FERIA PRIVILEGIADA DEL SÁBADO DE LA SEMANA III DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DE LA FERIA PRIVILEGIADA DEL SÁBADO DE LA SEMANA III DE ADVIENTO – CICLO B

«¿Qué llegará a ser este niño?» Lc 1,66.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente recuperó el habla y empezó a bendecir a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que la oían la grababan en su corazón diciéndose: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La voz de Juan, en este Adviento, nos invita a la vigilancia, a no vivir dormidos, aletargados, sino con la mirada puesta en el futuro de Dios, y el oído presto a escuchar la palabra de Dios. Haciendo nuestra la súplica que el Apocalipsis pone en boca del Espíritu y la Esposa: “Ven, Señor Jesús”. Cada Adviento es ponerse en marcha al encuentro del Dios que siempre viene. También en nuestra vida, como en la sociedad y el Templo de Israel, hay cosas que tienen que cambiar, actitudes que habría que purificar y caminos que necesitan enderezarse. Si preparamos la Navidad, por ejemplo, celebrando el sacramento de la reconciliación, entonces podremos cantar y celebrar litúrgicamente el Nacimiento de Jesús según los deseos de Dios» (José Aldazabal).

En la “feria privilegiada” de hoy meditamos el nacimiento de Juan Bautista, concebido por intervención de Dios Padre y a quien el mismo Dios le dio el nombre de Juan que significa “Dios ha tenido compasión”. Su nacimiento es portentoso porque su madre era estéril, su padre recuperó el habla y su nombre fue dado por Dios Padre, «Porque la mano del Señor estaba con él» desde el inicio de su existencia.

El relato del nacimiento de Juan Bautista anticipa el nacimiento de Jesús porque es el precursor. Un nacimiento que llega en un clima de gozo porque sus padres eran mayores, tanto que parecía imposible la procreación de un niño. Así mismo, la imposición de un nombre, rompiendo las tradiciones familiares de llamarlo como su padre, es un signo de la acción extraordinaria de Dios. El nombre Juan, significa «Dios ha tenido compasión».

La gente se preguntaba: «¿Qué llegará a ser este niño?»; Juan Bautista será la voz que anuncie la llegada del Salvador, tendrá una misión distinta a la de su padre Zacarías, será «el profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«La figura del Bautista, el precursor, en estas vísperas ya de la Navidad, sigue llamándonos a una conversión que abra nuestros corazones al Señor que viene, que quiere venir más dentro de nuestras vidas. Oigamos a San Juan Crisóstomo: “Si Juan, siendo tan santo, vivió entregado a una vida tan áspera, lejos de toda lujo y placer… ¿qué defensa habrá en nosotros que, después de tanta misericordia de Dios y tan grande carga de nuestros pecados, no mostramos ni la mínima parte de la penitencia del Bautista?… Apartémonos de la vida muelle y relajada, pues no hay modo de unir placer y penitencia”.

Reconociendo que somos pecadores, y que necesitamos absolutamente al Salvador, cantamos en Vísperas, en la antífona del Magníficat: “¡Oh, Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, Expectación y Salvador de las gentes! Ven, a salvarnos, Señor, Dios nuestro”» (Manuel Garrido Bonaño).

Muchas veces nosotros, al igual que Zacarías e Isabel, tenemos nuestros propios planes personales y familiares, y estamos acostumbrados a ciertos patrones de pensamiento y de acción; incluso, para nuestros hijos. Sin embargo, si abrimos los corazones con la ayuda del Espíritu Santo, nuestro espíritu y mente buscarán y comprenderán la voluntad de Dios en nuestras vidas y seremos capaces de percibir y ver la mano de Dios que nos conduce y acompaña en el cotidiano caminar.

La lógica divina supera toda capacidad de entendimiento humano y sus mecanismos de acción son muy variados; pero su acción se reconoce con la meditación de la Palabra y la oración constante. Y, aunque algunas veces no estemos de acuerdo con sus designios, el Espíritu Santo nos auxilia y nos ayuda a dominar las pasiones humanas y a comprender la voluntad de Dios.

Hermanos: meditando la lectura, intentemos responder: ¿Reflexionamos sobre nuestras acciones cotidianas a la luz de la Palabra y del Espíritu Santo o seguimos exclusivamente nuestra lógica humana? ¿Reconocemos la mano de Dios en nuestra vida? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a reconocer la acción divina en nuestras vidas, en especial, en las decisiones trascendentes; para así, seguir siempre las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Sigamos preparándonos para recibir a Nuestro Señor Jesucristo en esta Navidad con la disposición de servirle y amarle toda nuestra vida.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, al ver que se acerca el nacimiento de tu Hijo según la carne, te pedimos que nosotros, indignos siervos tuyos, recibamos la misericordia del Verbo, Jesucristo, Señor Nuestro, que se ha dignado encarnarse en la Virgen María y habitar entre nosotros.

Espíritu Santo, esposo de Nuestra Santísima Madre, enséñanos el camino que nos conduce a Nuestro Señor Jesucristo y a Dios Padre.

Amado Jesús, que tu nombre se anuncie hasta los confines de la tierra y te rogamos que te manifiestes a todos los que no te conocen para que vean tu salvación.

Amado Jesús, tú que viniste a la humanidad asumiendo nuestra humilde condición humana y vendrás de nuevo a juzgar al mundo en la Navidad cósmica, otorga el premio eterno a los difuntos.

Madre Santísima, Mansión de la divinidad inundada por el Espíritu Santo, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Orígenes:

«El nacimiento de Juan Bautista está rodeado de prodigios. Un arcángel anunció el advenimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesús; del mismo modo, un arcángel anuncia el nacimiento de Juan y dice: “Quedará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre”.

El pueblo judío no vio que el Señor obraba signos y prodigios y curaba sus enfermedades, pero Juan exulta de gozo en el seno materno. No se lo puede retener, y al llegar la madre de Jesús, el niño salta y quiere salir ya del seno de Isabel. “En cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno”. Estando todavía en el seno materno, Juan recibe el Espíritu Santo…

Por mi parte, pienso que el misterio de Juan se está cumpliendo en el mundo hasta el día de hoy. Todo el que esté destinado a creer en Cristo Jesús tiene que recibir antes el espíritu y el poder de Juan para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto; asimismo, tendrá que allanar los caminos y rebajar toda montaña o colinas en las asperezas del corazón. No era solo en aquellos tiempos cuando “los senderos eran allanados ni rebajadas las montañas”, sino que también hoy el espíritu y el poder de Juan preceden el advenimiento del Señor y Salvador. ¡Oh grandeza del misterio del Señor y sus designios sobre el mundo!».

Hermanos: en este maravilloso tiempo de Adviento, hagamos el firme compromiso de buscar siempre la voluntad de Dios a través de la Palabra y de la invocación al Espíritu Santo. Ayudemos a nuestros hermanos, hijos, familiares, amigos y a cualquier persona, a acercarse a la fuente inagotable del amor y de la misericordia que es Nuestro Señor Jesucristo. Busquemos siempre la voluntad divina, acudamos a la Palabra, al Santísimo Sacramento; y si las dudas nos invaden, busquemos la cercanía de un asesor espiritual para que, en el Santísimo Nombre de Jesús, nos ayude a aclarar el camino.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.