VIERNES VI DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES VI DE PASCUA – CICLO B

«También ustedes ahora sienten tristeza; pero yo los volveré a ver, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría». Jn 16,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, mientras el mundo estará alegre; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda de la angustia, por la alegría que siente al ver que ha nacido un hombre en el mundo. También ustedes ahora sienten tristeza; pero yo los volveré a ver, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría. Aquel día no me preguntarán nada».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El placer y la pena acompañan a la virtud. La pena de la carne, acompaña a la virtud cuando está privada de la sensación tersa y agradable. El placer del alma, la acompaña cuando ella se regocija en las delicias del espíritu por la razón, sin otra cosa sensible. Es necesario que durante la vida presente, la inteligencia que está ahora afligida por la carne, a causa de las numerosas pruebas que le llegan por la virtud, se regocije en el alma y sea plena de placer por la esperanza de bienes eternos. Mismo si los sentidos estuvieran abrumados. El divino Apóstol revela “Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros” (Rom 8,18)» (San Máximo el Confesor).

En los días previos a la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo y a Pentecostés, las lecturas se toman del evangelio de Juan, entre los capítulos 16 y 21, cuyo conjunto se denomina también “Libro de la revelación o de la consolación”.

El pasaje evangélico de hoy, Jesús sigue aludiendo a su pasión y resurrección; pero su mensaje no puede ser comprendida todavía por sus discípulos, quienes están sumidos en un ambiente de tristeza. Con la intención de que sus discípulos comprendan el significado de su mensaje, Jesús hace una comparación con los dolores de parto de una madre. Trata de que entiendan que el dolor y la tristeza que causa la persecución, son dolores de parto que, a la vez, son fuente de vida, ya que una madre soporta los dolores con una firme esperanza.

Luego de la comparación, Jesús los anima con la certeza de su resurrección cercana. Esta es la promesa que revela que Jesús es la respuesta total a todas las interrogantes que hay en el corazón de la humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El cristiano de hoy y de siempre debe elegir en todo momento la alegría que viene de Nuestro Señor Jesucristo. Para ello, es importante invocar a Dios Espíritu Santo para que nos ayude a identificar y rechazar las alegrías efímeras que el rey de la mentira propone.

No dejemos que nada empañe las alegrías que el Espíritu Santo pone en nuestros corazones. Son alegrías imperecederas, que están enraizadas en nuestro ser. Son alegrías que a veces duelen, pero que están llenas de bendición y de amor del Señor. Recordemos que solo la fe produce una profunda unión con Dios y la alegría que nadie puede arrebatar.

Nuestro Señor Jesucristo señala claramente que nuestro camino no está exento de pruebas y tristezas; sin embargo, Él promete que luego de la tribulación, el gozo iluminará nuestros corazones. Decidamos bien queridos hermanos, escojamos siempre la alegría de Nuestro Señor Jesucristo a través de la vivencia diaria de los mandamientos del amor; los momentos actuales así lo requieren.

Hermanos: meditando la lectura, intentemos responder: ¿Cómo experimentamos las tristezas y alegrías en nuestra vida? ¿El mensaje de Nuestro Señor Jesucristo nos anima a pensar en el misterio de la vida eterna? ¿Estamos prestos para acudir al llamado de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan escoger siempre la alegría que viene de lo alto y podamos comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, que Nuestro Señor Jesucristo es la más bella y radical respuesta a todas nuestras preguntas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que se complete en todo lugar, por la fuerza del Evangelio, lo que fue prometido como fruto de la acción santificadora de tu Verbo, y lo anunciado por la predicación de la verdad nos obtenga la plenitud de la adopción filial.

Gracias Padre eterno por habernos dado la dicha de darnos a tu hijo Jesucristo para salvar nuestras almas y por enviarnos al Espíritu Santo que tanto necesitamos para santificar nuestras vidas.

Amado Jesús, creemos, pero aumenta nuestra fe. Enséñanos a buscar la alegría que viene de ti y danos la fortaleza para rechazar las alegrías efímeras que el mundo ofrece.

Espíritu Santo, luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo. Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos… Ven Espíritu Santo.

Amado Padre celestial, que los agonizantes y los difuntos, libres de la esclavitud de la corrupción, entren en la libertad gloriosa de tu reino.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de José Aldazabal:

«La tristeza de los discípulos ante la marcha de Jesús está destinada a convertirse en alegría, aunque ellos todavía no entiendan cómo. Nosotros, leyéndolo desde la perspectiva de la Pascua, sí que conocemos que la resurrección de Jesús llenará de alegría a la primera comunidad. Precisamente hemos estado leyendo la historia de esta comunidad en el libro de los Hechos: una historia invadida de dinámica energía. Hoy Jesús describe muy expresivamente en qué consiste la alegría para sus seguidores. Es hermosa la comparación que pone, la de la mujer que da a luz: «cuando va a dar a luz, siente tristeza, pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre».

Es una alegría profunda, no superficial, que pasa a veces por el dolor y la renuncia, pero que es fecunda en vida. Como la alegría de la Pascua de Cristo, que a través de la muerte alumbra un nuevo mundo y salva a la humanidad.

Si la alegría es un fruto característico de la Pascua que estamos celebrando, podemos preguntarnos cómo estamos de alegría interior en nuestra vida. ¿Es una asignatura aprobada o suspendida en nuestra comunidad? ¿de veras creemos nosotros mismos la Buena Noticia de la Pascua del Señor? ¿es ése el motor que nos mueve en nuestra vida cristiana? ¿o vivimos resignados, indolentes, desalentados, apáticos? ¿se nota que hace seis semanas que estamos celebrando y viviendo la Pascua?

También tendríamos que recordar qué clase de alegría nos propone Jesús: la misma que la de él, que supuso fidelidad y solidaridad hasta la muerte, pero que luego engendró nueva vida. Como el grano de trigo que muere para dar vida. Como la mujer que sufre, pero luego se llena de alegría ante la nueva vida que ha brotado de ella. Así la Iglesia ha ido dando a luz nuevos hijos a lo largo de la historia, y muchas veces lo ha hecho con sacrificio. Nosotros queremos alegría a corto plazo. O alegría sin esfuerzo. Y nada válido se consigue, ni en el orden humano ni en el cristiano, sin esfuerzo, y muchas veces sin dolor y cruz.

Ojalá se pueda decir de nosotros, ahora que estamos terminando la vivencia de la Pascua, que “se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría”».

Hermanos: pidamos al Espíritu Santo la fortaleza para mantener firme nuestra fe y alegría en la promesa que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos a Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, que interceda ante el Espíritu Santo para que sea nuestro escudo ante las tentaciones de las alegrías mundanas. No olvidemos que el consuelo otorgado por Nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos se extiende también a nosotros y a toda la humanidad, hasta el fin de los tiempos.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.