«La cosecha es abundante y los obreros pocos, rueguen, pues, al dueño del campo para que mande trabajadores para su cosecha. ¡Pónganse en camino!» Lc 10,2.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-12
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos y los envió delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir Él. Y les decía: «La cosecha es abundante y los obreros pocos, rueguen, pues, al dueño del campo para que mande trabajadores para su cosecha. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como cordero en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saluda a nadie en el camino. Cuando entren a una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el reino de Dios”. Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la plaza y digan: “Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que está cerca el reino de Dios”. Yo les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Hay otra virtud que se desprende de este pasaje, y es la de no pasar de una cosa a otra llevado de un sentir vagabundo, y eso con el fin de que guardemos la constancia en el amor a la hospitalidad y no rompamos con facilidad la unión de una amistad sincera, antes bien llevemos ante nosotros el anuncio de la paz, de suerte que nuestra llegada sea secundada con una bendición de paz, contentándonos con comer y beber lo que nos presentaren, no dando lugar a que se menosprecie el símbolo de la fe, predicando el Evangelio del Reino de los Cielos, y sacudiendo el polvo de los pies si alguien nos juzgase indignos de ser hospedados en su ciudad» (San Ambrosio).
El texto evangélico de hoy narra el segundo envío de Jesús, de setenta y dos misioneros, que representan al presbiteriado actual. El primer envío fue el de los doce apóstoles que representan al episcopado de la Iglesia naciente, tal como se aprecia en Lucas 9,1-6.
En este segundo envío, Jesús brinda los siguientes detalles de la misión: en primer lugar, les pide oración para que el contacto del misionero con Dios ayude a que la misión sea fecunda. En segundo término, aludiendo a que estarán rodeados de lobos, Jesús les hace ver que serán perseguidos y correrán riesgos, pero él estará con ellos porque es su pastor. Además, Jesús les dio la potestad de vencer y dominar todo poder del enemigo.
En tercer lugar, les indica que deben ir sin provisiones, ligeros de equipaje, evitar distracciones y llevar una vida austera, confiando en la hospitalidad de la gente, pero fundamentalmente, en la providencia divina. Y, en cuarto lugar, deben llevar un saludo de paz a todos, anunciando la cercanía del reino de Dios, sin excepciones, además de curar a los enfermos, expulsar demonios; en suma, deben llevar la misericordia de Dios por donde vayan.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El llamado de Jesús a los misioneros y su envío tiene un carácter universal porque es imperioso anunciar la Buena Nueva. Todos estamos llamados a la misión de llevar la Palabra de Dios y su amor a toda la humanidad, empezando por nuestras familias, centros de trabajos y/o estudios, comunidades, y por donde vayamos. La clave está en identificar los detalles de nuestra vocación para la misión.
Conscientes de que las recomendaciones de Jesús son muy diferentes a los criterios del mundo, respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Tengo un corazón disponible para llevar la Buena Nueva por donde voy a través mis acciones y de mi conducta? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser misioneros muy activos de Nuestro Señor Jesucristo, comprendiendo que la misión no es fácil, pero, con la ayuda de Dios, es posible.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús: queremos ponernos en camino, te rogamos nos concedas también los dones apostólicos y misionales para anunciar la alegría de la salvación que eres tú, amado Señor.
Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, inspira y fortalece a la Iglesia en la misión de llevar el Evangelio y la misericordia a toda la humanidad. Te rogamos que envíes más obreros para la misión y que la novedad del Evangelio sea aceptada por toda la humanidad.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de San Pío X (Encíclica «El supremo apostolado»):
«“Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, Cristo Jesús” (1C 3,11). Él es el único a quien “el Padre consagró y envió al mundo” (Jn 10,36), “reflejo de su gloria, impronta de su ser” (Hb 1,3), verdadero Dios y verdadero hombre; sin él nadie puede conocer a Dios como es debido, porque “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar” (Mt 11,27). De donde se sigue que “restaurar en Cristo” (Ef 1,10) y hacer volver a los hombres a la obediencia a Dios, son una sola y misma cosa. Y es por ello por lo que el fin hacia el cual deben converger todos nuestros esfuerzos, es llevar al género humano a reconocer la soberanía de Cristo. Una vez hecho esto, el hombre se encontrará, por ahí mismo, llevado a Dios: no un Dios inerte y despreocupado de las realidades humanas, como algunos filósofos lo han imaginado, sino un Dios vivo y verdadero, un Dios en tres personas en la unidad de su naturaleza, creador del mundo, haciendo llegar a todas las cosas su providencia infinita, justo dador de la Ley que juzgará la injusticia y dará su recompensa a la virtud.
Ahora bien, ¿dónde se encuentra el camino que nos hace llegar a estar junto a Jesucristo? Está delante de nuestros ojos: es la Iglesia. San Juan Crisóstomo ya nos lo dijo y con razón: “La Iglesia es tu esperanza, la Iglesia es tu salvación, la Iglesia es tu refugio”. Es por esto que Cristo, después de haberla adquirido al precio de su sangre, la ha establecido. Es por esto que le ha confiado su doctrina y los preceptos de su Ley, prodigándole, al mismo tiempo, los tesoros de su gracia para la santificación y la salvación de los hombres. Ved pues, venerables hermanos, cuál es la obra que se nos ha confiado…: no tener otra meta que formar en todos a Jesucristo… Es la misma misión que Pablo atestigua haber recibido: “Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros” (Gal 4,19). Ahora bien, ¿cómo cumplir con semejante deber sin antes estar “revestidos de Cristo”? (Gal 3,27). Y revestidos hasta el punto de poder decir: “para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21)».
Queridos hermanos: asumamos el compromiso de identificar, con la gracia del Espíritu Santo, cuál es nuestra misión en nuestras vidas para llevarla a cabo, con fe, con un corazón dispuesto y con la mirada puesta en Nuestro Señor Jesucristo. Dejemos que el Espíritu Santo nos inspire a través de la Palabra; así mismo, alimentemos nuestro corazón con la Santa Eucaristía y adoraremos al Santísimo Sacramento y recemos el Santo Rosario.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.