LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN BUENAVENTURA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«El que dé de beber, aunque sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad les digo, que no quedará sin recompensa» Mt 10,42.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,34-11,1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino la espada. He venido a enemistar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé de beber, aunque sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad les digo, que no quedará sin recompensa». Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar por aquellas ciudades.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«San Buenaventura establece ciertas correspondencias. Cada don combate un pecado capital y atrae una bienaventuranza. Así, el don de temor combate la soberbia y atrae la pobreza voluntaria o de espíritu; el don de piedad combate la envidia y atrae la mansedumbre; el don de ciencia combate la ira y atrae el llanto; el don de fortaleza combate la pereza y atrae el hambre y la sed de justicia; el don de consejo combate la avaricia y atrae la misericordia; el don de entendimiento combate la gula y atrae la pureza de corazón; y el don de sabiduría combate la lujuria y atrae la paz» (Mauricio Beuchot).

Hoy celebramos a San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Bañoreal, cerca de Vitervo, en Italia, en 1221. Se llamaba Juan, pero dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó a San Francisco, el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo: «¡BUENA VENTURA!» que significa: «¡Buena suerte!». Y el niño quedó curado, por eso cambio su nombre Juan por el de Buenaventura. Tomó los hábitos de la orden seráfica llegando a ser superior general de los frailes menores; se le conoce como el segundo fundador de la orden franciscana.

Al término del Concilio de Lyon, dirigido por San Buenaventura, por orden del Sumo Pontífice, el santo sintió que le faltaban las fuerzas, y el 15 de julio de 1274 murió santamente asistido por el Papa. San Buenaventura se caracterizaba por su humildad y caridad. Recibió el título de «Doctor Seráfico» por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

Con el pasaje evangélico de hoy termina el discurso apostólico de Jesús, ubicado en el capítulo 10 y que hemos meditado los últimos días. En el texto, Jesús es radical y severo respecto al seguimiento cristiano. En primer lugar, exige un amor preferencial por él; en segundo lugar, el apóstol debe incluir la cruz personal en su seguimiento a Jesús. Y, en tercer lugar, Jesús señala que el misionero tiene que estar dispuesto a dar la vida por él.

Jesús señala que su mensaje de paz, debido a la intolerancia del mundo, se convertirá en causa de división y enfrentamiento, incluso en las familias. Además, dirigiéndose a la gente, Nuestro Señor Jesucristo habla de las recompensas que recibirán las personas que apoyen a los misioneros.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Las expresiones de Jesús, respecto a la misión y al seguimiento, pueden ser consideradas severas; pero Jesús, que se entregó totalmente por nuestra salvación, exige también un seguimiento radical. Para ello, es necesario desprenderse incluso de los sentimientos familiares; así mismo, Jesús exige una lealtad sin vacilaciones a sus enseñanzas, pudiendo ir más allá del sacrificio propio.

En toda circunstancia, los discípulos cuentan con la ayuda del Espíritu Santo para hacer frente al odio, a las humillaciones y a la violencia que van a producirse contra ellos, y tendrán la sabiduría y el criterio suficiente para transformar las situaciones más desfavorables en oportunidades para dar un testimonio eficaz.

Es importante considerar que, a lo largo de la historia de la Iglesia, ha habido una inmensa multitud de mártires cristianos: niños, ancianos, jóvenes, gente común, precisamente como nosotros. Hay que tener en cuenta que el seguimiento a Jesús colisiona con aquellas familias que siguen y reproducen los valores del mundo. En este sentido, estamos llamados a defender el carácter cristiano de la familia y la vida de las personas, desde la concepción hasta el momento extremo.

Hermanos: respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿nos consideramos dignos de seguir a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a enfrentar los rechazos e incomprensiones del mundo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso, concede a cuantos hoy celebramos la fiesta de tu obispo san Buenaventura la gracia de aprovechar su admirable doctrina e imitar los ejemplos de su ardiente caridad.

Amado Jesús, haznos discípulos misioneros siempre dispuestos a cumplir con las exigencias del amor de Dios.

Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean radicales en la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.

Amado Jesús, misericordia infinita, acoge con tu perdón a las almas de todos los difuntos, especialmente, de aquellos más necesitados de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre del Verbo, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de San Agustín:

«¿Qué premio nos promete cuando Cristo el Señor nos exhorta a que le amemos? El cumplimiento de lo que pide al Padre: “Quiero que donde esté yo, estén también estos conmigo” (Jn 17,24).

¿Quieres estar donde está Cristo? Ama a Cristo y con ese peso te arrastrará al lugar donde se halla Cristo. Y esa realidad que arrebata hacia arriba no te dejará caer al fondo. No busques otros dispositivos para subir…

Nos circunda, pues, el murmullo de inicuos amores. Por doquier solicitan y retienen al que quiere volar, por doquier las cosas visibles como que nos fuerzan a que las amemos… Hermoso es el mundo; nos acaricia con la variedad de su variopinta hermosura. No es posible contar cuántas cosas sugieren cada día el amor ilícito. Y ¡cuán simple es el amor con que se supera tanta variedad!

Para superar los muchos amores, necesitamos uno solo: uno solo bueno contra todos los malos. Porque la unidad supera a la variedad, y la caridad a la apetencia indebida… ¿Pensamos poder decir: “Una sola cosa he pedido al Señor”? (Sal. 26,4) Digámoslo ya, digámoslo si podemos, como podamos, cuanto podamos…

Que cada cual vea, pues, lo feliz que es el corazón que dice en su interior: “Una sola cosa he pedido al Señor, esa buscaré” (Sal. 26,4). ¿Cuál es? Habla de una sola cosa o de una única petición. ¿Cuál es? “Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida y contemplar el deleite que procura el Señor” (Sal. 26,4). Esta es la única cosa, pero ¡qué buena! Compara sus quilates con los de otras muchas. Si ya estás saboreando algo, si ya buscas algo de ella, si conoces lo que es arder en santo deseo de ella, compara sus quilates con el de otras muchas, trae la balanza de la justicia, pon en un platillo el oro, la plata, las piedras preciosas, los cargos públicos, las dignidades, el poder, la nobleza, las alabanzas humanas — ¿cuándo acabaré de mencionar todo? —, pon todo el mundo: mira si puedes colocar en los platillos de la balanza esas dos realidades: todo el mundo y al Creador del mundo; mira si cabe contemplarlos juntos.

¿Qué me dice el oro? “Ámame”. Pero ¿qué me dice Dios? “Me serviré de ti y me serviré de tal modo que no me retengas y me separes de ti”. Cualquier otra cosa que me diga “Ámame”, es una criatura. Yo amo al Creador. Bueno es lo que hizo, pero ¡cuánto mejor es quien lo hizo! Aún no veo la hermosura del Creador, sino la ínfima hermosura de las criaturas. Creo lo que no veo, creyendo lo amo, y amándolo lo veo. Callen, pues, los atractivos de las cosas perecederas, calle la voz del oro y de la plata, calle el brillo de las joyas; calle, por fin, el encanto de esta luz; calle todo. Tengo una voz más clara a la que seguir, que me mueve más, que me excita más, que me enciende en mayor ardor. No escucho el estrépito de las cosas terrenas. ¿Qué diré? Calle el oro, calle la plata, calle todo lo demás de este mundo».

Hermanos: pidamos al Espíritu Santo la fuerza para tomar la decisión de seguir a Jesús en medio de todas las amenazas del mundo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.