DOMINGO IV DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO IV DE PASCUA – CICLO B

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas». Jn 10,11.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas. El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este rebaño, también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla; este mandato he recibido del Padre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Cada cristiano, en virtud del bautismo, está llamado a ser él mismo un «buen pastor» en el ambiente en que vive. Vosotros, padres, debéis ejercitar las funciones del buen pastor hacia vuestros hijos; y también vosotros, hijos, debéis servir de edificación con vuestro amor, vuestra obediencia y sobre todo con vuestra fe animosa y coherente. Incluso las recíprocas relaciones entre los cónyuges deben llevar la impronta del Buen Pastor, para que la vida familiar esté siempre a la altura de sentimientos e ideales queridos por el Creador, por lo cual la familia ha sido definida «Iglesia doméstica». Así también en la escuela, en el trabajo, en los lugares de juego y de tiempo libre, en los hospitales y donde se sufre, trate siempre cada uno de ser «buen pastor» como Jesús. Pero sobre todo sean «buenos pastores» en la sociedad las personas consagradas a Dios: los religiosos, las religiosas, los que pertenecen a los institutos seculares. Hoy y siempre debemos orar por todas las vocaciones religiosas, masculinas y femeninas, para que este testimonio de la vida religiosa sea cada vez más numeroso, más vivo, más intenso y cada vez más eficaz en la Iglesia ¡El mundo tiene necesidad, hoy más que nunca, de testigos convencidos y totalmente consagrados!» (San Juan Pablo II).

Hoy meditamos la parábola del Buen Pastor, por eso, se llama a este día, Domingo del Buen Pastor en el que se celebra también la fiesta del párroco.

El pasaje evangélico nos habla del buen pastor que conoce a las ovejas, que las ama, las guía y las orienta. Esta bella imagen de Jesús es también una llamada a la conversión y a la comunión fraterna entre todos los seres humanos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En los tiempos actuales, difíciles para la fe, se requiere la presencia de cristianos comprometidos; apóstoles que, como el Buen Pastor, sepan guiar a las almas hacia espacios de quietud, de calma, de solidaridad; es decir, hacia Dios.

Ejercitemos también nuestra vocación de pastores para contribuir a que la humanidad se acerque a los pastos divinos de la Palabra de Dios y ayudar a que aflore la inmensa capacidad humana de amar. Busquemos dentro de nosotros mismos esa capacidad de amar, si es posible, hasta el extremo.

Tengamos presente que el pastor que se parece a Jesús no abandona a las ovejas; al contrario, está cerca de ella, las defiende; y, con criterios evangélicos, las orienta hacia el futuro. Todo esto implica crear una cultura de tolerancia y diálogo, sin renunciar nunca a los principios cristianos, especialmente, de defensa de la vida y de la familia.

Hermanos, meditando la palabra, respondamos de corazón: ¿Reconocemos a Nuestro Señor Jesucristo como el Buen Pastor en nuestras vidas? ¿Rezamos para que Dios suscite buenos pastores? ¿Dejamos que el Espíritu Santo de sentido a nuestras vidas? Que las respuestas a estas preguntas nos estimulen a reconocer al Buen Pastor y a pedir al cielo nuevas vocaciones en la Iglesia, y la gracia de buscar creativamente la escucha mutua, el diálogo y la cooperación que la humanidad necesita, sin renunciar a nuestra fe.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, condúcenos a la asamblea gozosa del cielo, para que la debilidad del rebaño llegue hasta donde le ha precedido la fortaleza del Pastor.

Padre eterno, envía sobre tu Iglesia el Espíritu Santo a fin de que tu pueblo sea signo de la unidad de los hombres.

Amado Jesús, buen pastor, guía con mano amorosa a la comunidad cristiana de hoy; y, en medio de los vaivenes de la historia, haz que cada uno de nosotros tenga en ti un modelo perfecto para imitar.

Amado Jesús, buen pastor, danos la luz verdadera y haz que nosotros seamos capaces de entregar la vida por nuestros hermanos más necesitados.

Amado Jesús, te pedimos por todos los moribundos y difuntos, en especial, por aquellos que han partido o están partiendo de este mundo sin el auxilio espiritual, para que obtengan tu misericordia y tomen parte en tu gloriosa resurrección.

Madre Santísima, Madre del Buen Pastor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Camino a Pentecostés, contemplemos a Jesús con una oración de Basilio de Seleucia:

«Miremos a Cristo, nuestro pastor. Se regocija con las ovejas que están cerca de él y va en busca de las extraviadas. No teme montes y bosques; recorre barrancos hasta llegar a la oveja perdida. Y aunque la encuentre en estado lastimoso, no se encoleriza, sino que, llevado por la compasión, la toma sobre sus hombros y, de su propio cansancio, cura a la oveja cansada. Con razón Cristo proclama: “Yo soy el buen Pastor, busco la oveja perdida, recupero a la extraviada, ayudo a la que está herida, curo a la que está enferma”. He visto al rebaño de los hombres agobiado por la enfermedad; he visto a mis corderos descender al lugar de los demonios; he visto a mi rebaño despedazado por los lobos.

He visto esto desde lo alto. Por eso tomé la mano seca, atrapada por el mal como por un lobo; desaté aquello que la fiebre había atado; hice ver a aquellos cuyos ojos permanecieron cerrados desde el seno de su madre; saqué a Lázaro de la tumba, donde yacía desde hacía cuatro días. “Porque soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por sus ovejas”. Los profetas conocieron a este pastor, ya que antes de su pasión anunciaban lo que iba a venir: “Como cordero, llevado al matadero; como oveja ante el esquilador, no abría la boca”. Como una oveja, el pastor ofreció su garganta por sus ovejas. Por su muerte, remedia a la muerte; por su tumba, vacía las tumbas…

Lo vemos bajar a los infiernos, donde da la orden de liberación; lo vemos llamar de nuevo a sus ovejas, llamarlas por su nombre y llevarlas de la estancia de la vida. El buen pastor da su vida por sus ovejas. Así es como se propone ganar el afecto de sus ovejas; y a las que saben oír su voz, Cristo las ama».

Queridos hermanos: invoquemos al Espíritu Santo para hacer realidad las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; es decir, oír la voz del Buen Pastor. No dejemos nunca de orar para que la Santísima Trinidad y Nuestra Santísima Madre protejan a nuestros pastores y promovamos en nuestros hermanos la búsqueda del encuentro personal con Nuestro Señor Jesucristo a través de la experiencia cotidiana y la oración.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.