MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA – CICLO B

«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Lc 24,32.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24,13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a un pueblo llamado Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?». Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les preguntó: «¿Qué ha pasado?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a Él no lo vieron».

Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca del pueblo donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya atardece y está anocheciendo». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El icono de los discípulos de Emaús puede servir muy bien a la Iglesia como orientación… prestando una atención especial al misterio de la santa eucaristía. En el camino de nuestras preguntas, nuestras inquietudes y, a veces, de nuestras profundas decepciones, el divino Caminante continúa a nuestro lado como compañero que nos introduce, interpretando las Escrituras, en la comprensión de los misterios de Dios. Cuando el encuentro se realiza en su totalidad, a la luz de la Palabra sigue la luz que brota del “pan de vida” por el que Cristo realiza de la manera más elevada su promesa de quedarse con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)» (San Juan Pablo II).

Los hechos narrados hoy ocurrieron el mismo día en que Simón Pedro y el otro discípulo entraron al sepulcro y lo encontraron vacío; también, el mismo día de la aparición de Jesús a María Magdalena. El texto de hoy detalla el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús en cinco segmentos: en el primero, dos discípulos caminaban desde Jerusalén a Emaús cuando se les agregó un tercer viajero, Jesús, a quien no reconocieron. En el segundo se ubica el dialogo inicial que tuvieron con Jesús, en el que se mostraron llenos de dudas, sin poder recobrar la calma espiritual y emocional después de su pasión y muerte.

En el tercero, Jesús los reprende y les explica todo lo que se refiere a Él en las Escrituras; pero, aun así, su corazón no estaba preparado para reconocerlo; ellos esperaban una liberación política, no espiritual. En el cuarto, en una dichosa noche y acogiéndolo como huésped, los discípulos de Emaús dan el paso trascendente desde sus dudas hasta la fe cuando reconocieron a Jesús en la fracción del pan. Y en el quinto, cuando Jesús desaparece, los discípulos deciden regresar a Jerusalén para dar testimonio de su Resurrección.

Hermanos, acojamos a nuestros huéspedes, pues, en ellos está Nuestro Señor Jesucristo. Por ello, mientras vivamos, demos de beber a Jesús cuando tenga sed, de comer cuando tenga hambre, vistámosle si está desnudo, acojámosle si es peregrino, visitémosle si está enfermo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el texto de hoy, los discípulos de Emaús son probados por Jesús porque necesitan reconstruir sus creencias y es Jesús, quien, a través de la Palabra, les va devolviendo la fe. En la conducta de ellos se refleja nuestro comportamiento cuando nos invade el cansancio, la desilusión y tomamos o estamos a punto de tomar decisiones que pueden ahondar nuestro desaliento. Por ello, es necesario que, en nuestro camino de la vida, aceptemos la compañía de Jesús para comprender su Palabra y convertirla en acción.

Hermanos, en este sentido, será muy importante responder: ¿Recurrimos a Jesús cuando experimentamos el desaliento? ¿Leemos la Palabra con el fin de conocer más a Jesús? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a reconocer a Jesús resucitado y comportarnos como Él quiere, pidiéndole que se quede con nosotros.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la Resurrección del Señor, concédenos, propicio, llegar a la alegría eterna mediante las fiestas que celebramos en el tiempo.

Amado Jesús, que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren consuelo y alivio en tu gloriosa resurrección.

Amado Jesús, tú, que hiciste pasar a la humanidad entera de la muerte a la vida, concede el don de la vida eterna a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, en especial a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo resucitado con un sermón de San Agustín:

«¿Cuándo quiso manifestarse el Señor? “En la fracción del pan” (Lc 24,35). Podemos estar seguros: compartiendo el pan, reconocemos al Señor. Ha querido ser reconocido en ese momento por nosotros, que no lo veríamos en la carne, pero comeríamos sin embargo su carne. Sea quien seas, que no portas en vano el nombre de cristiano, que no entras en la iglesia en vano. Tú que escuchas con reverencia y esperanza la Palabra de Dios, encuentra tu fuerza en la fracción del pan.

La ausencia del Señor no es una ausencia. Sólo cree: el que no ves está contigo. Cuando Jesús les hablaba, los discípulos no tenían fe. Como no lo creían resucitado, no esperaban poder revivir. Habían perdido la fe, habían perdido la esperanza. Casi muertos, caminaban con el Viviente; muertos, caminaban con la Vida. La vida caminaba con ellos, pero sus corazones no habían todavía retornado a la vida.

Tú, si quieres la Vida, haz lo que hicieron y reconocerás al Señor. Recibieron al extranjero: el Señor parecía un viajero que iba lejos, pero supieron retenerlo. “Ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos” (Lc 24,29). Retiene al extranjero si quieres reconocer al Salvador. Lo que la duda había hecho perder, la hospitalidad lo ha devuelto. El Señor manifestó su presencia en la fracción del pan».

Queridos hermanos: renovemos nuestro propósito de encontrar y escuchar al Señor a través de su Palabra, también, a través de nuestros hermanos y, de manera especial, en la Eucaristía en la que Jesús está presente, realmente vivo de manera excelsa. Pidamos diariamente la ayuda del Espíritu Santo para ser buenos cristianos.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.