JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO B

SAN JUAN DE LA CRUZ, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él». Mt 11,11.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. Desde que apareció Juan el Bautista, hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y la gente violenta pretende apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto, hasta que vino Juan; y es que, lo acepten o no, él es Elías el que tenía que venir. El que tenga oídos que oiga».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Celebrar la venida de Dios, en la próxima Navidad, no es sólo cosa de sentimiento y de poesía. La gracia del Adviento, de la Navidad y de la Epifanía pide disponibilidad plena, apertura a la vida que Dios nos quiere comunicar. Supone, como predicaba Isaías y repetía el Precursor, preparar caminos, allanar, rellenar, enderezar, compartir con los demás lo que tenemos, hacer penitencia, o sea, cambiar de mentalidad. Si Navidad no nos cuesta ningún esfuerzo, será seguramente porque no hemos profundizado en su significado sacramental. El don de Dios es siempre a la vez tarea y compromiso. Es palabra de consuelo y de conversión» (José Aldazabal).

Hoy celebramos a San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia. Nació en Ávila en 1542. A los 21 años ingresó en el convento de los carmelitas y fue ordenado sacerdote en 1567. En ése mismo año se une a Santa Teresa en el movimiento reformador. En 1568 cambió su nombre por Juan de la Cruz. Sufrió prisión por sus intentos de reforma. Compuso las obras La noche oscura del alma y la Llama de amor viva. Murió en Úbeda en 1591; fue beatificado en 1675 por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII.

El alma de San Juan de la Cruz estaba inflamada por la luz de la sabiduría divina y el amor apasionado por Cristo crucificado. Su doctrina se resume en el amor por acompañar en el sufrimiento a Nuestro Señor Jesucristo y en el completo abandono del alma en Dios.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús señala que, comparado con personajes del Antiguo Testamento, no hay nadie más grande que Juan. Pero comparado con el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en el Reino es más grande que Juan. Esto porque creer en Jesús otorga una grandeza superior. Juan Bautista es el eslabón que une en Antiguo y el Nuevo Testamento.

Jesús habla también que «el Reino de los cielos sufre violencia», en alusión a la persecución de que han sido y son objeto quienes se comprometen con Jesús y con el Reino de Dios.

Estos textos de Adviento que elogian a Juan Bautista nos indican que una buena manera de prepararnos para la Navidad es meditar el ejemplo del profeta del Altísimo, quien cumplió la misión de preparar el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo, «el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,78-79).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos dice que el Reino de los cielos es otra denominación de la identidad que nos une a Él, a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo; es el tesoro que todos deseamos alcanzar en su máxima plenitud cuando llegue el momento extremo de nuestra vida. Ante este tesoro, todo lo que existe en el mundo entero, palidece.

Por ello, el anuncio y la presencia del reinado de Dios es un acontecimiento decisivo para nosotros que no deja espacio a la neutralidad, sino que nos emplaza a tomar una opción definitiva. Los que lo rechazan se oponen con violencia a sus mensajeros. Los que lo aceptamos tenemos que jugarnos la vida por su causa, tal como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Contribuimos a desterrar la violencia en nuestro entorno? ¿Cómo estamos preparando el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo en este Adviento? ¿Cuáles son las enseñanzas que recibimos de Juan Bautista? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser instrumentos de la paz del Señor, contribuyendo activamente a un mundo sin violencia y esperando con gozo a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que hiciste a San Juan de la Cruz, presbítero, insigne por su perfecta abnegación y amor a la cruz, concédenos imitarle siempre para llegar a la contemplación eterna de tu gloria.

Amado Jesús, enséñanos el camino de la humildad que tú has recorrido para llegar a nosotros; otórganos la fe para reconocer los signos de tu presencia en toda circunstancia, en las alegrías y en las pruebas.

Santísima Trinidad, acógenos entre los más pequeños de tu Reino y otórganos la gracia de responder al mal con el bien, evitando todo tipo de violencia.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu perdón.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre Inmaculada, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con la lectura de un fragmento de la publicación Opere, denominado “Insegnamenti spirituali de San Giovanni della Croce”:

«Decía san Juan de la Cruz que san Dionisia Areopagita escribió esa sentencia maravillosa que afirma: “La más divina de todas las obras divinas es cooperar con Dios en el bien de las almas”. Es decir, que la suprema perfección de cualquier ser en su jerarquía y en su grado es ascender y crecer, según su propio talento y sus propias capacidades, en la imitación de Dios y -lo que es más admirable y divino- en ser cooperadores de él en la conversión y en la redención de las almas.

En efecto, en esto brillan las obras propias de Dios, que es gran gloria imitar, y por eso Cristo nuestro Señor las llamó obras del Padre, cuidados de su Padre…

Añadía que es una verdad evidente que la compasión con el prójimo crece más cuanto más se une el alma a Dios por amor. En efecto, cuanto más ama el alma, más desea que este mismo amor sea amado y honrado por todos. Y cuanto más lo desea, más trabaja para ello, tanto en la oración como en todos los otros ejercicios necesarios que a ella le son posibles. Tanto es el fervor y la fuerza de su caridad que estos tales, poseídos por Dios, no se pueden restringir o contentar con su propia y sola ganancia; más aún, al parecerles poca cosa ir al cielo solos, buscan con ansias afectos celestiales y diligencias exquisitas para conducir con ellos a muchos. Eso nace del gran amor que tienen por Dios y es fruto y efecto propio de la oración y la contemplación perfectas».

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue su paz y humildad, para seguir y poner en práctica sus enseñanzas, ayudando siempre a otras personas a acercarse a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.