SÁBADO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA ESCOLÁSTICA, VIRGEN

«Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Y ellos los sirvieron a la gente» Mc 8,6-7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,1-10

Por aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino y algunos han venido de lejos». Le respondieron sus discípulos: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?». Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete». Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces. Jesús los bendijo, y mandó también que los sirvieran. La gente comió hasta quedar saciada, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas. Eran unos cuatro mil. Y Jesús los despidió. Enseguida subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La gente comió hasta quedar satisfecha. Segunda multiplicación de los panes y peces. Muchos autores ven en este prodigio un símbolo anticipador de la Eucaristía. En el acto de la sagrada comunión se realiza una inefable, íntima, viva y fecunda unión del hombre con Cristo Salvador. San Cirilo de Jerusalén describe así esta maravillosa unión: “Mezclad dos gotas de cera derretida y ambas se fundirán en una sola. De igual modo, cuando nosotros recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se realiza entre Él y nosotros tal unión que Él se encuentra en nosotros y nosotros en Él” (Catequesis 23,4). Y San León Magno: “La comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, es decir, la sagrada Comunión, no aspira sino a que nos transformemos en lo que recibimos, a que llevemos en el alma y en el cuerpo a Aquél con quien hemos muerto, con quien fuimos enterrados y con quien hemos resucitado”» (Manuel Garrido Bonaño).

Hoy celebramos a Santa Escolástica, hermana gemela de San Benito, el santo que fundó la primera comunidad religiosa de occidente. Nació el año 480, en Nursia, Italia. Desde muy joven se dedicó a la vida religiosa. Su hermano dirigía un gran convento para hombres en Monte Casino, y Escolástica fundó un convento para mujeres a los pies del mismo monte.

Pocos días antes de la muerte de la santa su hermano fue a visitarla y después de haber pasado el día entero en charlas religiosas, el santo se despidió y se dispuso a volver al monasterio. Era el primer jueves de Cuaresma del año 547. Tres días después, la santa murió, y su hermano que se encontraba absorto en la oración tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.

Hoy, Marcos presenta la segunda multiplicación de los panes como un relato muy parecido al anterior, ubicado en Mc 6,34-44. Si bien, su similitud se da en dos aspectos fundamentales: la compasión y la solidaridad; la primera multiplicación de los panes tuvo lugar en territorio de Palestina, mientras que ésta ocurre en territorio pagano, confirmando la universalidad del Evangelio de Jesús. Otra diferencia radica en la oración de Jesús: en la primera «bendice» y en ésta «da gracias».

Así mismo, el texto detalla dos elementos muy importantes: el primero es que la muchedumbre que sigue a Jesús dejó todo por ir tras él. El segundo, ante la situación de la falta de alimento de la gente, Jesús manifiesta una profunda compasión y preocupación, pero no encarga la solución a sus discípulos, sino que él mismo hace frente a este desafío.

El texto de hoy va más allá del solo hecho de la multiplicación de los panes y de los peces; el mensaje transita por el gesto amoroso y solidario de Jesús de curar a los enfermos y de compartir el pan y los peces con una multitud, que representa a toda la humanidad.

Por ello, cuando compartimos nuestro pan con quien lo necesita, no solo aliviamos la necesidad ajena, sino que contribuimos a fortalecer su fe en nuestro Dios providente y misericordioso; es decir, nos convertimos en instrumentos de su amor. Seamos, pues, instrumentos del Señor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Todos los cristianos, laicos y consagrados, debemos estar convencidos de que Jesús no abandona jamás a quiénes dejan todo por seguirlo. Nuestro Señor Jesucristo siempre estará cerca, dispuesto a cambiar nuestro desierto por un lugar de amor, de misericordia y de esperanza.

En la multiplicación de los panes, Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra fehaciente de la economía divina, multiplicando nuestras pequeñas ofrendas, en amor, en alimento abundante. Por eso, cuando acudimos a la Santa Eucaristía, lo que vemos con nuestros ojos en el altar es el pan y el vino; sin embargo, con los ojos de la fe, observamos que el pan es el cuerpo de Cristo y el vino es su preciosísima sangre; esto es lo que se llama un sacramento.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, intentemos responder: ¿Tenemos sentimientos de compasión, misericordia y solidaridad por nuestros hermanos más necesitados? ¿Alimentamos continuamente nuestra vida con el cuerpo de Cristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a focalizar nuestro seguimiento a Dios a través del prójimo más necesitado, y a formar parte del Cuerpo de Cristo, alimentándonos continuamente de la Santa Eucaristía.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios y Padre nuestro: te damos gracias hoy por los santos como Santa Escolástica; ellos nos recuerdan que una vida de oración y de comunidad dan testimonio de tu presencia en este mundo. Haznos también ver claramente que eres tú nuestro Padre, que tú eres el sentido de nuestras vidas y que el lazo definitivo que nos une a todo el mundo es Jesucristo nuestro Señor.

Amado Jesús, fuente de la luz eterna, tú que iluminas y despejas las tinieblas de todos los que se acercan a ti, otórganos la gracia de ser compasivos y misericordiosos con las personas más necesitadas.

Amado Jesús: no permitas que nos alejemos jamás de ti; otórganos la gracia de seguirte sin desánimo y que tu alimento que recibimos en la eucaristía sea para nosotros fuente de fortaleza espiritual para cumplir tus preceptos y ayudar a todos nuestros hermanos, especialmente, a aquellos que han perdido toda esperanza.

Espíritu Santo, dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras, y haznos dóciles a tus inspiraciones.

Padre eterno y misericordioso, tú que nos otorgas la salvación que nos libra de nuestros enemigos, te suplicamos que recibas en tu Reino a las benditas almas del Purgatorio.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Reina de la paz y de la esperanza, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una oración de Santo Tomás de Aquino:

«Dios todo poderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de vuestro Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia; ciego, a la luz de la claridad eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del cielo y de la tierra.

Imploro, pues, vuestra misericordia, vuestra inagotable bondad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades, limpiar mis suciedades, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez; para que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes, al Señor de señores con toda reverencia y humildad, con toda mi contrición y devoción, con toda la pureza de mi fe, con toda la firmeza de mis propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi alma.

Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, sino también toda la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh, Dios lleno de dulzura!, concédeme recibir de tal modo el Cuerpo de vuestro único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cuerpo adorable que Él recibió de la Virgen María, y que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contado entre sus miembros.

¡Oh, Padre lleno de amor!, concédeme que, a este Hijo vuestro, muy amado, al que me preparo a recibir, ahora bajo del velo que conviene a mi estado de peregrino, pueda un día contemplarlo cara a cara y por la eternidad, a Él que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén».

Queridos hermanos: invocando siempre la inspiración y la protección del Espíritu Santo, realicemos obras de misericordia en favor de aquellos hermanos más necesitados, compartiendo los bienes que el Señor nos ha otorgado. Así mismo, hagamos de la Santa Eucaristía y de la Palabra el alimento de nuestra alma. Pidamos siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre en las necesidades del prójimo y también nuestras.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.