitud, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla». Y llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Vayan a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Tras haber concedido la autoridad de la predicación y la facultad de avalarla con los milagros, dice nuestro Redentor: “Lo que han recibido gratis, denlo gratis” (Mt 10,8)» (San Gregorio Magno).

Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en Cuauhtitlán, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en el Tepeyac, se le apareció María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, mientras Juan Diego se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante, la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Fue beatificado en 1990 y canonizado el 31 de julio de 2002 por San Juan Pablo II, quien llamó a Juan Diego «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac».

El evangelio de hoy nos comunica a Jesús mismo, hoy escuchamos los latidos de su corazón. Su mirada se fija en las multitudes con una compasión infinita y nos invita a compartir su mismo amor por la humanidad, confiándonos el doble mandato de la oración y de la misión, porque para él, tener autoridad significa tener compasión, bondad y amor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El texto de hoy resalta la importancia que tiene la misión de los doce apóstoles, que simbolizan a los pastores y comunidades de la Iglesia. El llamado de Jesús a los misioneros y su envío tiene un carácter universal porque es imperioso anunciar la buena nueva y cuidar la vida en todas sus dimensiones. Proclamar el reino significa también tener la certeza de que el reino está entre nosotros y que formamos parte de él.

El poder, las gracias y el amor de Nuestro Señor Jesucristo se transmite íntegramente a sus discípulos, y estas gracias se extienden en la actualidad a todos los discípulos del Señor, según la voluntad del Espíritu Santo. Por ello, todos los dones que hemos recibido de Dios debemos ejercitarlos y brindarlos gratuitamente a nuestros hermanos, en el Santísimo Nombre de Jesús.

Han existido momentos en los que también nosotros éramos “ovejas sin pastor”, pero la mirada de Nuestro Señor Jesucristo nos alcanzó y nos señaló el camino de la vida eterna. Sin embargo, hay muchos hermanos que se han distraído y andan por la vida sin un objetivo existencial; a ellos quiere llegar Nuestro Señor Jesucristo, el Señor de la Vida, a través de nosotros.

Conscientes de que las recomendaciones de Jesús son muy diferentes a los criterios del mundo, intentemos responder: ¿Cumplo y defiendo los criterios de la misión enunciados por Nuestro Salvador? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser misioneros activos de Nuestro Señor Jesucristo, porque todos estamos llamados a la misión de llevar la Palabra de Dios y su amor a toda la humanidad. La misión no es fácil, pero sí es posible con la ayuda de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que manifestaste el amor de la Santísima Virgen María hacia tu pueblo por medio de san Juan Diego, concédenos por su intercesión que, dóciles a las recomendaciones de nuestra Madre de Guadalupe, podamos cumplir siempre tu voluntad.

Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, inspira y fortalece a la Iglesia en la misión de llevar el Evangelio y la misericordia a toda la humanidad. Te rogamos que envíes más obreros para la misión y que la novedad del Evangelio sea aceptada por toda la humanidad.

Amado Jesús: a través de tu Santo Espíritu, concédenos también a nosotros la gracia de ser misioneros anunciadores de la alegría de la salvación que eres tú, amado Señor.

Amado Jesús, te suplicamos, ilumines a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Manuel Garrido Bonaño:

«Jesús se compadece de la muchedumbre. La misión de Jesús se prolonga por medio de sus discípulos. Es para Cristo y para ellos la hora de la compasión con los hermanos, los hombres y mujeres de todos los tiempos. ¡Cuántos marchan por la vida como ovejas sin pastor! Necesitan de nuestra ayuda. Todo cristiano ha de ser necesariamente misionero, aunque en esto existan grados y modos diversos. Todos estamos obligados a difundir el mensaje de salvación, con nuestras oraciones y sacrificios, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo.

Con gran corazón, con inmenso amor hagámonos solidarios de todos los males y sufrimientos de los hombres que nos rodean y de los que viven a mucha distancia de nosotros. Todos son hermanos nuestros y a todos debe llegar nuestra ayuda. “A Ti levanto mi alma”. Tal es el clamor que debe brotar de nuestro corazón en este tiempo de Adviento al contemplar tanta miseria moral en nosotros y en todos los hombres. Ningún poder humano puede darnos la redención verdadera, la liberación que en realidad necesitamos todos los hombres. Únicamente Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, nos la puede dar, sólo Él nos puede salvar».

Hermanos: pidamos hoy la intercesión de San Juan Diego para que el Espíritu Santo nos inspire y fortalezca al anunciar que el Reino libera a la gente de sus penas y sufrimientos, que da la vida, que contagia la felicidad. Hagamos el compromiso de trabajar cristianamente por una sociedad de paz, de justicia y amor.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.