LECTIO DIVINA DEL DOMINGO VI DE PASCUA – CICLO B
«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Jn 15,13.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
1. Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya nos los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que todo lo que pidan a mi Padre en mi nombre, Él se lo concederá. Esto les mando: que se amen unos a otros».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«He aquí la radical novedad de la amistad divina: los hombres, objeto de la predilección de Dios, creados y llamados para servirlo, son destinatarios de un amor incomparable: “Nadie tiene un amor más grande que este: dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13). El Hijo de Dios, hecho hombre, se da todo a Sí mismo y así “eleva” hacia el Padre la humanidad, abriendo las puertas de su morada y acogiendo a los fieles al banquete nupcial. Eligiéndonos, es decir, llamando personalmente a cada uno, Cristo nos da la alegría de compartir su misma Vida y Filiación: nos hace partícipes, dirá san Pedro, de la naturaleza divina (cf. 2Pe 1,4).
Animados por esta profunda y nueva Comunión con el Resucitado, que nos acompaña siempre y en todas partes, imploramos a la Santísima Virgen, Refugio de los pecadores y Nuestra Señora de Fátima, “permanecer” en el amor de Cristo, de amarnos los unos a los otros y de llevar fruto, el fruto de los hijos de Dios. Amén» (Benedicto XVI).
En el pasaje evangélico, Jesús resume todos los mandamientos en uno: que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado y que no hay amor más grande que el que da la vida por los amigos. Esta es la obra insuperable su amor; por ello, Jesús llama “amigos” a quienes siguen sus mandatos y resalta que es Él, quien elige a sus amigos. Una elección que solo puede ser correspondida dando los mejores frutos.
Asimismo, en el texto, la experiencia del amor ocupa el centro de las enseñanzas que Jesús dirige a sus discípulos de todos los tiempos. Por ello, en el horizonte de la escucha de la Palabra, de la acogida al necesitado y del compromiso cristiano, está el gozo, que es el mismo que el del Maestro.
2. Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Si nos formulamos la pregunta: ¿Qué es lo que define a un cristiano? Indudablemente, es el amor, la caridad. Por ello, meditemos con un texto de la Venerable Madeleine Delbrêl:
«Eres cristiano por y para la caridad, Por nada y para nada más… La caridad es lo único necesario para existir, Lo único necesario para vivir, Lo único necesario para actuar.
La caridad es nuestra vida convirtiéndose en eterna. Cuando dejamos la caridad, dejamos nuestra vida. Un acto sin caridad es muerte súbita, un acto de la caridad es resurrección inmediata. No puedes fabricar la caridad: la recibes.
La caridad imperfecta es un don recibido incompletamente. La caridad perfecta es un don totalmente recibido. La caridad es gratuita tanto como es necesaria. No la ganas como un concurso. La obtienes deseándola, pidiéndola, recibiéndola y transmitiéndola. La caridad no se aprende, se hace de a poco su conocimiento, haciendo el conocimiento de Cristo.
Es la fe en Cristo que nos hace capaces de la caridad, es la vida de Cristo que nos revela la caridad, es la vida de Cristo que nos muestra cómo desear, pedir y recibir la caridad. Es el Espíritu de Cristo que nos hace vivientes de caridad, actuando por caridad, fecundos de caridad. Todo puede servir a la caridad, Sin ella todo es estéril y primeramente nosotros».
Hermanos, respondamos de corazón: ¿Qué nos impide estar más unidos a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Cómo llevamos a la práctica el mandamiento del amor fraterno? ¿Encontramos la alegría de lo que se vive y se hace con amor? Invocando siempre al Espíritu Santo, que las respuestas a estas preguntas nos permitan, frente a cualquier motivo, volver a la originalidad de Jesús: «Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado».
¡Jesús, María y José nos aman!
3. Oración
Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo.
Amado Jesús, Maestro y amigo, concédenos un espíritu humilde y otórganos la gracia de amar como tú nos amas, para que podamos dar fruto en este mundo tan necesitado de tu amor y misericordia. Inspíranos con el Espíritu Santo para tener el valor de dar testimonio de tu infinito amor a las personas que tienen grandes necesidades espirituales y materiales.
Amado Jesús, inspira en los jóvenes la gracia de ser tus amigos y, con los dones del Espíritu Santo, fortalece su vocación de servicio a la Iglesia.
Amado Jesús, que los moribundos y los que ya han muerto, obtengan tu misericordia eterna, te lo suplicamos Señor.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
4. Contemplación y acción
Camino a Pentecostés, contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Clemente de Roma:
«El que posee la caridad de Cristo que cumpla sus mandamientos. ¿Quién será capaz de explicar debidamente el vínculo que la caridad divina establece? (Col 3,14) ¿Quién podrá dar cuenta de la grandeza de su hermosura? La caridad nos eleva hasta unas alturas inefables. La caridad nos une a Dios, la caridad cubre la multitud de los pecados (1Pe 4,8), la caridad lo aguanta todo, lo soporta todo con paciencia; nada sórdido ni altanero hay en ella; la caridad no admite divisiones, no promueve discordias, sino que lo hace todo en la concordia; en la caridad hallan su perfección todos los elegidos de Dios y sin ella nada es grato a Dios. En la caridad nos acogió el Señor: por su caridad hacia nosotros, nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo la voluntad del Padre, dio su sangre por nosotros, su carne por nuestra carne, su vida por nuestras vidas.
Ya veis, amados hermanos, cuán grande y admirable es la caridad y cómo es inenarrable su perfección. Nadie es capaz de practicarla adecuadamente, si Dios no le otorga este don. Oremos, por tanto, e imploremos la misericordia divina, para que sepamos practicar sin tacha la caridad, libres de toda parcialidad humana. Todas las generaciones anteriores, desde Adán hasta nuestros días, han pasado; pero los que por gracia de Dios han sido perfectos en la caridad obtienen el lugar destinado a los justos y se manifestarán el día de la visita del reino de Cristo. Porque está escrito: Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro; escóndete un breve instante mientras pasa la cólera; y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros sepulcros.
Dichosos nosotros, amados hermanos, si cumplimos los mandatos del Señor en la concordia de la caridad, porque esta caridad nos obtendrá el perdón de los pecados. Está escrito: “Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay falsedad”. Esta proclamación de felicidad atañe a los que, por Jesucristo nuestro Señor, han sido elegidos por Dios, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén».
Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para fortalecer nuestra amistad con Jesús. Asumamos el compromiso de dar la vida en todas sus formas, como una expresión del amor y como fruto de la acción del Espíritu Santo. Consolidemos también nuestra posición cristiana frente a las ideologías que el mundo propone. Esforcémonos por salir al encuentro del otro, porque en esto consiste el verdadero amor. Cuántas personas están esperando, muchas veces sin saberlo, la amistad de Jesús. Acerquemos a esas personas al Amigo, que es Jesús; no dejemos pasar estas oportunidades para glorificar a Dios con nuestras vidas.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.