SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA
«Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén» Lc 9,51.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. De camino, entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y les reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Jesús ha querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez… Comprendí que, si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas… Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. Él ha querido crear grandes santos que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos…» (Santa Teresa del Niño Jesús).
Hoy celebramos a Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, fiel testimonio de confianza filial en Dios. Para ella, el amor tiene un rostro: Jesús. Teresa es uno de los “pequeños” del evangelio que se deja transportar por Jesús a las profundidades del misterio de su amor.
Nació en Alenzón en 1873. En 1877, después de la muerte de su mamá se traslada con su familia a Lisieux. A los 14 años tomó la decisión de consagrarse a Dios, para lo cual pidió la autorización del papa León XIII, e ingresó en 1888 al monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux, donde hizo su profesión religiosa a los 17 años. Murió en 1897, fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925 por Pío XI. Escribió más de 200 cartas, 62 poemas, 21 oraciones y 8 recreaciones piadosas.
En el pasaje evangélico de hoy, Jesús de manera valiente y firme decide ir a Jerusalén, es decir, hacia su pasión, muerte y resurrección. Para llegar allá desde la región de Galilea, había que pasar por una zona de samaritanos. El desplazamiento a Jerusalén es una peregrinación; Jesús camina decididamente, mientras sus seguidores se encuentran confundidos. Los doce esperan batalla, por ello, el gesto impulsivo de los “hijos del trueno”, Santiago y Juan, que reaccionaron airadamente y con resentimiento; mientras tanto, reprendiéndolos, Jesús decidió tomar el camino de la paz y del amor paciente y misericordioso por aquellas personas que lo rechazaron.
Así, Nuestro Señor Jesucristo eligió el camino revolucionario del amor, el único capaz de aplacar las rebeliones internas para crear relaciones fraternas.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«El peso de nuestra fragilidad hace que nos inclinemos del lado de las realidades terrenas; el fuego de tu amor, Señor, nos eleva y nos lleva hacia las realidades celestes. Subimos hasta ellas por el impulso de nuestro corazón, cantando los salmos de la subida. Quémanos con tu fuego, el fuego de tu bondad; porque es él, el que nos transporta» (San Agustín).
Santa Teresa del Niño Jesús es un bello ejemplo de abandono en el Señor, ella siguió el camino del amor, de la sencillez y de la confianza total en el amor misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo.
Al igual que Nuestro Señor Jesucristo, nosotros debemos tomar decisiones cada día y, para muchas de ellas, requerimos valentía y firmeza a fin de enfrentar sus consecuencias. En muchos casos, hemos enfrentado y nos enfrentaremos al rechazo y nuestra respuesta debe tener una buena dosis de paciencia y, fundamentalmente, de misericordia.
La misericordia es un precepto obligatorio. Nosotros debemos ser misericordiosos con los demás, aunque los demás no sean misericordiosos con nosotros. Debemos cultivar la virtud de la humildad y pedir al cielo la gracia de la misericordia; ya que, quien es plenamente consciente de la misericordia infinita que Dios tiene con nosotros, podrá ser misericordioso con el prójimo.
Hermanos: con estas reflexiones, es conveniente que intentemos responder: ¿Cómo enfrentamos los rechazos y dificultades por haber elegido seguir a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Sentimos resentimiento por las personas que nos rechazan? Que nuestras respuestas sirvan para que, con la ayuda del Espíritu Santo y nuestra plena disposición de seguir a Nuestro Señor Jesucristo, seamos humildes y misericordiosos con el prójimo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que preparas tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos seguir confiadamente el camino de Santa Teresa del Niño Jesús para que, con su intercesión, podamos tener un corazón abierto al perdón y a la fraternidad.
Amado Jesús, que el gozo y la alegría de tu Resurrección, nos impulse a servir a tu Iglesia desde nuestras propias realidades, sin temer a los que se oponen a la Verdad.
Concédenos, Jesús amado, que podamos ver tu rostro en cada persona, especialmente, en los que más necesitan de nuestro cariño y comprensión.
Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen al banquete celestial.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de San Juan Clímaco:
«Antes del sol sale la luz de la mañana, y antes de la humildad precede la mansedumbre, como nos lo declaró la misma luz (que es el Señor) cuando dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Justo es, pues, y conforme a la orden natural gozar de la luz antes del sol, para que más claramente podamos después ver el mismo sol, pues a él nadie puede ver si no ve primero esta luz, como se colige de lo dicho.
Mansedumbre es conservar el alma en un mismo estado sin alguna perturbación, así en las honras como en las deshonras. Mansedumbre es, en las perturbaciones y aflicciones del próximo, hacer oración por él con suma compasión. Mansedumbre es una roca alta que está sobre el mar de la ira, en la cual se deshacen todas sus ondas furiosas, sin caer y sin inclinarse.
Mansedumbre es firmeza de la paciencia, puerta de la caridad, ministra del perdón, confianza en la oración, argumento de discreción, porque el Señor, como dice el profeta, enseñará a los mansos sus caminos; y es también aposento del Espíritu Santo, según aquello que está escrito: “Sobre quién reposará mi espíritu, sino sobre el humilde y manso, y que tiemble de mis palabras”.
Mansedumbre es ayudadora de la obediencia, guía de los hermanos, freno de los furiosos, vínculo de los airados, ministra de gozo, imitación de Cristo, condición de ángeles, prisión de demonios y escudo contra las amarguras del corazón.
El Señor reposa en el corazón de los mansos, más el alma del furioso es aposento del enemigo. Los mansos heredan la tierra: o, mejor dicho, serán señores de ella; más los locos y furiosos serán destruidos y desechados de ella. El alma mansa es silla de la simplicidad, más el alma airada es casa y aposento de malicias. El alma del manso recibirá las palabras de la sabiduría, porque el Señor enderezará en el juicio a los mansos».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de pedir al Espíritu Santo las gracias de la mansedumbre, la humildad, la misericordia y el amor fraterno, realizando obras de misericordia y viendo en cada hermano necesitado, el rostro de Nuestro Señor Jesucristo.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.