LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«El que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». Mc 10,43-45.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les contestó: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que voy a beber yo, y recibir el bautismo que yo voy a recibir?». Ellos contestaron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y recibirán el bautismo que yo voy a recibir; pero el sentarse a mi derecha o mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Ustedes saben que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y les hacen sentir su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así: el que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Mi querido hermano, si hubieras estado solo en el mundo, el Divino Redentor habría venido y habría dado su sangre y su vida solo por ti». (San Alfonso María de Ligorio).

La lectura nos sitúa en un momento crucial del ministerio de Jesús: Él y sus discípulos están en camino hacia Jerusalén, un camino que no solo simboliza el viaje físico hacia la ciudad santa, sino también el sendero espiritual hacia la cruz. Es en este trayecto, cargado de presagios de sufrimiento y redención, que los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan hacen una petición sorprendente: «Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Este pedido revela una profunda incomprensión.

A pesar de que Jesús les ha hablado reiteradamente de su pasión, muerte y resurrección, los discípulos siguen atrapados en las expectativas humanas de poder y gloria. Buscan privilegios terrenales, lugares de honor en el reino que ellos imaginan, pero que dista mucho del Reino que Jesús está por inaugurar. En este contexto, Jesús aprovecha para enseñarles una lección esencial sobre la verdadera grandeza en el Reino de Dios, una lección que resuena con fuerza en nuestros corazones.

Hoy también, Jesús nos pregunta: «¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?». Como el apóstol Pablo, nosotros deberíamos responder: «Todo lo sufro por amor de los elegidos de Dios, para que, por medio de Jesucristo, también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna» (2 Tim 2,10).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Si queremos estar con Jesús, debemos ponernos al servicio de los otros, cada uno según sus propias capacidades. No debemos ambicionar estar por encima de los otros, dominarlos, sino estar a su servicio de manera generosa. Jesús ejerció el máximo grado de servicio por nosotros, hasta “dar su vida como rescate por todos”. No es posible servir de un modo más completo y perfecto que como hizo Jesús». (Cardenal Albert Vanhoye).

Muchas veces nosotros también somos como los hijos de Zebedeo: nos comportamos como Santiago y Juan, y buscamos el poder, puestos de honor, el prestigio, la estimación y admiración de las personas, antes que servir al Señor con humildad.

El poder, en cualquier forma e intensidad, es una de las tentaciones más fuertes para el ser humano. Por ello, este texto nos invita a reflexionar sobre las motivaciones más profundas de nuestro seguimiento, ya que Jesús manifiesta que, quien quiera ser el primero, debe ser el servidor de todos, porque el poder nace del servicio. San Agustín, nos recuerda que «la ambición de poder es una trampa para el alma. No busquemos el lugar de honor, sino el lugar donde podamos servir».

Por ello, este es el corazón del mensaje de Cristo: «El que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos» (Mc 10,43-44). Este mandato de servicio no es una simple exhortación moral; es la estructura misma del Reino de Dios. Jesús mismo da el ejemplo supremo: «Porque el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45). Este “rescate” no es una transacción mercantil, sino el don de una vida entregada hasta el extremo, una vida que se convierte en fuente de salvación para todos.

En este sentido, intentemos responder lo siguiente: ¿Nuestras acciones están motivadas por la búsqueda del éxito y de honores y privilegios humanos o nuestra vida tiene un sentido cristiano? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a servir a Dios con humildad, sin esperar nada a cambio, tratando con delicadeza a los que sufren; y que en nuestro propio camino hacia “Jerusalén”, abracemos el cáliz que se nos ofrece, sabiendo que en el servicio y el sacrificio, encontramos la vida verdadera.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, haz que te presentemos una voluntad solícita y estable, y sirvamos a tu grandeza con sincero corazón.

Padre de amor, en tu bondad, concédenos humildad y fortaleza, y recompensa a tus siervos humildes que muestran tu gloria a un mundo cada vez más incrédulo.

Amado Jesús: purifica nuestro corazón y nuestros deseos, y con el poder de tu Santo Espíritu, enséñanos a aceptar el cáliz que Tú nos ofreces, sabiendo que, al beberlo, participamos en tu sacrificio redentor. Danos fortaleza en los momentos de sufrimiento y coraje para seguir adelante, sabiendo que todo lo que hacemos por amor a Ti y a los demás tiene un valor eterno.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, otorga tu perdón a las almas del Purgatorio, especialmente a las que más necesitan de tu infinita misericordia y permíteles contemplar tu rostro amoroso.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, “Luz buena”, con un poema de San John Henry Newman:

«Guíame, Luz buena, entre tanta tiniebla espesa, ¡llévame tú! Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa, ¡llévame tú! Guarda mis pasos. No pido ver confines ni horizontes, solo un paso más me basta.

Yo antes no era así, jamás pensé en que tú me llevaras. Decidía, escogía agitado, pero ahora ¡llévame tú! Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo, sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.

Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz me seguirá guiando entre páramos barrizales, cárcavas y breñales, hasta que la noche huya y con el alba estalle la sonrisa de los ángeles, … la que anhelo desde siempre».

Queridos hermanos: pidamos al Espíritu Santo el discernimiento para identificar cuáles son las motivaciones que tenemos para realizar nuestras actividades e identificar aquellas motivaciones que nos alejan de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. También pidamos al Espíritu Santo la pureza del corazón para servir con humildad y espíritu fraternal.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.