LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llame se le abre» Lc 11,9-10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,5-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y este viene a medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”. Yo les digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos para que no siga molestando se levantará y le dará cuanto necesite. Por eso yo les digo: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llame se le abre. ¿Qué padre entre ustedes, cuando su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El mismo Señor dice: “Pedid y se os dará, buscad y encontrarán, llamad y se les abrirá”. Esto hizo la cananea: pidió, buscó, llamó y recibió. Ella lo hacía para que su hija fuese liberada del demonio, y lo logró; su hija quedó curada desde aquel punto.

¿Acaso, una vez curada la hija, iba a volver a pedir? Buscaba, pedía, llamaba hasta recibir: recibió, se regocijó y se marchó. Y no sé lo que es, o, mejor dicho, sé que es una gran cosa aquello por lo que es necesario orar siempre sin desfallecer.

Más que la salud de una hija es la inmortalidad de la vida. Esto es lo que conviene pedir siempre hasta el fin, mientras se vive aquí, hasta el momento en que se viva sin fin allí donde ya no hay petición, sino exultación» (San Agustín).

El pasaje evangélico del día de hoy forma parte del texto de la Oración del Señor, del Padrenuestro, con la que Jesús enseña a sus discípulos y a toda la humanidad a dirigirse a Dios Padre, participando activamente de la oración.

Con el texto de hoy, tal como lo afirma Cirilo de Alejandría, Jesús sitúa a sus discípulos y a todos nosotros, dentro de la misma relación que guarda Él con Dios Padre, lo cual constituye un privilegio y una responsabilidad al mismo tiempo.

Esta afirmación se hace patente cuando Jesús detalla la atención que Dios Padre nos dedica en cualquier circunstancia, siendo tierno, bueno y generoso en todo momento, otorgándonos lo que necesitamos. Por ello, nuestras verdaderas necesidades debemos encauzarlas a través de la oración y el agradecimiento permanente a la Santísima Trinidad.

Así mismo, nosotros también debemos ser atentos con el prójimo, apoyándolo en sus necesidades materiales y espirituales, sin dejar de orar, comprendiendo que la oración es un momento supremo de comunión con Dios y con la humanidad.

Jesús nos invita a buscarlo con insistencia a través de la oración, no para saciar nuestra propia hambre, sino conmovidos por el hambre del hermano necesitado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos invita a perseverar en la oración, a dirigirnos confiadamente a Dios Padre. Por eso, cuando oremos, debemos pedir siempre los dones del Espíritu Santo y no aquellas cosas que pueden apartarnos de Dios. Como bien lo dice Nuestro Salvador, Dios Padre quiere darnos siempre cosas buenas, con amor, misericordia y generosidad.

A veces, los afanes mundanos nos conducen a pedir y buscar cosas y situaciones que perjudican nuestra relación con Dios. Debemos estar atentos y oremos para solicitar la protección del cielo, dirijámonos confiadamente a la Santísima Trinidad. Por ello, el mensaje de hoy es contundente para todas las personas que dudan de la eficacia de la oración y para aquellas situaciones en las que el desánimo nos invade, especialmente, cuando enfrentamos situaciones difíciles.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, intentemos contestar: ¿Cómo respondemos a las solicitudes de ayuda de un hermano con necesidades materiales y espirituales? ¿En nuestras oraciones, sabemos pedir lo que realmente necesitamos? ¿Oramos con convicción? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a rezar confiadamente con fe y con la convicción de que el amor y la generosidad de Dios Padre están presentes en cada instante de nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Espíritu Santo, amor del Dios Padre y de Dios Hijo, ayúdanos a discernir con profundidad para pedir, a Dios Padre, todo aquello que sea provechoso y nos conduzca al banquete celestial.

Padre eterno, concédenos la gracia de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, tu Hijo, y estar siempre atentos a las necesidades materiales y espirituales de nuestro prójimo.

Espíritu Santo, en medio de las tinieblas del mundo, sé tú el amor que seduzca, la luz que penetre y conduzca a toda la humanidad hacia Dios.

Padre eterno, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, intercede ante Dios Padre por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos también a nuestro Señor Jesucristo con un texto de Santa Catalina de Siena:

«[Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] Mi providencia ordenó todo, dispuso todo con sabiduría perfecta. He dado mucho al hombre, porque soy rico y podía hacerlo. Puedo siempre, porque mi riqueza es infinita.

Todo fue hecho por mí y sin mí nada puede ser. ¿El hombre quiere la belleza? Yo soy la belleza. ¿Quiere la bondad? Yo soy la bondad, ya que soy soberanamente bueno. Soy la sabiduría, la ternura, soy justo, misericordioso. Yo soy generoso y no avaro. Soy el que da al que pide, abre al que realmente llama, respondo al que me demanda. No soy ingrato, reconozco a mis servidores y me gusta recompensar a los que se dispensan por mí y por el honor y gloria de mi nombre. Yo soy alegre y guardo en alegría constante al alma que se ha revestido de mi voluntad. Yo soy la gran providencia, que jamás falta a mis servidores, a los que esperan en ella, ya sea por su alma como por su cuerpo…

Recuerda haber leído en la vida de los padres del desierto, la historia de ese santo hombre que había renunciado a todo y a sí mismo, por la gloria y el honor de mi nombre. Como estaba enfermo, era mi clemencia que velaba sobre él y le envió un ángel para asistirlo y proveer a lo que necesitaba. El cuerpo era socorrido en su miseria mientras que el alma permanecía en una inefable alegría, gustando la ternura de ese intercambio angelical. En situaciones semejantes, para el hombre, el Espíritu Santo es la madre que lo nutre con el seno de mi divina caridad… Mi Espíritu Santo, ese servidor que mi poder le ha dado, lo recubre, nutre, sacia de ternura, lo llena de riquezas infinitas. ¡Qué feliz esta alma que, en un cuerpo mortal, gusta el bien inmortal!».

Hermanos: alabemos a Dios Padre, creador nuestro, por su amor e infinita misericordia. Seamos siempre agradecidos con Él y pidámosle al Espíritu Santo para que cese la incertidumbre en nuestras vidas y sepamos pedir lo que realmente es provechoso para nuestra vida y salvación.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.