LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DE ADVIENTO (DOMINGO DE “GAUDETE”) – CICLO B
«Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Jn 1,27-28.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,6-8.19-28
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanen el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Amadísimos hermanos y hermanas… Reunidos en torno a la Eucaristía, comprendemos más fácilmente que la misión de toda comunidad cristiana consiste en llevar el mensaje del amor de Dios a todos los hombres. Por eso es importante que la Eucaristía sea siempre el corazón de la vida de los fieles… «Preparad el camino del Señor» (Jn 1,23). ¡Acojamos esta invitación del evangelista! La proximidad de la Navidad nos estimula a una espera más vigilante del Señor que viene, al tiempo que la liturgia de hoy nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo que imitar. Dirijamos la mirada a María, «causa» de nuestra verdadera y profunda alegría, para que nos obtenga a cada uno la alegría que viene de Dios y que nadie podrá quitarnos jamás. Amén» (San Juan Pablo II).
Nos encontramos en el tercer domingo de Adviento o “domingo de gaudete” o de la alegría, porque en medio de la espera se hace un alto y se recuerda que ya está próximo el gozo de la Navidad.
Hoy meditamos el texto denominado “Testimonio de Juan Bautista” del evangelista San Juan, que se ubica también en Lucas 3,1-18 y en Marcos 1,1-8, que meditamos el domingo pasado.
Hoy, Juan Bautista señala que Jesús ya está entre nosotros y presenta de manera condensada la personalidad del Salvador. Respecto a su identidad, describe con humildad el lugar que ocupa en el plan de Dios con un potente llamado: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanen el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías». Este pasaje presenta también la bella metáfora de Juan Bautista, de no ser digno de desatar sus sandalias, y reafirma la diferencia de su bautismo con agua y el bautismo de Jesús que iba a ser enriquecido con el Espíritu Santo.
En este “domingo de gaudete”, que toda nuestra fuerza expresiva manifieste a los cuatro vientos la alegría de la próxima Navidad, adhiriéndonos sin condiciones al llamado de Juan Bautista.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
¿Es posible hablar de alegría, esperar la alegría y cantar la alegría? Ahora tenemos necesidad de experimentar que Dios es alegría, amor, y que la infalible certeza de su presencia transforma nuestra oscuridad en luz, nuestra debilidad en fortaleza, nuestra tentación de desaliento y de tristeza en seguridad de gozo y de esperanza.
Conscientes de la esperanza salvadora de Nuestro Señor Jesucristo, respondamos las preguntas inquietantes que nos provoca Juan Bautista: ¿Allanamos el camino del Señor para nosotros y nuestros hermanos? ¿Conocemos a Nuestro Señor Jesucristo, lo seguimos? ¿La Navidad nos produce alegría cristiana? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo es la alegría esperanzadora y eterna, que es la novedad absoluta de la historia y, así, contribuyamos a que otras personas se acerquen y conozcan a Nuestro Salvador.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que contemplas cómo tu pueblo espera con fidelidad la fiesta del nacimiento del Señor, concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con solemnidad y júbilo desbordante.
Espíritu Santo, riega nuestros desiertos con ríos de agua viva e impúlsanos a seguir a Nuestro Señor Jesucristo cumpliendo sus enseñanzas.
Amado Jesús, en este Adviento, concede tu Santo Espíritu a todas las comunidades cristianas para que, como Juan Bautista, trabajen como voceros de tu Palabra.
Amado Jesús, otorga a los difuntos de todo tiempo y lugar la salvación eterna para que gocen de tu amor eterno, de la compañía de Nuestra Santísima Madre y de todos los santos.
Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Pablo II:
«El Adviento es un período litúrgico que pone de relieve la espera, la esperanza y la preparación para la visita del Señor. La liturgia de hoy, que nos propone la figura y la predicación de Juan Bautista, nos invita a este compromiso. Como hemos escuchado en el texto evangélico, Juan fue enviado para preparar a los hombres para al encuentro con el Mesías prometido: «Allanad el camino del Señor» (Jn 1, 23). Esta invitación del Bautista es para todos nosotros: ¡aceptémosla! Con alegría, apresuremos el paso hacia el gran jubileo, hacia el año de gracia durante el cual en toda la Iglesia resonará un gran himno de alabanza a Dios Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Hoy, mi pensamiento va espontáneamente al tiempo en que el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Cuando recordamos el gran acontecimiento de la Encarnación, no podemos menos de pensar que nuestro Dios está muy cerca de nosotros, más aún, entró en nuestra historia para redimirla desde dentro. ¡Sí! En Jesús de Nazaret, Dios vino a vivir en medio de nosotros, para «dar la buena noticia a los pobres, para vendar los corazones desgarrados, … para proclamar el año de gracia del Señor» (Is 61,1-2).
«Hermanos: estad siempre alegres» (1 Ts 5,16). Quisiera concluir con esta invitación a la alegría, que san Pablo dirige a los cristianos de Tesalónica. Es característica de este domingo, llamado comúnmente «Gaudete». Es una exhortación a la alegría que resuena ya en las primeras palabras de la antífona de entrada: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito: estad siempre alegres. El Señor está cerca».
Sí, amadísimos hermanos y hermanas, alegrémonos porque el Señor está cerca. Dentro de pocos días, en la noche de Navidad, celebraremos con gozo el bimilenario de su nacimiento. Que esta alegría penetre en todos los ámbitos de nuestra existencia.
Pidamos a María, la primera que escuchó la invitación del ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28), que nos sostenga en este programa de vida cristiana, sin olvidar jamás que todo creyente tiene la misión de testimoniar la alegría. María, Madre del Amor Divino, sea para todos nosotros causa de nuestra verdadera y profunda alegría. Amén».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de ser testigos de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas. Dejemos que la fuerza poderosa de su Palabra inspire nuestras ideas, proyectos y actividades.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.