LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN GREGORIO MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Porque yo, el Señor, amo la justicia, detesto lo que se arrebata injustamente» Is 61,8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,16-30

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Ellos se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y se puso a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús le increpó: «¡Cállate y sal de este hombre!». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus impuros, y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«San Gregorio Magno, a pesar de las dificilísimas condiciones en las que tuvo que actuar, gracias a su santidad de vida y a su rica humanidad consiguió conquistar la confianza de los fieles, logrando para su tiempo y para el futuro resultados verdaderamente grandiosos. Era un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios estaba siempre vivo en el fondo de su alma y, precisamente por esto, estaba siempre muy atento al prójimo, a las necesidades de la gente de su época. En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz y de dónde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy» (Benedicto XVI).

Hoy celebramos a San Gregorio Magno, doctor de la Iglesia. Nació en Roma en el año 540. Estudió derecho y retórica. A los 34 años fue nombrado magistrado principal de Roma. Después de la muerte de su padre y atraído por la vida monástica, se hizo monje a los 38 años y a los 50 años fue papa.

San Gregorio Magno era un hombre de Dios, siempre estaba atento a las necesidades del prójimo. En tiempos difíciles, fue portador de paz y esperanza. Su vida y obra es una muestra de que Nuestro Señor Jesucristo es la verdadera fuente de la paz.

El pasaje evangélico de hoy se ubica después del texto en el que Jesús citó los versículos 1 y 2 del capítulo 61, del profeta Isaías, iniciando la nueva creación, a los nuevos tiempos de salvación. En el texto, después de la visita a Nazaret, Jesús emprende su actividad para hacer realidad el anuncio que había hecho en la sinagoga. Asume su condición de profeta y pastor itinerante, y se dirige a Cafarnaún.

Las enseñanzas y exorcismos dan testimonio de la autoridad divina que acompaña a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. La lectura da cuenta de la admiración de la gente por la forma en la que Jesús enseña, y de un enfrentamiento verbal entre Jesús y un espíritu impuro, en el que se cumple lo que el profeta Isaías señaló: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo devuelve a las personas la libertad y la dignidad de hijos de Dios y lo hace con el poder de su Palabra y la acción del Espíritu Santo. Nuestro Redentor tiene el poder para expulsar, de cualquier persona, a los espíritus del mal que lo alejan de los caminos de Dios.

En la actualidad, algunos poderes del mal poseen gran influencia sobre la humanidad: el consumismo, la soberbia, la búsqueda de honores humanos, la ideología de género, la búsqueda de la destrucción de la familia, el aborto, la corrupción en la gestión pública y privada, el rechazo abierto a Dios, entre muchos otros. Frente a esta realidad, Nuestro Señor Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Él es el único que vence al mal y es a quien debemos recurrir, no solo para nuestra propia liberación, sino también para ayudar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, a acercarse al amor misericordioso de la Santísima Trinidad.

Si los espíritus impuros, que personifican al enemigo de Dios y de todos nosotros, obedecen a Jesús, con mayor razón, nosotros deberíamos seguir las enseñanzas y obedecer a Nuestro Señor Jesucristo. Tengamos presente que nuestra fortaleza nos viene del Espíritu de Dios. Él nos da fortaleza para vencer el mal y para liberarnos de él. El demonio anda suelto, «como león rugiendo, buscando a quien devorar. Resístanlo fuertes en la fe» (1Pe 5.8-9).

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Dejamos confiadamente que Nuestro Señor Jesucristo nos libere de nuestras ataduras? ¿Cuál es la fuente de mi palabra? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a escuchar, obedecer y seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, a comprender que la palabra tiene autoridad cuando nace de la verdad, la coherencia y el amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que cuidas a tu pueblo con misericordia y lo gobiernas con amor, por la intercesión del Papa san Gregorio concede el espíritu de sabiduría a quienes encomendaste la conducción de tu rebaño, y haz que la santidad de los fieles sea el gozo eterno de sus pastores.

Amado Jesús, estamos plenamente dispuestos a seguirte y a dejarnos transformar por tu amor, libéranos las ataduras y males intergeneracionales que nos alejan de ti.

Amado Jesús, ¡fuego ardiente de amor y misericordia!, concédenos la gracia de asombrarnos por todas las obras de amor y misericordia que, día a día, realizas en nuestras vidas.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y concédeles la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Pío de Pietrelcina:

«Las tentaciones no deben asustarte; es a través de ellas que Dios quiere probar y fortificar tu alma, y él te da, al mismo tiempo, la fuerza para vencerlas. Hasta aquí tu vida ha sido la de un niño; desde ahora el Señor quiere tratarte como adulto. Ahora bien, las pruebas de un adulto son muy superiores a las de un niño, y esto explica porque tú, al principio te has turbado tanto. Pero la vida de tu alma pronto recuperará su calma, eso no va a tardar. Ten aún un poco de paciencia, y todo ira mejorando.

Deja, pues, caer estas vanas aprehensiones. Acuérdate de que no es la sugestión del Maligno el que hace la falta sino más bien el consentimiento que se da a estas sugestiones. Solamente una voluntad libre es capaz del bien y del mal. Pero cuando la voluntad gime por el efecto de la prueba infligida por el Tentador, y cuando ella no quiere lo que éste le propone, no solamente no hay falta sino que es virtud.

Guárdate mucho de caer en una agitación cuando luchas contra tus tentaciones, porque esto no haría sino fortificarlas. Es necesario tratarlas con desprecio y no ocuparte más de ellas. Vuelve tu pensamiento hacia Jesús crucificado, su cuerpo puesto entre tus brazos y di: “¡Esta es mi esperanza, la fuente de mi gozo! Me uno a él con todo mi ser, y no te dejaré hasta que no me hayas dado seguridad”».

Queridos hermanos: pidamos continuamente, a Nuestro Señor Jesucristo, la gracia de confiar plenamente en Él y que la Eucaristía y la meditación continua de la Palabra sea también una fuente de liberación de nuestras ataduras.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.