LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

«Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» Jn 3,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no ha mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La Cruz es nuestra gloria. Cuando decimos esto, no nos referimos a la cruz como un objeto meramente físico, sino a lo que ella representa. Cristo murió en la Cruz, y al hacerlo, despojó a los poderes del mal, haciendo de la Cruz el trono desde el cual reina sobre el mundo. La Cruz es el signo del amor más grande que jamás haya existido. Ningún hombre tiene mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos, y Cristo dio su vida por todos nosotros, no solo por sus amigos, sino también por sus enemigos.

La Cruz, entonces, no es solo el lugar de la muerte, sino también el lugar de la victoria. No fue el fin de la vida de Cristo, sino el comienzo de nuestra redención. En la Cruz, el pecado fue derrotado, la muerte fue conquistada, y el diablo fue despojado de su poder. Desde la Cruz, Cristo nos atrae hacia sí mismo, llamándonos a dejar nuestras vidas pasadas de pecado y a abrazar una nueva vida en la gracia. La Cruz es el puente entre el cielo y la tierra, el árbol de la vida que nos da el fruto de la salvación eterna.

Contemplen, entonces, la Cruz con reverencia y gratitud. En ella, encontramos no solo el sacrificio de Cristo, sino también el llamado a tomar nuestras propias cruces y seguirlo. No debemos temer a la Cruz, porque en ella está la victoria. No debemos huir de nuestras cruces, porque en ellas encontramos la gracia de Dios para superar las dificultades de esta vida y alcanzar la gloria del cielo» (San Cirilo de Jerusalén).

Hoy celebramos la Exaltación de la Santa Cruz, signo de fidelidad, entrega, amor, misericordia y esperanza en un futuro mejor en el que prevalecerá el amor de Dios.

La lectura de hoy presenta un segmento de la conversación que tuvo Jesús con Nicodemo, una autoridad judía que ostentaba la categoría de maestro. En ella, Jesús hace referencia al conocimiento que tiene del cielo al remitirse a las escrituras, específicamente, al libro de los Números 21,6-9, con el fin de señalar la forma cómo tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que el creyente tenga vida eterna, haciendo alusión a la cruz. Asimismo, la lectura expresa todo el amor y la ternura de Dios Padre hacia la humanidad, al enviar a su Hijo único con el fin de salvar al mundo y no condenarlo. Nuestro Señor Jesucristo trae consigo una nueva primavera para la humanidad entera: la vida eterna, al precio de su sangre. Por ello, abracémosla con la lucidez del amor y la fidelidad a Nuestro Señor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La cruz es incomprensible si la miramos con la lógica humana. Sin embargo, con los ojos de la fe y del amor, la cruz es el medio que nos configura con aquel que nos amó primero y hasta el extremo. Cuando la asumimos, purifica nuestra alma y hace brotar lo mejor de nosotros, conduciéndonos al amor incondicional. La cruz no puede ser nunca separada de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

El evangelio nos habla acerca del infinito amor de Dios hacia la humanidad. El objetivo fundamental de este amor es que todo aquel que crea en Jesús, se transforme por su amor y tenga vida eterna. Este amor infinito es eterno, nace en Belén y se despliega con toda su magnificencia en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Para participar de este amor es necesario creer con fe; por ello, Jesús señala que es necesaria una regeneración basada en la fe.

Ante la división que actualmente existe en la humanidad, en la que algunos optan por las tinieblas, Nuestro Señor Jesucristo no viene a juzgar, sino a perdonar nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna mediante la luz de su Palabra; por ello, busquemos siempre la luz redentora de las palabras de Jesús.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que para salvar al género humano has querido que tu Unigénito soportara la cruz, concede, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de su redención.

Amado Jesús, tú que te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte y una muerte de cruz, purifica nuestro seguimiento por el camino de la obediencia y la paciencia.

Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, fundamento firme de la Iglesia desde sus primeros tiempos y hasta la eternidad; María, Inmaculada, Madre de la Divina Gracia, Estrella de la Evangelización, ruega por nosotros.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos también la cruz de Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Crisóstomo:

«La Cruz es el signo de nuestra salvación, el emblema de la victoria sobre el pecado y la muerte. Es por la Cruz que el diablo ha sido derrotado, y que nosotros hemos sido redimidos del yugo del pecado. El Hijo de Dios se humilló a sí mismo, tomando la forma de siervo y siendo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. Así, el madero, que antes era instrumento de castigo y vergüenza, se ha convertido en símbolo de gloria y de salvación. No hay nada que podamos gloriarnos más que en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque por ella ha sido crucificado el mundo para nosotros, y nosotros para el mundo.

Contemplen la grandeza del amor de Dios hacia la humanidad. ¿Quién habría podido imaginar que el mismo Dios que creó los cielos y la tierra, que gobierna sobre todo el universo, sería colgado en un madero por amor a nosotros? ¿Quién habría podido pensar que Aquel que es la vida misma moriría para darnos la vida? La Cruz es, entonces, un misterio inefable, un acto de amor infinito, el cual nos llama a la conversión, a llevar nuestras propias cruces con valentía y a seguir a Cristo en su camino hacia la gloria.

Hermanos, cuando contemplamos la Cruz, no debemos verlo simplemente como un evento trágico, sino como la fuente de nuestra esperanza y redención. No debemos temer la Cruz, sino abrazarla, pues es el medio por el cual alcanzamos la salvación eterna. Así como Cristo ha sido exaltado en la Cruz, también nosotros seremos exaltados con Él si seguimos su ejemplo de amor y sacrificio».

Queridos hermanos, que la Santa Cruz, maravilloso signo de amor, misericordia y esperanza, nos impulse a buscar cada día la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en todas nuestras actividades diarias y adoremos y honremos siempre a Nuestro Señor Jesucristo, dándole gracias por su acción redentora.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.