LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA IX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

«Tomen, esto es mi cuerpo… esta es mi sangre» Mc 14,22.24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,12-16. 22-26

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena». Los discípulos partieron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesus tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio y diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios». Después de cantar los salmos, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, el cual da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la criatura más pequeña, a toda la historia humana y a la existencia más breve. La adoración es oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística; en ella el alma sigue alimentándose: se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Aquel ante el cual nos postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma» (Benedicto XVI).

Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el Corpus Christi, y lo hacemos meditando los textos “Preparación de la Cena Pascual”, versículos 12-16, y “Jesús instituye la Eucaristía con un gesto supremo de amor”, versículos 22-26.

Celebramos la devoción y el culto a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento. El misterio de esta celebración es el misterio de Jesús hecho pan y vino en el sacramento de la Eucaristía; es el alimento de la esperanza, en el que Nuestro Señor Jesucristo ofrece su vida entera como un gesto culminante de entrega amorosa por la humanidad.

Nosotros, que participamos de la Santa Eucaristía, también somos herederos de esta manera de amar; por ello, podemos dar nuestro tiempo y los dones que Dios nos ha otorgado para contribuir a hacer realidad el Reino de los cielos. En este sentido, la Eucaristía nos sitúa en el horizonte de la unidad más sublime con la Santísima Trinidad, y con una fe en el luminoso porvenir que nos traerá el Reino de Dios definitivo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la Eucaristía el fundamento de la fe cristiana es la entrega total de Nuestro Señor Jesucristo por la salvación de la humanidad. Es la creencia más importante de nuestra fe porque Nuestro Señor Jesucristo está presente en las formas del pan y vino, en el altar eucarístico; sin embargo, muchos hermanos no consideran que este sacramento es sagrado.

Por ello, demos a la celebración de hoy el sentido que tiene: Nuestro Señor Jesucristo está presente en la hostia como fuente de vida. Unámonos a él con todo nuestro corazón. Así mismo, contribuyamos a abrir espacios de fraternidad en un mundo que está perdiendo el sentido de su existencia para dar paso al individualismo que exacerba el egoísmo y la violencia. Caminemos ayudando a otros hermanos a dirigirnos fraternalmente hacia la plenitud del amor eucarístico de Dios.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Nuestra vida cristiana se sustenta con el pan eucarístico? ¿Pasamos algún tiempo unidos a Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento? Que las respuestas a estas preguntas sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio que encierra la Santa Eucaristía y a hacer realidad el amor a Dios y al prójimo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que en el sacramento admirable de la Eucaristía nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, para que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Espíritu Santo, maravilloso huésped de nuestros corazones, genera en las comunidades cristianas una fidelidad ejemplar hacia la Santa Eucaristía, que acreciente el amor a Dios y al prójimo.

Padre eterno, Padre de todos los vivientes, tú que vives y reinas con el Hijo y el Espíritu Santo, recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, Esposa virginal del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la Santísima Trinidad con un texto de Santo Tomás de Aquino:

«El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.

Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.

Pero, a fin de que guardásemos para siempre en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.

¡Oh, banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?

No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.

Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.

Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su Pasión.

Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando después de celebrar la Pascua con sus discípulos iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su Pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras, y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.