DOMINGO DE RAMOS – CICLO B

LECTIO DIVINA DE RAMOS – CICLO B

«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres» Mc 14,36.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,1-15,47

+ = Sacerdote C = Cronista S = Otros personajes

Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte

  1. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los Panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando el modo de arrestar a Jesús con engaño y darle muerte. Pero decían: S. «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

  1. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesus. Algunos comentaban indignados: S. «¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres». C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó: + «Déjenla, ¿por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tienen siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Les aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el evangelio, se recordará también lo que ha hecho esta mujer».

Prometieron dinero a Judas Iscariote

  1. Judas lscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?

  1. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: + «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena». C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Uno de ustedes me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

  1. Al atardecer fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo, dijo Jesús: + «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar: uno que está comiendo conmigo». C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro. S. «¿Seré yo?». C. Respondió: + «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre! ¡Más le valdría no haber nacido!».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, sangre de la alianza

  1. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: + «Tomen, esto es mi cuerpo». C. Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: + «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres

  1. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo: + «Todos ustedes se van a escandalizar, como está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersaran las ovejas”. Pero, cuando resucite, iré antes que ustedes a Galilea». C. Pedro replicó: S. «Aunque todos te abandonen, yo no». C. Jesús le contestó: + «Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». C. Pero él insistía: S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

  1. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos: + «Siéntense aquí mientras voy a orar». C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: + «Me muero de tristeza; quédense aquí velando». C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo: + «¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres». C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: + «Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil». C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, pues sus ojos se cerraban de sueño. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo: + «¿Todavía están dormidos y descansando? ¡Basta ya! Ha llegado la hora; miren que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vamos! Ya está cerca el que me va a entregar».

Arréstenlo y llévenlo bien custodiado

  1. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: S. «Al que yo bese, ese es; arréstenlo y llévenlo bien custodiado». C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo: S. «¡Maestro!». C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo arrestaron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: + «¿Han salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario estaba con ustedes enseñando en el templo, y no me detuvieron. Pero es necesario que se cumplan las Escrituras». C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, cubierto tan solo con una sábana. Lo detuvieron, pero él, soltando la sábana, se escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

  1. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados junto al fuego para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo: S. «Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres”». C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús: S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?». C. Pero él callaba, sin dar respuesta. EI sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole: S. «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?». C. Jesús contestó: + «Sí, lo soy. Y verán que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo». C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo: S. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Han oído la blasfemia. Ustedes, ¿qué dicen?» C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: S. «Adivina quién fue». C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a ese hombre de quien ustedes hablan

  1. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una críada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo: S. «También tú andabas con Jesús, el Nazareno». C. Él lo negó, diciendo: S. «Ni sé ni entiendo lo que quieres decir». C. Salió fuera, a la entrada, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes: N «Este es uno de ellos». C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: S. «Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo». C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: S. «No conozco a ese hombre de quien ustedes hablan». C. Y enseguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y se echó a llorar.

¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?

  1. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: S. «¿Eres tú el rey de los judíos?». C. Él respondió: + «Tú lo dices». C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo: S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti». C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó: S. «¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?». C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes alborotaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: S. «¿Qué hago con el que ustedes llaman rey de los judíos?». C. Ellos gritaron de nuevo: S. «¡Crucifícalo!». C. Pilato les dijo: S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?». C. Ellos gritaron más fuerte: S. «¡Crucifícalo!». C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

  1. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio – al pretorio- y reunieron a toda la tropa. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: S. «¡Salve, rey de los judíos!». C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron el manto de color púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Llevaron a Jesús al Gólgota y lo crucificaron

  1. Y a un tal Simón, natural de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, que al regresar del campo pasaba por allí, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó, Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero estaba escrita la causa de su condena: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor».

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

  1. Los que pasaban lo injuriaban, haciendo muecas y diciendo. S. «¡Eh, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo: S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

  1. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: + «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní». C. Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. «Mira, está llamando a Ellas». C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: S. «Déjenlo, a ver si viene Elías a bajarlo». C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan. y se hace una pausa

  1. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver como había expirado, dijo: S. «Verdaderamente este hombre era Hijo Dios». C. Había también unas mujeres que miraban de lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

  1. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el Reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Veamos el texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel?… No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: “¡Crucifícalo!”. Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?» (Benedicto XVI).

Hoy se inicia la semana central del año litúrgico. Es un día paradójico, de contrastes, ya que la liturgia del Domingo de Ramos une la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén entre los gritos de «hosanna» de la gente, y la lectura de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. La gente lo aclama como rey, mientras tanto él cabalga sobre un asno, sin ignorar las fuerzas del mal que lo rodean. Pero, su realeza no puede ser identificada con ningún poder de este mundo, en efecto, su trono, en el cual está escrito el título de rey, será la cruz.

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén nos pide coherencia y perseverancia en nuestro seguimiento, evitando los contrastes espirituales.

