«Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho; pero al que poco se le perdona, ama poco» Lc 7,47.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro, lleno de perfume, y colocándose detrás, junto a sus pies, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies, se los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora». Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Dímelo, maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de los dos le amará más?». Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha bañado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo, ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados, están perdonados, porque ha amado mucho; pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados». Los demás invitados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«“Sus muchos pecados le son perdonados porque ha amado mucho”. Estas palabras de Jesús nos recuerdan que el amor y el arrepentimiento sincero son más fuertes que el pecado. En nuestra sociedad, muchas veces vemos a las personas con una mirada superficial, juzgando sus actos sin conocer el estado de su corazón. Pero Dios mira el corazón y sabe cuándo hay un verdadero arrepentimiento. La mujer en este pasaje ha reconocido su pecado, ha experimentado la misericordia de Dios, y responde con un amor profundo hacia Jesús.
En esta escena, el fariseo Simón representa a todos aquellos que se consideran justos por sus obras externas, pero no han comprendido la profundidad del amor y la misericordia de Dios. Jesús nos enseña que no son nuestras obras las que nos justifican, sino la gracia divina y nuestra respuesta de amor a esa gracia. El acto de la mujer es un ejemplo de cómo debemos acercarnos a Dios, con un corazón humilde, arrepentido y lleno de amor. Que este Evangelio nos inspire a no juzgar a los demás, sino a buscar siempre la misericordia de Dios, sabiendo que Él está dispuesto a perdonar nuestros pecados si acudimos a Él con un corazón contrito» (San Juan Pablo II).
El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús perdona a la pecadora”, se encuentra también en Marcos 14,6-13 y Juan 12,1-8; además, se puede consultar en Mateo 25,6-13.
En el texto, Jesús penetra en los pensamientos de Simón y le propone una parábola, pidiéndole que él mismo deduzca la consecuencia, ya que Simón critica en su interior la benevolencia de Jesús y su aceptación de los pecadores. Ante la pregunta de Jesús: «¿Quién de ellos amará más?», Simón contesta siguiendo el dictamen del sentido común y Jesús acepta la conclusión.
Jesús afirma que el amor es la causa del perdón de los pecados; más aún, los actos concretos de amor que la mujer ha tenido con Jesús son por los muchos pecados que le fueron perdonados. El fariseo es el que debe cincuenta y la mujer quinientos; esta mujer representa a toda la humanidad ante Jesús. Como dice en 1 Pe 4,8: «El amor cubre la multitud de los pecados».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La pecadora arrepentida ha recibido un don inmenso y gratuito de parte de Dios: una deuda enorme le ha sido condonada; sus pecados – que eran muchos – le han sido perdonados. Y, como pruebas de su gratitud, allí están sus expresiones de amor: lágrimas, cabellos, besos, perfume, que son, a la vez, expresiones de amor y de fe, de arrepentimiento y gratitud, que se entrelazan y entremezclan.
Con Jesús, la misericordia de Dios redime la miseria humana, convirtiéndola en gratuidad de un amor sin condiciones. La misericordia de Jesús es el principio fundamental de la actuación de Dios Padre y de Jesús, y debe serlo también de la Iglesia. La misericordia de Dios está entre nosotros, solo está a la distancia de un arrepentimiento. La misericordia no es contraria a la justicia, sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole la oportunidad de examinarse, convertirse, creer en Él y seguirle.
Queridos hermanos, meditando la palabra, conviene preguntarnos: ¿Nos acercamos a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Acogemos o marginamos a los hermanos que están alejados de los preceptos cristianos? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan acudir confiadamente a la misericordia divina y a ayudar a otros hermanos a acercarse a Nuestro Señor.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, perdónanos porque muchas veces no somos capaces de reconocer tus llamados a la conversión. Envíanos, amado Señor, tu Santo Espíritu para reconocer que somos perdonados sin méritos y que en ti se revela el amor y la misericordia de Dios Padre.
Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.
Madre Santísima María, Madre Inmaculada, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Santa Faustina Kowalska:
«Mi Jesús, afirma las fuerzas de mi alma para que el enemigo nada gane. Sin Ti soy sólo debilidad, sin Tu gracia soy un abismo de miseria. La miseria es mi propiedad.
Oh, herida de la Misericordia, Corazón de Jesús, escóndeme en Tu profundidad como una gota de Tu propia sangre y no me dejes salir por la eternidad. Enciérrame en Tus profundidades y enséñame tú mismo como amarte. Amor eterno, modela Tú mismo mi alma para que sea capaz d un amor recíproco por Ti. Oh, amor vivo, hazme capaz de amarte siempre. Quiero responder eternamente a Tu amor con la reciprocidad. Oh, Cristo, una sola de tus miradas me es más querida que millones de mundos, que el cielo entero.
Tú puedes, Señor, hacer que mi alma te comprenda en toda tu plenitud, tal como eres. Se y creo que puedes todo. Ya que has dignado darte a mí tan generosamente, sé que puedes ser más generoso todavía. Hazme entrar en Tu intimidad tan lejos como pueda la naturaleza humana…».
Queridos hermanos, hagamos el compromiso de acudir a la misericordia divina, ayudando a nuestros hermanos a acercarse a ese mar infinito, lleno de amor convertido en perdón.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.