LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL ROSARIO

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» Lc 1,30-32.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntó qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible». María contestó: «Aquí está la esclava de Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Rosario es una oración evangélica centrada en el misterio de la Encarnación redentora, es oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico —la repetición litánica en alabanza constante a Cristo, término último de la anunciación del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: «Bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1,42). Diremos más: la repetición del Ave María constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios; el Jesús que toda Ave María recuerda, es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen, nacido en una gruta de Belén; presentado por la Madre en el Templo; joven lleno de celo por las cosas de su Padre; Redentor agonizante en el huerto; flagelado y coronado de espinas; cargado con la cruz y agonizante en el calvario; resucitado de la muerte y ascendido a la gloria del Padre para derramar el don del Espíritu Santo. Es sabido que, precisamente para favorecer la contemplación y «que la mente corresponda a la voz», se solía en otros tiempos —y la costumbre se ha conservado en varias regiones— añadir al nombre de Jesús, en cada Ave María, una cláusula que recordase el misterio anunciado» (San Pablo VI).

Hoy celebramos con algarabía a Nuestra Señora del Rosario, la madre de Nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra. El año 1208, Nuestra Santísima Madre se le apareció a Santo Domingo, le enseñó a rezar el Santo Rosario y le encargó la misión de difundirlo. Santo Domingo cumplió con la misión y el rezo del Santo Rosario antes de la batalla de Lepanto, en 1571, que permitió la victoria de las tropas cristianas.

El papa san Pío V, en agradecimiento a Nuestra Santísima Madre, instituyó el día de la Virgen de las Victorias para el primer domingo de octubre. Luego, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta al de Nuestra Señora del Rosario; el papa Clemente XI extendió la fiesta a la Iglesia universal y San Pío X señaló al 7 de octubre como el día de su celebración.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«La simplicidad del rosario, su atmósfera de pura y auténtica contemplación cuando se medita los misterios como partes de un solo todo, hacen del rosario una vía fácil para extender la contemplación litúrgica a toda la vida diaria y para conducir continuamente toda nuestra vida a su fuente celestial» V. Noé.

La celebración de Nuestra Señora del Rosario es una nueva invitación para meditar los misterios de Nuestro Señor Jesucristo en compañía de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María. A través del Santo Rosario se observa la íntima unión de Nuestra Madre con los misterios de la encarnación, la pasión y la gloriosa resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, tal como lo vemos a continuación:

En los misterios gozosos contemplamos: La Encarnación del Hijo de Dios, La Visitación de nuestra Santísima Madre a su prima Isabel, El nacimiento del Nuestro Señor Jesucristo en el portal de Belén, La presentación de Jesús en el templo y El Niño Jesús perdido y hallado en el templo.

En los misterios luminosos contemplamos: El bautismo de Jesús en el río Jordán, La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná, Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión, La transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo y La institución de la Eucaristía.

En los misterios dolorosos contemplamos: La oración de Jesús en el huerto, La flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, La coronación de espinas, Jesús con la cruz a cuestas y La crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

En los misterios gloriosos contemplamos: La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, La Ascensión al cielo de Nuestro Señor Jesucristo, La venida del Espíritu Santo en Pentecostés, La Asunción al cielo de Nuestra Santísima Madre y La coronación de Nuestra Madre como reina de cielos y tierra.

Hermanos, a la luz de la docilidad y aceptación de Nuestra Santísima Madre, en el misterio de la anunciación y encarnación del Nuestro Señor Jesucristo, respondamos: ¿Tenemos la disponibilidad de María para ser instrumentos de Dios? ¿Acudimos a Nuestra Santísima Madre, a través del Santo Rosario, para acercarnos más a Jesús? ¿Invocamos al Espíritu Santo en la realización de nuestras actividades cotidianas? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan acercarnos más a Nuestro Señor Jesucristo en compañía de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, y la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, a la gloria de la Resurrección. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Padre eterno, tú, que eres el amor y la misericordia, conduce a las almas de los difuntos al cielo, en especial a aquellos que partieron sin conocerte y en momentos de falta de lucidez espiritual.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, intercede ante Dios Padre por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Bernardo, abad:

«El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente: Yo salí de Dios, y aquí estoy.

En el principio —dice el Evangelio— ya existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la Palabra estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz inaccesible; y el Señor decía desde el principio: Mis designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios están escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque, ¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había sido su consejero?

Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de paz: La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado en nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera podido antes formarse el hombre, que no fuese un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia.

¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más íntimo de los cielos.

¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos, dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros».

Hermanos: sigamos contemplando a Nuestra Santísima Madre María, detengámonos en su disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad. De la misma manera que ella acoge y recibe al Santo Espíritu de Dios, dador de todas los dones y frutos maravillosos; imitemos la docilidad de Nuestra Santísima Madre y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestra vida, que sea Él quien reine en nuestros corazones y acciones a través de su Palabra. Contemplemos diariamente los misterios de Nuestro Señor Jesucristo a través del rezo del Santo Rosario, en compañía de Nuestra Santísima Madre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.