LUNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA ÁGUEDA, VIRGEN Y MÁRTIR

«En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se sanaban» Mc 6,56.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret, donde amarraron la barca a la orilla. Apenas desembarcaron, le reconocieron enseguida, y recorrieron toda aquella región; cuando se enteraba la gente donde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se sanaban.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Águeda hizo honor a su nombre, que significa “buena”. Ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien» (Metodio de Sicilia).

Hoy celebramos a Santa Águeda, virgen y mártir, que murió durante la persecución del emperador romano Decio, en el siglo III. Nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230. Desde muy joven decidió conservarse virgen. En ese tiempo, el gobernador Quinciano se propuso enamorar a Águeda, pero ella le señala que se ha consagrado a Cristo. El gobernador manda torturarla y azotarla cruelmente; se le aparece el apóstol San Pedro, la anima a sufrir por Cristo y cura sus heridas. Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, alrededor del año 251.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús cura en Genesaret”, se encuentra también en Mateo 14,34-36. En Marcos se ubica luego de la multiplicación de los panes y de la caminata de Jesús sobre el agua. Este texto constituye un sumario o síntesis que describe y resalta la peregrinación y la actividad misionera de Jesús que se acerca, de pueblo en pueblo, a la gente necesitada de auxilio espiritual y de salud. Esta aproximación amorosa del Salvador despierta la fe de la gente que se le acerca para encontrar alivio a sus dolencias y exclusiones.

Muchos enfermos llegaron hasta Jesús gracias a la participación de muchos benefactores anónimos que tenían fe en que Jesús podía glorificarse en las personas sufrientes. Jesús, con el borde de su manto curaba a quienes lo tocaban con fe, como la curación de la hemorroísa, en Mc 5,27-28, en el “milagro robado”, porque de él salía la fuerza y el perfume del amor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«¡Cuántas son tus obras, Señor y todas las hiciste con sabiduría! … Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. ¡Bendice alma mía al Señor!» (Salmo 103).

En la actualidad y hasta el fin de los tiempos, Nuestro Señor Jesucristo buscará incesantemente el encuentro con cada uno de nosotros para sanar nuestros corazones endurecidos y otorgarnos la salud de cuerpo y alma. Él sale a nuestro encuentro. Nuestro Señor Jesucristo nos llama a que nos acerquemos a Él mediante el sacramento de la penitencia para curarnos. No tengamos miedo, sumerjámonos en el mar de su misericordia.

Así mismo, el accionar confiado de los benefactores anónimos que acercan los enfermos a Jesús, es un ejemplo para nuestros días. Ellos son los héroes anónimos de nuestro tiempo: los voluntarios, consagrados, misioneros y tantas personas que, con fe y confianza en Nuestro Señor Jesucristo, ayudan a los enfermos pidiendo al cielo su sanación de cuerpo y alma. De esta manera se produce el milagro de la sanación que abre nuestra mente y corazón, y cuestiona y supera el materialismo reduccionista y obsoleto de nuestra época.

Ellos no buscan el reconocimiento humano, sino, acumulan tesoros en el cielo al promover y buscar un mundo más justo. Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos: ¿Nos percatamos que recibimos todos los días la visita de nuestro Señor, en la figura del prójimo? ¿Cómo actuamos frente a la enfermedad de nuestros hermanos? ¿Somos compasivos y misericordiosos? ¿Intercedemos por ellos? ¿Actuamos con fe? Estas son preguntas que nos cuestionan y nos llaman a una profunda reflexión sobre el amor a nuestro prójimo y a Dios. Que las respuestas nos ayuden a ser compasivos y misericordiosos con las personas que atraviesan por problemas de salud y otras tribulaciones.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, que Santa Águeda, virgen y mártir, nos alcance tu perdón, pues ella te agradó siempre por la fortaleza en el martirio y por el mérito de su castidad.

Padre eterno, te pedimos por todos los héroes anónimos que alegremente ayudan a nuestros hermanos más necesitados, sin esperar nada a cambio. Concédeles la gracia de sentir que con sus acciones imitan tu amor, bondad y misericordia.

Padre eterno, concédenos adorarte con toda el alma y amar a nuestro prójimo doliente con afecto espiritual. Envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra. Renuévala, Padre eterno.

Amado Jesús, te rogamos nos concedas la liberación de todas las cadenas intergeneracionales que nos atan a la enfermedad y al pecado, y aumenta, a través del Espíritu Santo, nuestra fe para seguirte con firmeza, aun en medio de las tribulaciones.

Padre eterno, te suplicamos admitas en tu reino a todos los difuntos de todo tiempo y lugar para que puedan contemplar tu rostro. Protege Señor a las almas de los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una homilía de San Crisóstomo:

«Ya no se le acercan como al principio: no le obligan a que vaya a sus propias casas, ni a que impongan las manos a los enfermos, ni a que lo mande de palabra. Ahora se ganan la curación de modo más elevado, más sabiamente por medio de una fe mayor. La mujer del flujo de sangre les había enseñado a todos esta sabiduría. Por lo demás, el mismo Evangelista nos da a entender que, de mucho tiempo atrás, había estado el Señor en aquellas partes… Sin embargo, no sólo no había el tiempo destruido la fe de aquella gente en el Señor, no sólo la había mantenido viva, sino que la había aumentado.

Toquemos también nosotros la orla de su vestido; más aún, pues la verdad es que su Cuerpo mismo está ahora puesto delante de nosotros. No toquemos solo su vestido, sino su Cuerpo. No solo está presente para tocarle, sino para comerle y hartarnos de su carne. Acerquémonos, pues, a Él con viva fe, llevando cada uno nuestra enfermedad».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de visitar e interceder proféticamente por nuestros hermanos enfermos, llevando el mensaje de esperanza de Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.