LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Porque si perdonan sus faltas a los demás, también nuestro Padre, que está en el cielo, los perdonará a ustedes» Mt 6,14.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando oren, no usen muchas palabras, como hacen los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes, ya sabe lo que a ustedes les hace falta antes de que se lo pidan. Ustedes oren así: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonan sus faltas a los demás, también nuestro Padre, que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Mirad cómo de pronto levanta el Señor a sus oyentes y desde el preámbulo mismo de la oración nos trae a la memoria toda suerte de beneficios divinos. Porque quien da a Dios el nombre de Padre por ese sólo nombre confiesa ya que se le perdonan los pecados, que se le remite el castigo, que se le justifica, que se le santifica, que se le redime, que se le adopta como hijo, que se le hace heredero, que se le admite a la hermandad con el Hijo unigénito, que se le da el Espíritu Santo. No es, en efecto, posible darle a Dios el nombre de Padre y no alcanzar todos esos bienes. De doble manera, pues, levanta el Señor los pensamientos de sus oyentes: por la dignidad del que es invocado y por la grandeza de los beneficios que de Él habían recibido» (Manuel Garrido Bonaño).

Desde la semana pasada estamos meditando el Sermón de la montaña. En el pasaje evangélico de hoy, Jesús nos enseña cómo orar a través de la oración del Padrenuestro. En esta oración sencilla y profunda, podemos distinguir tres peticiones a Dios por ser nuestro Padre, y cuatro peticiones para nosotros y nuestros hermanos.

Las tres peticiones que hacemos a Dios son las siguientes: la primera es la invocación y la santificación del Santo Nombre de Dios Padre; la segunda, el ferviente deseo que su Reino se instaure en nuestros corazones y en la humanidad; y la tercera, que su voluntad de amor y misericordia se realice plenamente en la tierra y en el cielo.

Las cuatro peticiones para nosotros y nuestros hermanos son las siguientes: en la primera le pedimos nos conceda la alimentación diaria para el cuerpo y para el alma; en la segunda petición imploramos su misericordia y su perdón, así mismo que nos ayude a cumplir el compromiso de perdonar a quienes nos ofenden. Y, en la cuarta petición, le pedimos a Dios Padre alcanzar la victoria sobre las tentaciones y le suplicamos que nos libere de todas las ataduras del maligno.

La conclusión del texto regresa sobre la segunda petición para nosotros: la del perdón; que insiste en la reconciliación fraterna, perdonando al hermano que nos ha ofendido.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

A través de la oración maravillosa del Padrenuestro, todos nosotros y todas las personas del mundo tenemos la oportunidad de experimentar encuentros personales con Dios Padre. El Padrenuestro nos brinda el privilegio de llamar Padre, “Abba”, a Dios Padre, fortaleciendo nuestra fe en la filiación con Él, y acercándonos confiadamente a su amor, misericordia y paternidad universal.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Aceptamos la propuesta de Nuestro Señor Jesucristo de dirigirnos a Dios Padre para adorarle, agradecerle y pedirle por nosotros y por nuestros hermanos? ¿Pedimos de corazón a Dios Padre que su reino se establezca en nosotros? ¿Perdonamos a las personas que nos ofenden? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a cumplir el compromiso de que nuestra vida sea coherente con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; compromiso que asumimos cada vez que rezamos el Padrenuestro.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que estás en el cielo, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Padre misericordioso, concédenos la gracia de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, tu Hijo, y mantener siempre una relación estrecha de amor filial contigo, para que vivamos siempre inspirados por tu amor.

Santo Dios, Santo Padre del cielo, envía tu Espíritu Santo para fortalecer nuestra fe y poder ser discípulos de Jesús en todas las circunstancias de nuestras vidas.

Padre eterno, en el Santísimo Nombre de Jesús, tu Hijo y por tu infinita misericordia, lleva contigo a todos los difuntos de todo tiempo y lugar y muéstrales el excelso rostro de tu amor.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios Padre con un sermón de Pedro Crisólogo:

«Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Este es el reinado de Dios: cuando en el cielo y en la tierra impere la voluntad divina, cuando solo el Señor esté en todos los hombres, entonces Dios vive, Dios obra, Dios reina, Dios es todo, para que, como dice el apóstol, Dios sea todo en todas las cosas (1 Cor 15,28).

El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Quien se dio a nosotros como Padre, quien nos adoptó como hijos, quien nos hizo herederos, quien nos transmitió su nombre, su dignidad y su Reino, nos manda pedir el alimento cotidiano. ¿Qué busca la humana pobreza en el Reino de Dios, entre los dones divinos? Un padre tan bueno, tan piadoso, tan generoso, ¿no dará el pan a los hijos si no se lo pedimos? Si así fuera, ¿por qué dice: no os preocupéis por la comida, la bebida o el vestido? Manda pedir lo que no nos debe preocupar porque como Padre celestial quiere que sus hijos celestiales busquen el pan del cielo; “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo” (Jn 6,41). Él es el pan nacido de la Virgen, fermentado en la carne, confeccionado en la pasión y puesto en los altares para suministrar cada día a los fieles el alimento celestial.

Y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si tú, hombre, no puedes vivir sin pecado y por eso buscas el perdón, perdona siempre; perdona en la medida y cuantas veces quieras ser perdonado. Ya que deseas serlo totalmente, perdona todo y piensa que, perdonando a los demás, a ti mismo te perdonas.

Y no nos dejes caer en la tentación. En el mundo la vida misma es una prueba, pues asegura el Señor: es una tentación la vida del hombre (Job 7,1). Pidamos, pues, que no nos abandone a nuestro arbitrio, sino que en todo momento nos guíe con piedad paterna y nos confirme en el sendero de la vida con moderación celestial.

Mas líbranos del mal. ¿De qué mal? Del diablo, de quien procede todo mal. Pidamos que nos guarde del mal, porque, si no, no podremos gozar del bien».

Hermanos: alabemos a Dios Padre, creador nuestro, por su amor e infinita misericordia; y seamos siempre agradecidos a la Santísima Trinidad por todos los dones recibidos. Somos frágiles y caemos muchas veces en las tentaciones y el pecado; pidamos diariamente el perdón a Dios y la gracia de perdonar a quienes nos ofenden. Repitamos en nuestro corazón: “Padre eterno: perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén”.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.