LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA X DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN ANTONIO DE PADUA, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda». Mt 5,23-24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,20-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Llega a un acuerdo con tu adversario mientras van de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Hablemos, pues, según nos sugiera el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino» (San Antonio de Padua).

Hoy celebramos a San Antonio de Padua, doctor de la Iglesia. Nació en Lisboa, Portugal, el 15 de agosto de 1195. Se llamaba Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo; a los 25 años adoptó el nombre de Antonio cuando se hizo franciscano después de ser agustino. Era un gran predicador, poseía una voz clara y fuerte, memoria prodigiosa, un profundo conocimiento, un espíritu de profecía y un extraordinario don de milagros, por eso se le considera un gran taumaturgo. Murió el 13 de junio de 1231. El Papa Gregorio IX lo canonizó a casi un año de su muerte, en Pentecostés, el 30 de mayo de 1232.

Esta lectura integra un texto que se extiende desde el versículo 17 al 48, denominado “Jesús y la Torá”, en el que Jesús interpreta y explica la Ley de Dios. En el segmento de hoy, “Sobre la ofensa”, Jesús habla con una autoridad que está por encima de la legislación antigua.

Jesús pone en alto relieve la rectitud de la Ley que supera a la de los fariseos, quienes estaban contaminados de legalismo. Lo hace al interpretar el verdadero espíritu del quinto mandamiento: “No matarás”: Jesús señala que no basta con evitar el asesinato, y que no solo hay que eliminar toda la estructura causal que conduce al mismo, sino que es necesaria la reconciliación fraterna con el hermano.

De una manera renovada y subversiva, Jesús presenta el nuevo proyecto de salvación en el que los límites de la Ley son ampliados hasta el extremo de no tolerar el enfado, ni los insultos al hermano. Jesús pide que no faltemos el respeto a nadie.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos pide que no recurramos a peleas, ni a tribunales, sino que, dejando de lado la estrechez del pensamiento legalista, busquemos siempre la fraternidad, evitando el miedo, la ira, la violencia, el resentimiento, el odio y todos aquellos sentimientos contrarios al amor.

Indaguemos en nuestro interior e identifiquemos aquellos sentimientos que ensombrecen la fraternidad de nuestras relaciones humanas con el fin de purificar nuestras actitudes interiores, buscando siempre la santidad que exige el Reino de los cielos.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Cuáles son los sentimientos que predominan en mi conducta cotidiana? ¿Cuáles son las situaciones que más me alteran? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a que la luz de la Palabra elimine todas las oscuridades que dificultan la manifestación plena del amor de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que en san Antonio de Padua has dado a tu pueblo un predicador insigne y un intercesor en las necesidades, concédenos, con su ayuda, seguir las enseñanzas de la vida cristiana y experimentar tu protección en todas las adversidades.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tus dones y enciende en nosotros el fuego de tu amor para que, fortalecidos, la Palabra sea en nosotros Espíritu y Vida, y que nada marchite la primavera de tu ternura.

Espíritu Santo: fortalece con tus dones la reconciliación en nuestras comunidades, para que sean fiel testimonio del amor de la Santísima Trinidad.

Padre eterno, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar siempre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Jacques Phillipe:

«¡Cuántas personas pierden la paz al pretender cambiar a toda costa a quienes les rodean! ¡Cuántas personas casadas se alteran y se irritan porque querrían que su cónyuge no tuviera este defecto o aquel otro! Por el contrario, el Señor nos pide que soportemos con paciencia los defectos del prójimo.

Tenemos que razonar así: si el Señor no ha transformado todavía a esa persona, si no ha eliminado de ella tal o cual imperfección, ¡es que la soporta como es! Espera con paciencia el momento oportuno, porque debemos actuar como Él. Tengo que rezar y esperar pacientemente. ¿Por qué ser más exigente y más precipitado que Dios? En ocasiones creo que mi prisa está motivada por el amor, pero Dios ama infinitamente más que yo, y sin embargo ¡se muestra menos impaciente! “Hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad, el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperándolo con paciencia, mientras caen las lluvias tempranas y tardías” (Sant 5,7).

Esta paciencia es tanto más importante cuanto que opera en nosotros una purificación indispensable. Aunque creemos desear el bien de los otros o nuestro propio bien, ese deseo suele estar mezclado con una búsqueda de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad, del apego a nuestros criterios personales estrechos y limitados, a los que nos aferramos y queremos imponer a los demás, y a veces, incluso a Dios. Debemos liberarnos a toda costa de esa estrechez de corazón y de juicio, a fin de que no se realice el bien que imaginamos, sino el que corresponde a los designios divinos, infinitamente más amplios y más hermosos».

Hermanos, pidamos al Espíritu Santo que nos permita comprender a cabalidad los mandamientos del amor, fundamentalmente, a vivir una vida amando a Dios a través del prójimo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.