JUEVES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo» Mc 3,10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le prepararan una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Permite Dios que seas tentado, primero, para que te des cuenta de que ahora eres ya más fuerte. Luego, para que tengas moderación y humildad y no te engrías por los dones recibidos, pues las tentaciones pueden muy bien reprimir tu orgullo. Además de eso, la malicia del demonio, que acaso duda de si realmente le has abandonado, por las pruebas de las tentaciones puede tener certidumbre plena que te has apartado de él definitivamente. Hay un cuarto motivo: las tentaciones te hacen más fuerte que el hierro mejor templado. Y un quinto: te hacen comprobar mejor lo preciosos que son los tesoros que se te han confiado, porque si no viera el demonio que estás ahora constituido en más alto honor, no te hubiera atacado» (San Juan Crisóstomo).

El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de los cinco conflictos entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, que meditamos los días previos. En el texto de ayer, Jesús ratificó que los excluidos son el centro de la acción divina. Dejó claro que la opción por la vida, la salud y por los pobres es impostergable.

Hoy, frente al contraste de las polémicas entre Jesús y sus adversarios, se aprecia que Jesús se involucra totalmente con nuestra realidad humana: enfermos, endemoniados y mucha gente de origen diverso y con múltiples necesidades acuden a Él para escuchar su palabra y ser sanados. El rasgo característico de Jesús, en este encuentro, es una bondad gratuita e incondicional hacia todos.

Como afirma Francisco Sánchez Hernández: «A partir de este texto podemos afirmar que el encuentro con Dios pasa por el anonimato y no por la celebridad. Quien quiere ser famoso busca la popularidad, quien quiere encontrar a Dios busca un encuentro íntimo con él».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«El que se dedica a la predicación, en calidad de mensajero del evangelio, diga al Señor: “Señor, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.” (Sal 50,17) El que no es misionero, que desee ardientemente cooperar en la gran tarea de la misión. Y cuando salmodia en privado, solo en su celda, que diga también: “Señor, ábreme los labios”. Porque, por la comunión en la caridad debe considerar como suya toda lengua que anuncia el evangelio en aquel momento, siendo el evangelio la suprema alabanza divina» (San Juan XXIII).

La muchedumbre que sigue a Jesús representa a la humanidad que necesita tocar con fe a Nuestro Señor Jesucristo. La humanidad está necesitada de sanación espiritual y corporal; así lo demuestran las conductas que el mundo promueve a través de los medios de comunicación y de muchas formas.

Se precisa que, con fe, confesemos abiertamente que Jesús es el Hijo de Dios y que contribuyamos de manera decidida a salvar las almas de los hermanos que están distraídos o confundidos.

La opción preferencial de Jesús es clara e inequívoca: estar al lado de los desheredados y de los que no cuentan para el mundo. Hoy, también, Nuestro Señor Jesucristo interviene para restituirnos, a los que nos acercamos a él, el bienestar físico, mental, espiritual, y nos asegura que Dios está siempre a nuestro lado.

Hermanos: meditando la lectura, intentemos responder: ¿Confesamos y seguimos con fe a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Ayudamos a que otras personas se acerquen a la gracia liberadora y santificante de Nuestro Salvador? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser conscientes de que la fe es un don que debemos pedir al cielo. Por ello, pidamos al Espíritu Santo que nos instruya en los altos misterios de la fe para entrar en intimidad con Nuestro Señor Jesucristo, confesar su divinidad y ser sus fieles seguidores.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la fe que nos haga confesar abiertamente y sin temor que tú eres nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas.

Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la gracia de ser constantes y perseverantes en nuestro seguimiento, y la alegría de dar testimonio de ti a los demás.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, libéranos de todas las ataduras al pecado, rompe todas las cadenas intergeneracionales que nos atan a los esquemas mundanos y multiplica nuestras acciones de amor por la defensa de la vida.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen y lleguen a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Rudolf Schnackenburg:

«Los hombres acuden a Jesús en multitudes desbordantes porque han oído decir lo que hace. Lo que les atrae es la fama de sus curaciones y de sus prodigios. Diríase que se ha querido subrayar aquí el ansia de milagros que había en la muchedumbre y el anhelo de obtener ayuda para sus sufrimientos corporales.

Sin embargo, no se trata más que de una impresión falaz: en el centro no se encuentra el pueblo, sino Jesús y su obrar. Debe ser visto a través de la irresistible atracción que ejerce y a través del poder para curar que se difunde desde él. Lo que se describe aquí con los medios intuitivos de una cosmología primordial, mantiene intacto su significado revelador: Jesús es la fuente oculta de la salud, el médico de la humanidad enferma en el espíritu.

La fuerza que, según esta descripción, sale y se exterioriza en el Jesús terreno, obra de una manera más elevada, como poder redentor, en el Resucitado, que puede y quiere llevar a toda la humanidad la fuerza de la vida divina. El cuadro esbozado en este relato, donde se resume el éxito conseguido por la actividad de Jesús a orillas del lago de Genesaret, punto terreno de partida y centro de su mensaje de salvación, es como una figura de la humanidad reunida en torno a la persona del Resucitado, que le da la fuerza de la divina redención siempre que ésta reconozca en él al Salvador y al Médico que Dios Padre le ha enviado».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de pedir al cielo la fe que nos haga ser colaboradores activos del plan de salvación de Dios. Realicemos diariamente obras de misericordia, espirituales y corporales que testimonien nuestra fe y seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.