LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados» Mt 9,2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8

En aquel tiempo, Jesús subió a una barca, pasó a la otra orilla del lago y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, postrado en una camilla. Jesús, viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas dijeron para sí: «Este blasfema». Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y camina”? Pues, para que vean que el hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados – dijo dirigiéndose al paralítico – “Levántate, toma tu camilla y anda a tu casa”». Y él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto la gente quedó atemorizada y glorificaba a Dios, por haber dado tal poder a los hombres.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Pues decid -grita Jesús- “qué es más fácil…”. Nadie responde. Y seguiríamos todos allí, todavía hoy, mudos, en aquella casa de Cafarnaún. Y el silencio, para no eternizar nuestra vida, lo rompe una vez más él, con la orden esta vez milagrosa: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Ahora todos están alegres. El rabí de Nazaret es Dios. El lisiado correrá esta noche por los senderos y todos bailarán. Alguien se aleja solitario. Y toma el camino del monte para encontrarse con el Padre» (Luigi Santucci).

El pasaje evangélico de hoy narra el tercer prodigio de los diez que están entre los capítulos 8 y 9 de Mateo, y que también se encuentra en Marcos 2,13-17, y en Lucas 5,27-32.

En un primer momento, al ver la fe sus acompañantes, Jesús desconcierta a todos al perdonar los pecados a un paralítico en medio de los escribas que decían que Jesús blasfemaba porque consideraban que solo Dios perdona los pecados. Con el mismo poder divino que Jesús tenía para perdonar los pecados, Jesús también conocía los razonamientos de las personas; por ello, increpa a los escribas por sus malos pensamientos.

Seguramente, Jesús consideraba que el paralítico necesitaba, en primer lugar, la misericordia esperanzadora de Dios antes que la sanación del cuerpo. Luego, en un segundo momento y en medio de los escribas y de mucha gente, cuya mentalidad relacionaba la enfermedad con el pecado, Jesús sana al paralítico proclamando su autoridad divina. El hombre sanado continuó con su vida y la gente se maravilló y glorificó a Dios.

La simbología del texto constituye una potente catequesis ya que puede aplicarse a una persona y a toda la humanidad. Con un poder que comunica la vida, Jesús otorga un perdón que le permite al hombre ponerse de pie y caminar de vuelta a casa. Lo que Jesús realizó en aquellos inicios de la Iglesia, continúa vigente por obra y gracia del Espíritu Santo, tal vez bajo nuevas formas, pero prolongando su acción liberadora.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la sanación del paralítico, Jesús manifiesta su autoridad y poder divino para perdonar y sanar a una persona que ya no podía valerse por sí misma. Nuevamente, la fe que Nuestro Señor Jesucristo observa en quienes acompañaban al paralítico, conmueve su corazón misericordioso.

El estado del paralítico puede desplazarse a las situaciones que enfrentamos muchas veces en nuestras vidas, cuando la enfermedad y/o el pecado nos genera una parálisis espiritual que disminuye nuestras fuerzas y el valor para presentarnos ante Jesús para ser liberados. Sin embargo, aun cuando nos encontremos en una situación caótica, nunca estaremos solos, el Señor siempre está y estará con nosotros. Acerquémonos con toda confianza a su misericordia y ayudemos a las personas que necesitan salud corporal y espiritual, a acercarse también al Señor. Hoy también Nuestro Señor Jesucristo nos dice a cada uno y a toda la humanidad: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados… Levántate y camina».

Hermanos, meditando la lectura, respondamos: ¿Buscamos ser liberados por Dios? ¿Apoyamos a nuestros hermanos, que están alejados, a acercarse a la misericordia esperanzadora de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Rezamos con fe por nuestros hermanos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro corazón y a servir mejor a Dios desde nuestro hogar, trabajo, estudios, comunidad, ministerio y como ciudadanos globales.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Padre bueno, que nos enviaste a tu Hijo amado para liberamos de la esclavitud del pecado, haz que, sostenidos por la oración de nuestros hermanos, permanezcamos con fe bajo tu mirada misericordiosa. Concédenos acoger siempre con humildad la gracia del perdón, a fin de que, sanados en el fondo de nuestro ser, quedemos libres para amar y para servirte como tú deseas.

Amado Jesús, gracias por tu misericordia, gracias por haber otorgado a la Iglesia la gracia y el poder de perdonar, en tu Santísimo Nombre, nuestros pecados.

Espíritu Santo, concédenos los dones y los recursos para ayudar a nuestros hermanos, que están alejados de Jesús, a acercarse al océano infinito de la misericordia divina.

Amado Jesús, misericordia infinita, libera a las benditas almas del purgatorio, protege a los agonizantes y llévalos a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una reflexión de San Agustín:

«El paralítico incurable yacía en su camilla. Después de haber agotado el arte de los médicos llegó, traído por sus familiares, hacia el verdadero y único médico, el que viene del cielo. Pero, una vez puesto delante de aquel que le podía curar, el Señor se fijó en su fe. Para demostrar que esta fe borra los pecados, Jesús dijo al instante: “Tus pecados te quedan perdonados” (Mt 9,2). Alguien dirá, quizá: Este hombre quería ser curado de su enfermedad ¿por qué Cristo le anuncia el perdón de sus pecados? Lo hizo para que aprendas que Dios ve el corazón del hombre en el silencio y sin ruido, que contempla los caminos de todos los vivientes. La Escritura, en efecto, dice: “El Señor ve los caminos del hombre, vigila todas sus veredas” (Prov 5,21) …

No obstante, cuando Cristo dijo: “Tus pecados te quedan perdonados” deja el campo libre para la incredulidad. El perdón de los pecados no se ve con los ojos del cuerpo, mientras que cuando el paralítico se levanta y echa a andar manifiesta con evidencia que Cristo posee el poder de Dios…

¿Quién posee este poder? ¿Sólo él o nosotros también? También nosotros, junto con él. Perdona los pecados porque es Dios-Hombre, el Señor de la Ley. En cuanto a nosotros, hemos recibido de él esta gracia admirable y maravillosa porque ha querido dar al hombre este poder. En efecto, él dijo a los apóstoles: “Os aseguro que todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”» (Mt 18,18) Y también “A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá” (Jn 20,21)».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de rezar y contribuir a que nuestros hermanos, que están alejados de los preceptos cristianos, se acerquen al mar infinito de la misericordia de Dios. Acojamos nuestra salud como un don de Dios para entregársela de nuevo a Él.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.