LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN PÍO DE PIETRELCINA, PRESBÍTERO

«Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz» Lc 8,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Nada hay oculto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escuchan bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrando una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales» (Biografía de San Pío de Pietrelcina página web del Vaticano).

Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina, sacerdote franciscano, que en 1918 recibió la gracia de la transverberación del corazón y los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo que llevó en su cuerpo de manera visible durante cincuenta años.

Francesco Forgione nació en Pietrelcina, en la región italiana de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Ingresó a la orden los Hermanos Menores Capuchinos el 6 de enero de 1903; fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento el 10 de agosto de 1910. El 28 de julio de 1916 pasó a San Giovanni Rotondo, en Apulia, sirviendo al pueblo de Dios con oración y humildad mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación de los penitentes y el cuidad esmerado a los enfermos y a los pobres.

Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él. Murió el 23 de setiembre de 1968; fue beatificado y canonizado por San Juan Pablo II en 1999 y 2002, respectivamente.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida. Quien solo la atesora, sin compartirla, perderá todo, incluso, hasta lo que aparenta tener. Una advertencia sabia para abandonar un pasado de miedo, ser transparente y avanzar libremente con la luz de Cristo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Tal como reza el salmo 118: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero», uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad, con humildad y diluyendo el egoísmo. Cuando hagamos realidad la Palabra en el corazón de nuestro prójimo, estaremos renovando su espíritu y cumpliendo nuestra misión cristiana.

Todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios a través del apoyo y edificación de nuestros semejantes, y no debemos esconderlos como aquel servidor que guardó el talento bajo tierra y no lo invirtió como debía en la parábola de los talentos, en Lucas 19,11-27 y Mateo 25,14-30.

Queridos hermanos, meditando la palabra, es conveniente que nos preguntemos: ¿Somos conscientes de los talentos que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos? Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de su resurrección.

Espíritu Santo otórganos la inteligencia para que nuestro corazón esté siempre orientado a amar y a perdonar al prójimo, así como a la realización de obras de misericordia inspiradas en Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, purifica nuestro corazón para que acojamos tu Palabra en un terreno bueno que la haga fructificar en cosecha de alegría y de bienaventuranza para los pobres de la tierra. Que tu anuncio llegue a todos en este tiempo de la fe, hasta el día en que tú mismo, enjugando toda lágrima de nuestros rostros, te muestres como eres: Señor glorioso y nuestra eterna felicidad.

Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Pío de Pietrelcina:

«Mediante asiduos golpes de cincel saludable y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre, la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia. Y así es en verdad.

Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la construcción de un edificio eterno. El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermanos míos: las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo.

Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaos a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros…

Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: “Siete veces cae el justo”.

Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas… Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan… Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo!

Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: “Todo está cumplido”».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de vivir la exigencia extrema de Nuestro Señor Jesucristo de llevar una vida transparente, anunciando y haciendo realidad el Evangelio en nuestras vidas. Seamos instrumentos de la paz del Señor, constructores de paz, en pacificadores, manteniéndola en nuestros corazones y transmitiéndola a los demás.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.