LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Lo que han recibido gratis, denlo gratis» Mt 10,8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,1-7

En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar espíritus impuros y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, el hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el hijo de Alfeo y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas el Iscariote, el que le entregó. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos, ni entren en la ciudad de Samaria; sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Estamos pidiendo liberación, libertad y paz y el Señor nos las dará para encender la gran luz de la transfiguración en cada uno de nosotros y por la sanación interior que viene de la oración y la Biblia. El Reino de Dios está dentro de nosotros y, por la sanación, hemos recibido el don de sintonizar con este Reino» (Padre Roberto Padrós).

En el evangelio de San Mateo se ubican cinco grandes discursos de Jesús: el primero es el Sermón de la montaña, ubicado en los capítulos 5, 6 y 7, con un componente narrativo entre los capítulos 8 y 9. El segundo trata sobre la misión de los apóstoles en el capítulo 10; el tercer discurso es el de las parábolas, ubicado en el capítulo 13; el cuarto discurso trata sobre los términos del discipulado y de la comunidad, en el capítulo 18; y el quinto es el discurso de la llegada futura del reino de Dios o discurso escatológico, ubicado en los capítulos 24 y 25.

Con el pasaje evangélico de hoy se inicia el discurso de Jesús sobre la misión apostólica. En el texto se presenta la lista de los doce, quienes son enviados por Jesús a la gran misión, compartiendo con ellos su poder de aliviar, sanar la salud y liberar a las personas de las ataduras del pecado. Jesús les indica que deben acercarse a los pecadores, a las personas más necesitadas de la misericordia divina, material y espiritualmente.

Aun cuando en este envío Jesús pone límites geográficos a la misión, se desprende una universalidad concreta, al modo y al estilo del Maestro, y que se extenderá hasta el fin del mundo. Por ello, la Iglesia, a pesar de la fragilidad humana, responde a la misión universal que Cristo resucitado le confió: «Vayan al mundo entero y proclamen el evangelio a todas las naciones».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«“Jesús llamó a sus discípulos y escogió a doce” para enviarlos, sembradores de la fe, a propagar la ayuda y la salvación de los hombres en el mundo entero. Fijaos en este plan divino: no son ni sabios, ni ricos, ni nobles, sino pecadores y publicanos los que escogió para enviarlos, de manera que nadie pudiera pensar que habían sido atraídos con habilidad, rescatados por sus riquezas, atraídos a su gracia por el prestigio de poder o notoriedad. Lo hizo así para que la victoria fuera fruto de la legitimidad y no del prestigio de la palabra» (San Ambrosio).

El encargo espiritual y misionero que Jesús dio a los discípulos es el mismo para todas las comunidades cristianas de hoy: comunicar a Jesús mismo, comunicar a la Santísima Trinidad. Jesús confía a las comunidades de hoy los anhelos de su corazón: que todos seamos salvos a través de su misericordia y amando a Dios y al prójimo como a uno mismo. Jesús, a través del Espíritu Santo, sigue compartiendo hoy su poder de sanar y liberar a las personas de las ataduras del pecado y de una cultura de tinieblas.

Las instrucciones sobre cómo acercarse a las personas son las mismas, principalmente a las personas con mayores necesidades espirituales y materiales. La opción preferencial por los pobres sigue siendo la misma. Cada uno de nosotros, con la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, puede ser obrero de la mies del Señor. Al igual que a los apóstoles, Jesús nos envía también a nosotros para anunciar su reino, para ser dóciles a su amor y llevar la misericordia a todo el mundo, empezando por nuestro entorno.

Como cristianos y miembros activos de la Iglesia anunciemos que Dios ama al hombre, que Él nos invita a la fe, a su amistad, a su adopción filial y a la fraternidad humana mediante el seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Él nos llama por nuestro nombre, con amor, para hacer de nosotros un instrumento de su paz y salvación, y ser luz para nuestros hermanos.

Hermanos: respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Cómo respondemos al llamado y envío de Nuestro Señor Jesucristo para anunciar el reino de Dios? ¿Reconocemos que la tarea evangelizadora de los apóstoles ha quedado en nuestras manos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aceptar el llamado de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras familias, centros de trabajo y/o estudios, amistades, comunidades y como ciudadanos globales.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, tú que nos has enseñado que el amor debe reinar entre los hombres, concédenos la fuerza y la gracia de aceptar tu llamado y ser instrumentos en tu proyecto de salvación.

Espíritu Santo, modela al ser humano para reconstruir las fronteras de la humanidad en base a los valores del Reino de los cielos.

Padre amado y eterno, envía trabajadores a tu mies, que es mucha y pocos son los obreros, te lo suplicamos en el dulcísimo nombre de tu amado Hijo Jesucristo.

Santísima Trinidad: bendice, protege y guía a los sacerdotes y consagrados, para que sigan anunciando tu reino con alegría y con el amor que tú nos transmites.

Amado Jesús, misericordia infinita, acoge con tu perdón a las almas de todos los difuntos, especialmente, de aquellos más necesitados de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un fragmento de la Carta encíclica “Redemptoris Missio” de San Juan Pablo II:

«El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el “Testigo” por excelencia (Ap 1,5;3,14) y el modelo del testimonio cristiano.

La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros.

El testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio. Incluso el trabajar por la paz, la justicia, los derechos del hombre, la promoción humana, es un testimonio del Evangelio, si es un signo de atención a las personas y está ordenado al desarrollo integral del hombre».

Queridos hermanos: meditemos la Palabra de Dios cada día, hagamos obras de misericordia. Recemos también para que las vocaciones sacerdotales y de consagrados sean abundantes. Pidamos al cielo la gracia de una profunda catequesis sobre nuestra misión evangelizadora y que, a pesar de nuestra fragilidad humana, sigamos anunciando y testimoniando a Cristo. Recordemos siempre que Nuestro Señor Jesucristo irrumpe en la historia con el poder de la liberación de todo mal que afecte a la persona y a humanidad.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.