Las reacciones y hechos ocurridos fueron muy diversos. Por un lado, las autoridades religiosas quieren matar a Jesús; mientras tanto, Él celebra la Pascua con sus discípulos. Así mismo, se identifica al Huerto de los Olivos con los sudores de sangre de Jesús, la densa oscuridad que envolvió a Judas con su traición y la triple negación de Pedro, la condena del Sanedrín, Herodes y Pilatos; el camino al calvario y la agonía, la salvación del “buen ladrón”. Finalmente, la muerte de Nuestro Señor Jesucristo sellada con la una oración al cielo llena de confianza: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

Después de la crucifixión, el centurión que estaba frente a Jesús dice: «verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios». Esta expresión valiente es un gran ejemplo para nosotros. Ese hombre que tal vez no conocía a Jesús exclama desde lo más profundo de su corazón, una declaración potente y auténtica. El representante del sistema político opresor tiene la valentía de expresar no solo la naturaleza de Jesús sino también confirma su identidad como Hijo de Dios. Podemos decir que ese centurión se convierte en discípulo de Jesús, ya que nos convertimos en discípulos, no cuando empezamos a seguir a Jesús, sino cuando lo proclamamos como el Hijo de Dios.

Con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo queda definitivamente revelado quién es Dios y qué siente por la humanidad. No olvidemos que, al lado de la cruz, se encontraba Nuestra Santísima Madre que nos enseña a ser constantes. Por ello, contemplando la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo junto a Ella, nos encontraremos en un lugar privilegiado.

¡Bendito y alabado seas Señor! ¡Para ti toda la gloria, porque solo a ti te corresponde, amado Señor!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hermanos: hoy se inicia la Semana Santa. Reconozcamos con humildad que, sin Dios, somos la nada absoluta y vivamos estos momentos con fe creciente. Pidamos al cielo la paz para nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros países y para la humanidad entera. Alabemos a Dios en medio de las pruebas que atravesamos; hagamos de nuestros corazones, templos vivientes de Nuestro Señor.

Recordemos que la historia de cada uno de nosotros es la historia del llamado continuo de Dios a cada corazón, porque cada persona es predilecta de Nuestro Señor Jesucristo. Él llamó continuamente a Jerusalén, pero la ciudad le cerró las puertas; sin embargo, el Señor respeta el misterio profundo de la libertad humana que tiene también la posibilidad trágica de rechazar la gracia divina. Aun así, cuando fallamos, Nuestro Señor Jesucristo nos mira con los mismos ojos misericordiosos con los que miró a Pedro después de la triple negación. Ojalá que también nosotros podamos decirle: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo».

Hermanos, que cada día de nuestra vida reconozcamos a Nuestro Señor Jesucristo como Hijo de Dios delante de otras personas, con nuestras palabras y acciones, sin importar las consecuencias.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, atender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección gloriosa.

Amado Jesús: que tu pasión nos estimule siempre a vivir renunciando al pecado, para que, libres de toda esclavitud, podamos celebrar santamente tu resurrección.

Amado Jesús: te pedimos que entres triunfante en nuestras vidas, nos renueves con tu amor y nos fortalezcas con tu Santo Espíritu, purificando nuestro seguimiento.

Amado Jesús, te pedimos por todos los moribundos y los difuntos, en especial, por aquellos que han partido o están partiendo de este mundo sin el auxilio espiritual, para que obtengan tu misericordia y tomen parte en tu gloriosa resurrección.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo en la cruz con un texto San Alfonso María de Ligorio:

«El cielo se oscurece, se estremece la tierra, se parten los peñascos, se abren los sepulcros; señales de que perece el Creador del mundo. He aquí que Jesús, después de haber encomendado su benditísima alma al Padre, exhala de su afligido corazón un profundo suspiro, baja la cabeza renovando en aquel momento el sacrificio de su vida por nuestra salvación, y consumido por la violencia de los dolores, entrega su espíritu.

Acércate, alma mía, a la Cruz, besa los pies de tu Señor y considera que ha muerto por el grande amor que te ha tenido.

¡Ah, Jesús mío, adonde os ha conducido vuestra caridad! Hacedme comprender bien cuán admirable es que un Dios muera por mí para que de hoy en adelante no ame sino solo a vos. Sí, os amo ¡oh sumo Bien! verdadero amante de mi alma: en vuestras manos la encomiendo y os pido por los méritos de vuestra muerte, que destruyendo en mí los afectos terrenos, me hagáis vivir únicamente para Vos, que solo merecéis todo mi amor. María, esperanza mía, rogad a Jesús por mí».

Queridos hermanos: en esta Semana Santa destinemos tiempo para pedir al cielo el perdón divino y, el viernes, que en nosotros muera todo pecado para que el domingo renazcamos en el Señor, con la alegría y el júbilo de la salvación que Él nos trae. Hagamos también el propósito de meditar, en esta Semana Santa, la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Identifiquemos de manera especial todas las actitudes positivas de todos los personajes de la lectura y proclamemos a Jesús como el rey de nuestras vidas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.