LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA TERESA DE ÁVILA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA

«Den, más bien, como limosna lo que tienen dentro y todo será puro» Lc 11,41.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Den, más bien, como limosna lo que tienen dentro y todo será puro».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida; porque realmente muchos de nosotros deberían decir: “no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida”. Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos» (Benedicto XVI).

Hoy celebramos a Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, madre y maestra de las comunidades contemplativas. Nació en 1515 en Ávila. Desde niña sintió una mística exaltación y, a los 12 años, luego de la muerte de su madre, estaba convencida de su vocación religiosa. A los 19 años hizo su profesión en el convento de la Encarnación de Ávila.

En 1560 reformó la orden carmelita y, con San Juan de la Cruz, fundó los Carmelitas descalzos. Escribió su vida, además de “Camino de perfección” y “El castillo interior”. Murió en 1582; fue canonizada en 1622 por Gregorio XV. En 1970, el papa Pulo VI le reconoció el título de doctora de la Iglesia.

En sus obras, Teresa resalta la presencia y la acción amorosa y misericordiosa de Dios en su vida. Destaca que las virtudes evangélicas de la pobreza, la humildad, la caridad y la oración son la base de sus enseñanzas.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Como buen maestro, Jesús os ha enseñado cómo limpiar las manchas de nuestro cuerpo, diciendo: «Más bien dad como limosna lo que tenéis y todo le demás será puro en vosotros» ¡Veis bien cuántos remedios hay! La misericordia nos purifica. La palabra de Dios también nos purifica, tal como está escrito: “Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he anunciado” (Jn 15,3)» (San Ambrosio).

Nuestro Señor Jesucristo se acerca a todos y nos enseña a través de sus acciones llenas de misericordia y amor. «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores», dice el Señor, en Lucas 5,32. Para seguirlo y serle fiel, no basta observar los mandamientos, que sería equivalente a fijarse solo en lo exterior; lo más importante está en la práctica del amor. Recordemos a San Pablo, en 1 Cor 13,13: «Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿En nuestra vida cotidiana, sólo cumplimos los mandamientos de Dios o somos fieles a los mandamientos por el Amor de Dios? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a comprender que lo más importante en el seguimiento a Dios, es el amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que por tu Espíritu has suscitado a Santa Teresa de Jesús, para mostrar a la Iglesia el camino de la perfección, concédenos alimentarnos siempre de su celestial doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad.

Amado Jesús, Salvador nuestro, envíanos tu Santo Espíritu y fortalece nuestras intenciones de mantener limpio nuestro corazón.

Padre eterno, con la intercesión de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, concede, por tu amor y misericordia, el perdón de las faltas de todos los difuntos, para que sean contados entre tus elegidos.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Bernardino de Siena:

«Ya enseñé que la caridad se hace con el corazón, las palabras y las obras. Nunca tendrás una excusa para esto: cuando veas la necesidad de un pobre, debes tener compasión.

Si vas al hospital y no puedes curar la pena de un enfermo, ofrécele al menos la caridad del corazón y ten compasión. Puedes darle también una caridad que le será muy apreciada: la palabra. Con la bondad de pocas palabras, aliviarás su pena. Una omisión de estas palabras no se podría excusar.  En cualquier estado o condición que veas al infortunado, puedes consolarlo. Agrada tanto al pobre la caridad con una palabra, que enseguida se reconforta y apacigua.

Escucha la Escritura Santa: “¿No calma el rocío el calor ardiente?” (Ecli 18,16). Recuerda la sensación que experimenta en tiempos de gran calor, cuando encuentras un abundante rocío a la mañana. Lo mismo, a veces, no pudiendo asistir a un pobre con los bienes de este mundo, lo sostienes con tu palabra y es renovado y consolado, aunque no fuera aliviado en su requerimiento material. Pero dices: si es sordo ¿cómo ofrecerle esta caridad? No es excusa tampoco. Puedes por lo menos coser sus vestimentas, ayudarlo a vestirse, a calentarse, ingeniarte según los medios.

Nadie es dispensado de compartir con el que lo necesita… No tienes excusa ante Dios si no lo asistes. Ofrécele la caridad con alegría».

Queridos hermanos, oremos: Señor, confiados en tu amor, misericordia y paciencia, deseamos asumir el compromiso de contrastar nuestras vidas con tus mandamientos de amor, para profundizar en nuestra espiritualidad y seguirte siempre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.