DOMINGO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«¿Qué es esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen» Mc 1,27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen». Pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región de Galilea.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«De modo paradójico, es precisamente el derrotado, el que reconoce al “Santo de Dios”, el que le llama por su nombre y le desafía, en el umbral del choque frontal y ya perdido: “¡Sal de ese hombre!”. De cada hombre. Porque para eso ha venido el Mesías. El hombre, como una tierra invadida, ocupada y “desgarrada” por el enemigo, como un campo sembrado de noche con los gérmenes de todas las muertes, como una maraña de raíces malas, como una oscura prisión sin luz en el interior del inexplicable misterio del mal, puede volver a ser tierra libre y sagrada, reconsagrada por haber sido redimida. Su liberador es poderoso, más fuerte que cualquier enemigo y definitivamente vencedor» (Adelaide Anzani Colombo).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús sana y exorciza en Cafarnaún” se ubica luego del llamado a sus primeros discípulos que meditamos los dos domingos anteriores. En la lectura, Jesús emprende su actividad para hacer realidad el anuncio que había hecho en la sinagoga. Asume su condición de profeta y pastor itinerante, y se dirige a Cafarnaún.

El texto da cuenta del poder seductor de Jesús que atrae por la forma en la que enseña, libera y hace crecer espiritualmente a las personas. Sus enseñanzas y exorcismos dan testimonio de la autoridad divina que acompaña a sus palabras. Jesús hace saltar la chispa que enciende el fuego del amor divino.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la actualidad, algunos poderes del mal poseen gran influencia sobre la humanidad: el egocentrismo, la soberbia, la búsqueda de honores humanos, la ideología de género, la búsqueda de la destrucción de la familia, el aborto, la corrupción en la gestión pública y privada, el rechazo abierto a Dios, entre muchos otros.

Ante esta situación, tengamos presente que nuestra fortaleza nos viene del Espíritu de Dios. Él nos da fortaleza para vencer el mal y para liberarnos de él. El demonio anda suelto, «como león rugiendo, buscando a quien devorar. Resístanlo fuertes en la fe» (1Pe 5.8-9).

Nuestro Señor Jesucristo es el único que vence al mal y es a quien debemos recurrir, no solo para nuestra propia liberación, sino también para ayudar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, a acercarse al amor misericordioso de la Santísima Trinidad.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Dejamos confiadamente que Nuestro Señor Jesucristo nos libere de nuestras ataduras? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a escuchar, obedecer y seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, a comprender que la palabra tiene autoridad cuando nace de la verdad, la coherencia y el amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, Dios nuestro, concédenos adorarte con toda el alma y amar a todos lo hombres con afecto espiritual.

Amado Jesús, estamos plenamente dispuestos a seguirte y a dejarnos transformar por tu amor, libéranos de las ataduras y males intergeneracionales que nos alejan de ti.

Amado Jesús, ¡fuego ardiente de amor y misericordia!, concédenos la gracia de asombrarnos por todas las obras de amor y misericordia que, día a día, realizas en nuestras vidas.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y concédeles la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Basilio Magno:

«El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección.

Por esto, dándonos cuenta de nuestro deseo por llegar a esta perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor divino escondida en nuestro interior.

Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado.

Si usamos recta y adecuadamente estas energías que se nos han otorgado, llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad. En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que él nos ha dado para practicar el bien; por el contrario, la virtud, que es lo que Dios pide de nosotros, consiste en usar esas facultades con una recta conciencia, de acuerdo con los designios del Señor.

Siendo esto así, lo mismo podemos afirmar de la caridad. Habiendo recibido el mandato de amar a Dios, tenemos depositada en nosotros, desde nuestro origen, una fuerza que nos capacita para amar, y esto no necesita demostrarse con argumentos exteriores, ya que cada uno puede comprobarlo por sí mismo y en sí mismo. En efecto, un impulso natural nos inclina a lo bueno y a lo bello, aunque no todos coinciden siempre en lo que es bello y bueno. Y aunque nadie nos lo ha enseñado, amamos a todos los que de algún modo están vinculados muy cerca de nosotros y rodeamos de benevolencia, por inclinación espontánea, a los que nos complacen y nos hacen el bien.

Y ahora yo pregunto: ¿qué hay más admirable que la belleza de Dios? ¿Puede pensarse en algo más dulce y agradable que la magnificencia divina? ¿Puede existir un deseo más fuerte e impetuoso que el que Dios infunde en el alma limpia de todo pecado y que dice con sincero afecto: desfallezco de amor? El resplandor de la belleza divina es algo absolutamente inefable e inenarrable».

Queridos hermanos: pidamos continuamente, a Nuestro Señor Jesucristo, la gracia de confiar plenamente en Él y que la Eucaristía y la meditación continua de la Palabra sea también una fuente de liberación de nuestras ataduras.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.