LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«A quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no le vuelvas la espalda» Mt 5,42.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,38-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio, les digo: No hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Al que quiere ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te obligue para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no le vuelvas la espalda».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Señor nos ha enseñado hoy la gran sublimidad de la filosofía celeste, el gran valor de la milicia cristiana, diciendo: “A quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt 5,39). Considera difícil esta manera de comportarse quien ignora lo grandes que son las recompensas de la paciencia. ¿Piensas acaso que puede obtener la victoria el que quiere conseguir la corona sin recibir ni siquiera una bofetada? ¿Puede buscar la gloria, aquel a quien le parece insoportable una ofensa humana en defensa del honor divino? Pues, para demostrar que no son difíciles las cosas ordenadas, se repite la misma lista de los mandamientos: “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo que no hagáis frente al que os hace mal…”» (Pedro Crisólogo).

El texto de hoy también forma parte del Sermón de la Montaña. En él, Jesús enseña que se debe evitar la violencia; para ello, es esencial evitar la venganza, es decir, no devolver mal por mal. Desde esta perspectiva el pasaje evangélico de hoy es transformador porque plantea el perdón en lugar de la venganza.

La llamada “ley del talión” se encontraba en la legislación asiria y se ubica también en la Ley de Moisés, específicamente, en algunos libros del Pentateuco: «Pero cuando haya lesiones, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal» (Ex 21,23-25; cf. Lv 24,17-22; Dt 19,21). Esta ley permitía la venganza en la medida en que una persona había sido ofendida, lo cual suponía un importante progreso en la conciencia ética de las personas al regular la venganza.

Nuestro Señor Jesucristo no busca la pasividad y pusilanimidad del cristiano, ni la resignación fatalista. Con cuatro ejemplos, Jesús señala que es necesario llegar a la raíz del mandamiento del amor, que es el respeto por la vida, practicar la fraternidad, la justicia y la solidaridad. De esta manera, Jesús explica la bienaventuranza de la persecución y propone la acción revolucionaria del amor gratuito sin esperar nada a cambio, algo que para el ego resulta descabellado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús nos dice que al mal se le vence con el bien. La violencia se evita con el amor, con la fraternidad y el verdadero perdón, que es inspirado por el Espíritu Santo.

En el mundo actual, lleno de creciente violencia, pareciera que es muy difícil que la aplicación del mandamiento del amor sustituya a la “ley del talión”, ya que el espíritu de esa ley está muy enraizado en el corazón humano. Es más, la lectura de hoy puede generar mucha incomodidad debido a la proclividad a la venganza y violencia del corazón humano, que es promovida diariamente por el cine y muchos medios de comunicación, incluso por gobiernos de varias naciones. En cambio, Nuestro Señor Jesucristo excluye la venganza; no solo su acción, sino también el deseo de ella, proponiendo la renuncia a toda violencia. Como decía San Juan Crisóstomo: «El fuego no se extingue con fuego, sino con agua».

El poder que encierra la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo se manifiesta cuando los corazones están dispuestos a crecer en el amor de Dios. Invoquemos al Espíritu Santo para que el mundo acoja las revelaciones de amor que tiene la Palabra de Dios. ¡El amor todo lo puede! Adicionalmente, «la segunda milla» está referida al acompañamiento espiritual que debemos estar dispuestos a dar a aquellos hermanos que buscan el conocimiento de la verdad.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿En algunas situaciones en la que nuestros intereses son afectados, experimentamos deseos de venganza? ¿Cómo superamos estos deseos? ¿Acompañamos espiritualmente a nuestros hermanos con generosidad? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a contribuir a la creación de un clima cristiano que haga creíble el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, tú que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, porque amas a todos por igual, ten piedad de nosotros y ensancha nuestros corazones para que amemos como tú nos amas, siendo pacientes y renunciando a la venganza y al resentimiento.

Amado Jesús: te pedimos por todos nuestros hermanos que, con violencia y venganza, causan sufrimientos a muchas personas, para que puedan encontrarte, amarte y dar testimonio de tu amor.

Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, envíanos tus santos dones para que nada perturbe nuestra paz y podamos cumplir los mandamientos de amor que Nuestro Señor Jesucristo nos dejó, superando siempre nuestra tendencia natural a la venganza.

Padre eterno, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar siempre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.

Madre Santísima, esposa del Espíritu Santo, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de David F. Ford:

«Vamos a empezar enfrentándonos con el primer y desconcertante desafío. Jesús lo resume en el sermón de la montaña: “Vosotros ser perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). He aquí una petición verdaderamente excesiva. ¿Cómo es perfecto Dios? El sermón de la montaña y todo el resto de la enseñanza y de los actos de Jesús nos dan indicios más que suficientes.

Dios “hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45); Dios recompensa las acciones realizadas en lo secreto; Dios perdona; Dios es fiel en preocuparse por todas nuestras necesidades; Dios da cosas buenas a los que se las piden. La mayor alegría de Dios consiste en invitar a cada uno de nosotros a un banquete y ofrecerle todo lo mejor posible.

El punto crucial es este: Dios es completamente para nosotros, pero de ninguna manera para sustraernos de nuestras responsabilidades. Al contrario, Dios es para nosotros de suerte que nosotros podamos ser, de todo corazón, para Dios y para los otros. Dios comparte tanto la alegría como la responsabilidad. Y Dios nos da siempre más de lo necesario, para ponernos en condiciones de seguir sus deseos divinos. Las virtudes son, en todo esto, nuestra manera habitual de ser para los otros en la vida cotidiana. Surgen de corazones plasmados por Jesucristo, en cuanto huéspedes de nuestra “comunidad del corazón” y por el deseo de Dios por nosotros y de nosotros por Dios. La abundancia de Dios significa que la gracia y la energía para ser virtuosos están siempre a nuestra disposición.

Es inútil pensar en limitarse a vivir una vida suficientemente buena cuando se está frente a un Dios así. Dios no se conforma con menos que la plena responsabilidad y la alegría absoluta, y nos ofrece todo lo necesario para ello. Dios nos lo da todo, y cuando nosotros fallamos, continúa perdonándonos y nos sigue dando».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.