MIÉRCOLES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA – CICLO B

«Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la vida» Jn 5,24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 5,17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Mi Padre sigue trabajando, y yo también trabajo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo no respetaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: «En verdad, en verdad les digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.

Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. En verdad, en verdad les digo: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad les digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se sorprendan, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para ser juzgados. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Jesús es el mayor de una multitud de hermanos. Con su muerte, ha derribado los muros que hacían de la casa familiar una estancia cerrada… La casa va a abrirse al soplo del Espíritu, y el largo cortejo de los que se sentían exiliados por su miseria va a poder entrar. La voz del Hijo es obediencia: “Padre, que se haga tu voluntad”. Jesús nace a la verdadera condición de hijo al abandonar su vida en el único que puede devolvérsela. En la cruz nace el único verdadero hijo. Pues Jesús se entrega a aquel que pronuncia la palabra que engendra: “Hoy te he dado la vida; tú eres mi Hijo amado”.

Hermano, el día de tu bautismo, Jesús te ha abierto completamente la casa. Oíste la voz que te llamaba y ya, en Jesús, respondiste: “Que se haga tu voluntad”. Te conviertes por la gracia en lo que eras ya en verdad. Un día, Dios reconocerá el nombre inscrito en tu carne, pues llevas el nombre del Hijo único. Un día, él se reconocerá al mirarte y te dirá sonriente: “¡Cómo te pareces a mí, entra en mi casa!”» (Bastin-Pinckers-Teheux).

El capítulo 5 de Juan puede dividirse en tres partes: la primera, fue la curación del hijo del funcionario real en Caná de Galilea; la segunda parte, que meditamos ayer, es la curación del paralítico en Jerusalén. El texto evangélico de hoy es la tercera parte de dicho capítulo.

En el pasaje de hoy, Jesús revela su íntima unión con Dios Padre, quien es la fuente del amor y de la acción y Jesús, el Hijo, es el ejecutor del amor; ambos desarrollan una acción compartida, por lo tanto, poseen una misma naturaleza, tal como lo rezamos en el Credo de Nicea o Niceno. La lectura tiene un carácter escatológico. La escatología es una rama de la teología que trata, entre otras cosas, sobre el destino final del ser humano, su juicio particular, así como de la resurrección y del juicio final universal. El Padre no juzga, pero confía el juicio a su Hijo.

Tener fe es aceptar las enseñanzas de Jesús y equivale a creer en Dios Padre. Así, caminando por el sendero abierto por el Hijo de Dios hecho hombre, nuestra identidad trasciende porque compartimos al mismo Padre, quien es fuente de toda bondad, y al que Jesús llamaba «Abba».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús nos llama a creer en Dios Padre a través de él y mediante su Palabra. Jesús afirma que, quien escucha su palabra y la pone en práctica, no será llamado a juicio.

El presente requiere de nuestro testimonio de amor a Dios y al prójimo a través de acciones solidarias en favor de nuestros hermanos más necesitados. Así mismo, es preciso que demostremos coherencia entre nuestra conducta y la fe cristiana, defendiendo valientemente la vida, la familia y los principios fundamentales, aun cuando seamos atacados por ello.

En este sentido, conviene preguntarnos: ¿Ponemos en práctica la palabra de Dios? ¿Cuáles son las razones que facilitan o dificultan nuestra vida a la luz de la Palabra? ¿Tenemos una esperanza firme en lo que nos espera después de la muerte? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a acercarnos más a Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que concedes a los justos el premio de sus méritos, y a los pecadores, por la penitencia, les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras culpas nos obtenga tu perdón.

Señor Jesucristo, tú que nos has rescatado de las tinieblas por tu amor misericordioso, fortalece nuestros esfuerzos para seguirte de acuerdo con tu Palabra, y otórganos la gracia de servirte con santidad en todos los días de nuestra vida y, en el momento extremo, llámanos para alabarte y bendecirte por toda la eternidad.

Señor Jesucristo, a nuestros familiares y bienhechores difuntos, y a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, dales un lugar entre los santos y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Madre Santísima, Madre de misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por las peticiones de todos tus hijos. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Pedro de la Celle:

«Nada es más cierto y nada más incierto que la muerte; nada más deseable para los buenos, nada más odioso para los malos. Para los que no son de este mundo, sino que tienen su corazón dirigido al cielo, es algo bienvenido: es la salida de la prisión para entrar en el Reino de la gloria. Es preciso pensar y repensar continuamente que hemos de pasar por la muerte pero que no nos quedaremos en ella.

Que la muerte sea, por tanto, la posada del peregrino, no la morada del que muere; que sea el lugar donde se deposita un fardo, no un flagelo que abate. Que sea la interrupción de una pena, no su continuación; que sea el camino hacia el Padre, no la desviación hacia el enemigo. Que nos haga entrar en la patria y no nos hunda en la gehena.

Para que esto suceda, es preciso evitar el pecado mortal antes de la muerte, o por lo menos cancelarlo con la confesión y la penitencia. Es preciso preparar antes de la muerte lo que más allá de ella nos permite vivir felices. La muerte no engulle los méritos de los buenos, sino que trae a la memoria las acciones malas, incluso las olvidadas…

El apóstol corre no en medio de la incertidumbre, sino con la certeza de que ni la muerte ni la vida podrán separarle jamás del amor de Dios en Cristo Jesús. Lo que puede darte seguridad frente a la muerte es la fe, la esperanza, la caridad, la obediencia, la humildad, la práctica de la religión cristiana y su profesión».

Hermanos, hagamos el compromiso de poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras actividades cotidianas. Realicemos acciones de amor cristiano cada día.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.