«Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el Templo, jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él» Mt 23,20-22.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,13-22
En aquel tiempo, Jesús habló diciendo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quieren. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para ganar un prosélito, y, cuando lo consiguen, lo hacen merecedor del infierno; el doble que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: “¡Jurar por el Templo, no obliga, jurar por el oro del Templo sí obliga!” ¡Necios y ciegos! ¿Qué, es más, el oro o el Templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar si obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el Templo, jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Al hablar así el Señor, no hacía sino aludir una vez más a la loca ambición de gloria de los escribas y fariseos, y ponerles el dedo en la llaga de su rabiosa enfermedad. Porque no otra cosa era la causa de todos sus males, sino el hacerlo todo por ostentación. Esto los apartó de la fe, les hizo descuidar la verdadera virtud y los indujo a poner todo su empeño en las purificaciones corporales, sin atender para nada a la purificación del alma. Por ello, justamente, para llevarlos a la verdadera virtud y a la pureza del alma les recuerda aquí la misericordia, la justicia y la fidelidad. Estas virtudes son, en efecto, las que conservan nuestra vida, las que purifican el alma» (Manuel Garrido Bonaño).
En Mateo 23,1-36 se ubican las durísimas críticas o invectivas de Jesús contra los letrados y fariseos, que empezamos a meditar el sábado y continuamos hoy, con los versículos 13 al 22. Hoy comienzan las siete imprecaciones o “malaventuranzas” de Jesús hacia los escribas y fariseos, quienes impedían que, en muchas personas, nazca una relación sincera e íntima con Dios. Los fariseos y letrados se consideraban maestros de la Ley; sin embargo, vivían como si no la conocieran. Agravaban la pobreza de debían haber aliviado, complicaban a sus seguidores con exigencias legalistas e interpretaban la Ley a su antojo con el fin de sacar provecho material.
En la última imprecación, Jesús resalta que el templo y el altar simbolizan la presencia de Dios en ellos; presencia que no se debe falsificar al ocultar el rostro bello y genuino de Dios. Por ello, con la fuerza y la dinámica de la fe, debemos practicar el amor a Dios y al prójimo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
En el capítulo 5 del evangelio de san Mateo se ubican las bienaventuranzas, que representan la más hermosa imagen del rostro amoroso de Nuestro Señor Jesucristo, y que expresan el ideal del seguimiento cristiano. En cambio, los “ayes” del texto de hoy constituyen las “malaventuranzas” que sintetizan la deshonra de quienes no cumplen los preceptos cristianos, pero aparentan obedecerlos. Realmente son expresiones de dolor, lamentación, indignación y condena.
Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado universal a la coherencia, sustentada en el mandamiento del amor y en todas sus enseñanzas. En la actualidad, muchas personas que dirigen los destinos de los países se comportan como aquellos fariseos y letrados del tiempo de Jesús. Aparentan cumplir los preceptos cristianos, juran frente a un Crucifijo y ante la Biblia cumplir sus deberes ante Dios y la Patria; sin embargo, sus acciones no son coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. De la misma manera, todos los campos de acción de la vida humana, también identificamos conductas similares.
Incrementemos, pues, nuestra fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo y contribuyamos a promover conductas coherentes con los principios cristianos.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno: por el ejemplo vivo de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, haz que los consagrados de la Iglesia sean coherentes con la Palabra y jamás permitas que se alejen de tu amor.
Amado Jesús, estamos dispuestos a adherir nuestro corazón a ti, fortalece con tu Santo Espíritu nuestra fe y esfuerzos para que nuestra conducta diaria sea coherente con tus enseñanzas.
Amado Jesús, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles participar del banquete celestial.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, Madre del buen consejo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Simeón el Nuevo Teólogo:
«Que cada uno de nosotros se acuse y se reprenda a sí mismo -y no a Adán- por cualquier pecado en el que caiga, y cada uno de nosotros muestre una penitencia digna, si quiere conseguir de verdad la vida eterna en el Señor. Sin embargo, si no queréis y permanecéis en vuestro endurecimiento, esto es lo que dice el Señor: “Cuando, en efecto, tiemble la tierra, esté el cielo descompuesto (cf. Is 13,13) y se enrolle como un libro (cf. Is 34,4; Ap 6,14), quedarán aterrados frente a estas espantosas calamidades”.
Los que contradicen, murmuran o hacen todavía peor, ¿cómo se defenderán entonces? ¿Acaso dirán: “No hemos oído”, o bien: “Nadie nos ha avisado”? Con razón se les podía responder: “¡Cuántas cosas os he predicho, oh, infelices, y cuántas exhortaciones os he dirigido por medio de los profetas, de los apóstoles, de todos mis siervos y hasta personalmente! ¿No oíais decir en mis evangelios: “Haced penitencia”? Y aunque yo dijera: “Estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida” (Mt 7,14), ¿no estabais acaso sobre lechos blandos y buscáis la comodidad en todos? Y cuando os decía: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos, el esclavo de todos y el siervo de todos” (Mc 9,35; 10,44; cf. Mt 20,27), ¿no preferisteis acaso los primeros puestos en la mesa y los primeros asientos (cf. Mt 23,6), sitios preeminentes, autoridad, funciones, otros cargos, y acaso no os negasteis a someteros o a servir con humildad de ánimo al que era vil, pobre y rechazado?
Por eso os suplico a todos, padres y hermanos espirituales míos, y nunca cesaré de suplicar a vuestra caridad que ninguno de vosotros descuide su propia salvación (Heb 2,3). Según las palabras del Señor, no cesemos de velar y orar (cf. Mt 26,41), hasta que no pasemos a las bienaventuranzas del más allá y no consigamos los bienes prometidos por la gracia y el amor a los hombres de nuestro Señor Jesucristo, a quien corresponde toda gloria por los siglos de los siglos. Amén».
Queridos hermanos: esforcémonos por ser coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos al Espíritu Santo la fe y los dones para que todos nos ayudemos a obrar en concordancia con los mandamientos del amor. Que el Pan de los ángeles de la Santa Eucaristía sea el alimento que fortalezca nuestra comunión con Dios y con el prójimo. Cuando vayamos a adorar al Santísimo Sacramento, que una de las intenciones fundamentales sea pedir perdón por todas las incoherencias humanas que van contra el mandamiento del amor. Así mismo, hagamos que nuestras obras de misericordia sean el firme testimonio de nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.