MARTES DE LA OCTAVA DE NAVIDAD – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA OCTAVA DE NAVIDAD – CICLO B

FIESTA DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

«Cuando los arresten, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en su momento se les sugerirá lo que tengan que decir; no serán ustedes los que hablarán, el Espíritu de su Padre hablará por ustedes» Mt 10,19-20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No se fíen de la gente, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así darán testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando los arresten, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en su momento se les sugerirá lo que tengan que decir; no serán ustedes los que hablarán, el Espíritu de su Padre hablará por ustedes. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos los odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Ayer, Cristo fue envuelto en pañales por nosotros; hoy, cubre Él a Esteban con vestidura de inmortalidad. Ayer, la estrechez de un pesebre sostuvo a Cristo niño; hoy, la inmensidad del Cielo ha recibido a Esteban triunfante» (San Fulgencio).

Ayer celebramos el Nacimiento del Señor y hoy, en el marco de la octava de Navidad, la liturgia propone la fiesta del primero que dio la vida por ese Niño que acaba de nacer: San Esteban, protomártir, uno de los siete hombres que fueron elegidos diáconos por los apóstoles.

Esteban, que estaba lleno del Espíritu Santo, evangelizaba a sus compatriotas griegos meditando el Antiguo Testamento a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. Por su dedicación, se ganó la enemistad de los judíos y de las sinagogas, siendo condenado a la lapidación. Su martirio de produjo en el año 34.

Hoy meditamos el texto denominado “Advertencia de persecuciones”, en el que Jesús señala que la proclamación y vivencia de la Buena Nueva es una causa divina, no humana y que no está exenta de dificultades, incluso extremas; pero es Dios quien brinda la fortaleza y confianza a todos los que se comprometen con ella y lo hace a través del Espíritu Santo.

Esta advertencia la dirige Jesús a sus discípulos en el marco de uno de los cinco discursos de Jesús en el Evangelio de Mateo: el discurso eclesiástico o de la misión apostólico, ubicado en el capítulo 10. En este sentido, en el texto evangélico de hoy resplandece la entrega radical de San Esteban para anunciar la Buena Nueva con una esperanza firme en el amor de Nuestro Señor Jesucristo y en la vida eterna.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios», San Esteban, en Hechos 7, 56.

En la actualidad, en muchos lugares del mundo, los cristianos somos perseguidos. Algunos de nuestros hermanos enfrentan situaciones extremas como la de Esteban y, aun así, dan testimonio vivo de su fe, fortalecidos por el Espíritu Santo.

Esto nos demuestra que la sencillez del pesebre y la dureza del martirio van unidas en la vida de los santos de todos los tiempos, y en la vida de tantos hermanos que son perseguidas, incluso hasta la muerte debido a su fidelidad a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Asimismo, en el mundo de hoy, las persecuciones han adoptado diversas formas que buscan aniquilar los fundamentos espirituales y humanos de la fe cristiana, como la familia, el respeto a la vida de todos los seres humanos desde la concepción hasta la muerte, la fe y la creencia firme en el Evangelio.

Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿cuál es nuestro pensamiento y acción ante las persecuciones actuales por seguir las enseñanzas del Evangelio? ¿De qué manera defendemos y podemos mejorar la defensa de nuestra fe? Que las respuestas a estas preguntas permitan que recibamos con alegría a Nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones y sigamos sus enseñanzas con firmeza y valor, sin ceder ante los obstáculos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Concédenos, Señor, imitar lo que celebramos para que aprendamos a amar a los enemigos, al celebrar el nacimiento para el cielo de quien supo orar también por los perseguidores.

Amado Jesús, tú que viniste a anunciar la Buena Nueva a los hombres, danos fuerza para que también nosotros anunciemos el Evangelio a nuestros hermanos llenos del Espíritu Santo.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, fortalece a la Iglesia para que sea testimonio vivo de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, misericordia pura, mira con bondad y perdón a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein):

«“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar” (Jn 1,5).

El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labios del hombre: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28) … ¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué. Abandonó la barca de su padre (Mt 4,22) y siguió al Señor por todos sus caminos hasta la cima del Gólgota (Jn 19,26).

¡Sígueme! Esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio testimonio de Él con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador y que, incluso, muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.

Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el Salvador (Mt 2,5) del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. Él es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con Él está contra Él (Mt 12,30). Él nos habla también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas».

Hermanos: al igual que Esteban, seamos intrépidos testigos de Nuestro Señor Jesucristo invocando siempre los dones del Espíritu Santo para no desfallecer en los momentos más difíciles. Hagamos esta petición a la Santísima Trinidad en este hermoso tiempo de Navidad.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.