LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
BEATA SOR ANA DE LOS ÁNGELES MONTEAGUDO, VIRGEN
«María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán» Lc 10,42.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. En cambio, Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio, hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«En la escuela del Divino Maestro se fue modelando el corazón de Sor Ana de los Ángeles hasta aprender la mansedumbre y humildad de Cristo, según las palabras del Evangelio: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón… Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,29-30). Imitando la caridad y el sentido eclesial de su Patrona, Catalina de Siena, tuvo un corazón manso y humilde abierto a las necesidades de todos, especialmente de los más pobres.
Todos encontraron en ella un amor verdadero. Los pobres y humildes hallaron acogida eficaz; los ricos, comprensión que no escatimaba la exigencia de conversión; los Pastores encontraron oración y consejo; los enfermos, alivio; los tristes, consuelo; los viajeros, hospitalidad; los perseguidos, perdón; los moribundos, la oración ardiente.
En la caridad orante y efectiva de Sor Ana estuvieron presentes de una manera especial los difuntos, las almas del Purgatorio que ella llamaba “sus amigas”. De esta forma, iluminando la piedad ancestral por los difuntos con la doctrina de la Iglesia, siguiendo el ejemplo de San Nicolás de Tolentino, de quien era devota, extendió su caridad a los difuntos con la plegaria y los sufragios» (San Juan Pablo II).
Ana de Los Ángeles Monteagudo nació en Arequipa (Perú) en 1595 en una familia acomodada. Durante su niñez y adolescencia vivió en el Monasterio de Santa Catalina de esa ciudad. Más tarde, enfrentándose a la voluntad de sus padres, ingresó al monasterio por vocación, para no salir jamás.
Se dedicó a la oración y al servicio de la caridad en el convento, del que más tarde fue priora. Su fama de santidad se extendió por Arequipa, a cuyos pobres siempre socorrió con el amor de Cristo, y allí partió al encuentro con el Señor en 1686. Fue beatificada por San Juan Pablo II en su ciudad natal, el 2 de febrero de 1985.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
En el pasaje de hoy, el tema central es la hospitalidad; específicamente, tener a Jesús como huésped en nuestros corazones y en nuestras vidas, tal como lo demostró Sor Ana de los Ángeles a lo largo de su vida.
Las dos actitudes, la de María y de Marta, son complementarias. Jesús nos enseña que debemos vivir una profunda unión entre la vida contemplativa y activa. Los afanes de la vida, muchas veces, nos van alejando de la lectura de la Palabra, de la contemplación y de la acción evangelizadora. Estemos alertas a estas situaciones, ya que el mundo promueve, precisamente, este alejamiento.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿En nuestra vida, otorgamos tiempo a la escucha de la Palabra de Dios y a la acción evangelizadora a través de nuestras propias vidas? Que las respuestas a esta pregunta nos permitan complementar la lectura con fe de la palabra con la acción, inspirada por el Espíritu Santo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que, en tu bondad, otorgaste a la beata Ana de los Ángeles, virgen, los dones de la contemplación, el espíritu de penitencia y el continuo servicio de amor al prójimo, concédenos, por su intercesión, que, imitándola, te adoremos con el sacrificio de alabanza, y a través de los signos de nuestro tiempo, sepamos conocer con diligencia tu voluntad.
Espíritu Santo: fortalece al papa Francisco, a los obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, para que, en unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, puedan convertir en acción la Palabra y afrontar con alegría las fatigas de su ministerio.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con parte del texto que San Juan Pablo II pronunció en la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo:
«En este mensaje reconocemos también a esta hija elegida de vuestra tierra que hoy puedo proclamar Beata de la Iglesia: Sor Ana de los Ángeles Monteagudo.
El señor arzobispo de Arequipa, al pedir oficialmente la beatificación de Sor Ana, ha trazado en síntesis su biografía y ha indicado los rasgos de su vida santa, y los méritos y gracias celestiales que han conducido a su elevación a los altares para ejemplo y veneración de toda la Iglesia, especialmente de la Iglesia en el Perú.
En ella admiramos sobre todo a la cristiana ejemplar, la contemplativa, monja dominica del célebre monasterio de Santa Catalina, monumento de arte y de piedad del que los arequipeños se sienten con razón orgullosos. Ella realizó en su vida el programa dominicano de la luz, de la verdad, del amor y de la vida, concentrado en la conocida frase: «contemplar y transmitir lo contemplado».
Sor Ana de los Ángeles realizó este programa con una intensa, austera, radical entrega a la vida monástica, según el estilo de la orden de Santo Domingo, en la contemplación del misterio de Cristo, Verdad y Sabiduría de Dios. Pero a la vez su vida tuvo una singular irradiación apostólica. Fue maestra espiritual y fiel ejecutora de las normas de la Iglesia que urgían la reforma de los monasterios. Sabía acoger a todos los que dependían de ella, encaminándolos por los senderos del perdón y de la vida de gracia. Se hizo notar su presencia escondida, más allá de los muros de su convento, con la fama de su santidad. A los obispos y sacerdotes ayudó con su oración y su consejo; a los caminantes y peregrinos que venían a ella, los acompañaba con su plegaria.
Su larga vida se consumó casi por entero dentro de los muros del monasterio de Santa Catalina; desde su tierna edad como educanda, y más tarde como religiosa y superiora. En sus últimos años se consumó en una dolorosa identificación con el misterio de Cristo Crucificado.
Sor Ana de los Ángeles confirma con su vida la fecundidad apostólica de la vida contemplativa en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. Vida contemplativa que arraigó muy pronto también aquí, desde los albores mismos de la evangelización, y sigue siendo riqueza misteriosa de la Iglesia en el Perú y de toda la Iglesia de Cristo».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de leer e interiorizar diariamente la Palabra de Dios y convertirla en acción evangelizadora a través de nuestra vida, en nuestra interacción con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, de estudios; en nuestras comunidades y por donde vayamos. Así mismo, dejemos que Nuestro Señor Jesucristo actúe en nuestras vidas a través de su Santo Espíritu.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.