LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» Mt 6,6.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,1-6.16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no practicar las buenas obras delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendrán la recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Oramos en nuestro aposento cuando ponemos a cubierto nuestro corazón de la realidad circundante, apartándola del tumulto y turbación de pensamientos y cuidados que le solicitan. Luego, en la soledad de nuestro interior, manifestamos al Señor en secreto y familiarmente nuestras necesidades. Orar con la puerta cerrada es dirigir nuestras súplicas sin mover los labios, en un perfecto silencio, a Aquel que penetra los corazones, no menos que las palabras» (San Juan Casiano).

Los días previos hemos meditado las seis antítesis del Evangelio de Mateo. En el texto de ayer, Jesús trató la última de ellas con el perdón y el amor a nuestros enemigos. Hoy reflexionamos Mateo 6,1-6.16-18; es importante señalar que entre los versículos 7 y 15 se ubica la oración del Padrenuestro y la exhortación de Jesús a perdonar, que meditaremos mañana.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús nos enseña cómo practicar las buenas obras, y lo hace estableciendo un principio cristiano con tres acciones concretas; el principio es agradar a Dios y no a los hombres rompiendo con el ego; y las acciones están referidas a cómo dar limosna, cómo rezar y cómo ayunar.

Tomemos consciencia de que, conforme vamos avanzando en la meditación del Sermón de la montaña, ubicado entre los capítulos 5 y 7 de San Mateo, vamos ingresando gradualmente a temas más exigentes.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«Quiere ahora el Señor desterrar de nosotros la más tiránica de las pasiones: aquella rabia y furor por la vanagloria que suele precisamente atacar a los que obran bien. Nada dijo al principio sobre este punto, pues fuera superfluo, antes de instruirnos sobre nuestros deberes, darnos lecciones sobre cómo habíamos de cumplirlos. Una vez que nos introdujo en la filosofía, entonces, sí, era momento de limpiarla de este mal que subrepticiamente se le infiltra. Porque esta enfermedad no nace así como así, sino después que hemos ya cumplido mucho de lo que se nos ha mandado. Tenía, pues, que plantar primero la virtud y destruir luego aquella pasión que suele corromper su fruto. Y advertid por dónde empieza el Señor: por el ayuno, la oración y la limosna, pues en estas buenas obras es donde señaladamente suele anidar la vanagloria» (San Juan Crisóstomo).

Todas las obras de misericordia, como las obras de amor y la limosna pierden todo su valor si se realizan para agradar a las personas. De la misma manera, si rezamos y ayunamos para obtener la admiración y aprobación de los demás, la oración y el ayuno serán vanos. Dios nos recompensará sólo lo que hagamos con amor, en silencio y en lo escondido; porque es, en lo escondido y en el silencio, donde se ubica aquel hermoso espacio de contacto simultáneo con las tres personas de la Santísima Trinidad.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Cuándo realizamos obras de misericordia buscamos la aprobación de Dios o de las personas? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a purificar nuestra relación con Dios, haciendo que prime nuestras intenciones de agradar solo a Dios sobre las mismas obras que practicamos, con rectitud, sinceridad y apertura al prójimo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Padre Nuestro, que ves lo íntimo del corazón, purifícanos con tu mirada de santidad infinita. Infunde en nosotros tu Espíritu, para que obremos con rectitud de corazón, sirviéndote sinceramente.

Amado Jesús, Tú que nos enseñas a rezar en el silencio y en el secreto de nuestra relación personal con Dios Padre, contigo y con el Espíritu Santo, fortalece nuestro corazón para que seamos capaces de amar a todos nuestros hermanos.

Santísima Trinidad: escucha con amor y bondad nuestras peticiones, y ayúdanos a cumplir tus santos mandamientos.

Padre eterno, en el Santísimo nombre de Jesús y por tu infinita misericordia, lleva contigo a todos los difuntos de todo tiempo y lugar y muéstrales el excelso rostro de tu amor.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Juan Crisóstomo:

«Debe tenerse en cuenta que el deseo de la gloria está cerca de los virtuosos… Entra con silencio y destruye por medio de los sentidos todas las cosas que encuentran en el interior… Si quieres tener espectadores de las cosas que haces, helos aquí: no sólo los ángeles y arcángeles, sino también el mismo Dios del universo.

Jesús llama hipócritas a todos aquellos que, fingiendo orar delante de Dios, atienden sólo a los hombres, y por ello añade: “Que aman orar en las sinagogas”. Siempre es bueno separarse de la vanagloria, especialmente cuando se está en oración. Si aparte de este defecto tenemos el de dejarnos llevar de pensamientos y entramos a orar en la iglesia con tal enfermedad, ¿cómo entenderemos lo que se nos dice?

Dice, pues, el Señor: “Recibieron su recompensa”, aun cuando Dios quisiera darles la recompensa que parte de Él, pero ellos han preferido usurpar la que procede de los hombres. Añade la manera con que debemos orar, diciendo: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y, cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto”.

Podemos también entender por puerta de la casa la boca del cuerpo, para que no oremos al Señor con una voz clamorosa sino en el secreto de nuestro corazón, por tres causas: primero, porque Dios, oyente del corazón, no debe llamarse a gritos sino aplacarse por medio de una conciencia recta; segundo, porque no conviene que otro conozca tus oraciones secretas, sino sólo tú y Dios; tercero, porque cuando rezas fuerte, no permites que ore al que está junto a ti.

No dijo: “Dará gratis”, sino: “Te recompensará”, porque Él se constituye a sí mismo tu deudor. Hablando de la limosna no dijo sencillamente esto, sino que dijo que la limosna no debe hacerse en presencia de los hombres, añadiendo: “Para ser vistos por ellos”. Pero en el ayuno y en la oración no añadió esto, porque la limosna es imposible que esté oculta en absoluto, pero la oración y el ayuno sí. No es pequeño fruto el menosprecio de la gloria humana. Es entonces cuando uno está libre del yugo de los hombres. Y obrando no por ellos sino por la virtud, se ama realmente esta última y se obra por ella misma. Así como nosotros estimamos la afrenta cuando la sufrimos, no por nosotros sino por otros a quienes amamos, así no conviene practicar la virtud para que otros lo vean, ni obedecer a Dios por los hombres, sino por el mismo Dios. Y por ello sigue: “Sino solamente a tu Padre que está en lo escondido”».

Hermanos: cuando recemos, hagámoslo con fe y, de manera consciente, realicémoslo acompañados de nuestro ángel custodio. Recemos en los aposentos de nuestro corazón, uniéndonos a los coros de los ángeles y de los santos. Repitamos en nuestro corazón: «Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde». Acudamos continuamente a los Santos Sacramentos para glorificar a Dios con nuestras vidas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.