LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos» Mt 8,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, Jesús viendo que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Ni siquiera pidió al Señor que le permitiera ir a su casa y dar la noticia a los suyos, por lo demás tampoco lo hicieron los pescadores. Estos dejaron las redes, la barca y padre, y Mateo su oficio de alcabalero y su negocio, para seguir al Señor» (San Juan Crisóstomo).

El texto de hoy que se encuentra también en Lucas 9,51-62, aborda las condiciones para el seguimiento cristiano. Jesús responde de manera exigente y radical con la expresión «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos». De esta manera, señala claramente que el seguimiento no debe aplazarse y el discípulo no debe perder el tiempo en cosas y situaciones que no tienen proyecciones futuras y, fundamentalmente, que no tienen relación con la vida. El escriba no era consciente de ello.

El seguimiento a Jesús no admite condiciones, implica rechazar obligaciones humanas, si es que retrasan la obediencia al Señor. Es el precio del seguimiento. El seguimiento implica cumplir los mandamientos y hacer realidad las bienaventuranzas por donde vayamos. Solo el que vive libre de toda atadura terrenal, es capaz de seguir a Jesús radicalmente. En este sentido, toda vida es una vocación y una llamada de Dios a la santidad. Sigamos a Jesús para participar también en el tiempo glorioso de su resurrección y vida.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Si queremos seguir a Nuestro Señor Jesucristo, será vital el carácter deliberado y radical de la decisión de seguirlo, sea cual sea la circunstancia de vida que experimentemos. No es fácil, pero tampoco es imposible. Somos conscientes de que en el camino aparecerán las tentaciones que nos incitarán a evadir la cruz e ir perdiendo el objetivo central de nuestras vidas. Así mismo, si no alimentamos nuestro espíritu con el alimento del cielo, nuestro optimismo puede decaer con el tiempo y nuestro seguimiento se convierta en rutina llena de desaliento.

Todos estamos llamados por Nuestro Señor Jesucristo a participar activamente en el plan divino de la salvación. Nuevamente lo decimos: la misión no es fácil. Somos frágiles, pero pongamos nuestro esfuerzo para seguir a Jesús a través de nuestros hermanos más necesitados: empecemos brindándoles ayuda y consuelo material y espiritual.

Hermanos, meditando la lectura, respondamos: ¿Cuáles son las características de mi seguimiento a Jesús en mi familia, en mi centro laboral y/o de estudios, en mi comunidad y también como ciudadano global? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ocuparnos de las cosas que realmente tienen proyecciones de vida eterna.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús: concédenos, a través del Espíritu Santo, la fe, la claridad y la valentía para seguirte, sin mirar atrás y siendo fieles testigos de tu amor.

Espíritu Santo, fortalece nuestra vocación de seguimiento total a Jesús, para que en las travesías que nos propones, seamos siempre portadores del amor de la Santísima Trinidad.

Padre eterno: fortalece con tu Santo Espíritu al Papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, en la misión de llevar la Palabra a todos los confines de la tierra y de ser ejemplos del amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Dulce Madre María, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una meditación de San Juan Clímaco:

«El que de verdad ama a Dios, y el que de verdad busca el Reino de los cielos, el que de verdad se arrepiente de sus pecados, y recuerda al juicio a venir, y ha entrado en el temor de su  propio fin, no amará desordenadamente nada en este mundo. No tendrá más apego, ni preocupación por el dinero, las riquezas, parientes o la gloria del mundo, ni por amigos, hermanos o lo que fuere sobre la tierra. Sino que, habiendo rechazado toda preocupación que concierna todo esto, y más aún su propia carne, seguirá a Cristo. Lo seguirá desnudo, sin preocupaciones, con fuerza, mirando sin cesar hacia el cielo, esperando de él toda ayuda, según las palabras del santo profeta “¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza!” (Jer 17,7).

Después de haber abandonado todo lo que he dicho, siguiendo el llamado no de un hombre sino del Señor, sería muestra de una gran confusión que nos preocupáramos por otra cosa  que no será de utilidad  cuando lo requiriésemos, es decir, en el momento de la muerte. Por eso, el Señor expresa “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9,62). El Señor conoce bien nuestra fragilidad en los comienzos y sabe con qué facilidad la estadía entre la gente del mundo o sus conversaciones, nos llevarían de nuevo hacia lo mundano. Por eso cuando uno de sus discípulos le dijo “Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre”, Jesús le respondió: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mt 8,21-22) …

Nosotros, que resolvimos seguir nuestra carrera con ardor y prontitud, estemos atentos al juicio que el Señor ha portado hacia los que viven en forma mundana y, aunque vivos, están muertos».

Queridos hermanos: que nuestro seguimiento a Jesús consista en la realización de obras de misericordia. Que la Santa Eucaristía sea el alimento que nos fortalezca; que el sacramento de la penitencia nos acerque a la misericordia de Dios; que la adoración al Santísimo Sacramento sea el momento cumbre de diálogo con Nuestro Señor Jesucristo; que la meditación de la Palabra sea fuente de inspiración de nuestras acciones; y que el rezo del Santo Rosario nos acerque a la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre. Y, así, nos demos cuenta del amor infinito que Dios nos tiene.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.